19.10.05

Capítulo 1




Había soñado con carne aquella tarde y desperté a media noche con muchas ideas interesantes y una resaca sucia que me hacía sentir bien.

Toda esa carne seguía cimbreándose en mi cerebro mientras las sábanas de seda me acariciaban cálidamente. Carne perfecta... tenía un plan y ya era hora de cumplirlo. Nunca pensé que daría tanto por la realización de un sueño y aquel era importante, el más importante.

Mis amigos masculinos me definían como una "perrita inquieta y simpática" y me gustaba, ahora el adjetivo de "cazadora" se iba a sumar a mi persona. Quería colmar aquel instinto básico que me empujaba a cazar en la noche... seguir a la víctima, oler su miedo y asaltarla para jugar con ella como lo hago con las moscas, arrancándoles las alas.

Me pongo cosas que no llamen la atención, una de las ventajas -según una amiga- de ser mujer es que sudamos mucho menos que los hombres y esta noche iba a utilizar todo mi encanto personal para acosar, acorralar y capturar una presa para divertirme en la oscuridad con ella.

Sabía como jugar las cartas y la verdad es que nunca había tenido muchos problemas para conseguir víctimas. Lo que si me repateaba eran todos los tios que no dejaban de babearme los pies, eso si que era triste, los tios nunca entenderían por que me gustaban ellas y no ellos cuando en realidad ellos lo sabían mejor que nadie.

Yo solo trabajaba como una corporación, era ciega en cuanto a sentimientos éticos, solo me centraba en el objetivo y bajo la terapia "pasos de bebé" lo podía conseguir todo.

A veces me asustaba a mi misma mientras pensaba en ciertas cosas, en agarrar carne y sodomizarla, jugar al poli bueno poli malo y atragantarme con sus emociones.

Salgo por la puerta con mi perfume de "meuca de calidad" y me cruzo con la hija de mi vecina, una rubita típica de los tiempos que corren en la cultura del movil y de la masificación de las metrópolis, llenas de individuos solitarios y movilizados, me regala una sonrisa que me alegra la noche e ilumina la escalera.

Ella me gustaba mas que nada pero estaba demasiado cerca... entro en el ascensor con ella y me impregno de su aroma, se acabó el suplicio, la calle es mia y me siento tan fuerte como para comerme el mundo por los pies.

Capítulo 2



Era duro ser un escalón. Tener que estar siempre rodeado por tus convecinos sin tener derecho a un momento de privacidad no era fácil. Lo más parecido a tener una vida privada que conocía era cuando se apagaba la luz de la escalera, entonces soñaba con ser una obra de arte y recorrer el mundo de museo en museo, ante la admiración de todos. Sin convecinos, solo el. Podía parecer imposible, pero lo había visto en una revista que se le había caído al estudiante de arte del 3º Derecha. “Escalón hacia el infinito”, así se titulaba la obra de un joven artista húngaro y en ella el único protagonista era un escalón de hormigón embaldosado. Como él. Algún día el estudiante del 3º Derecha se fijaría en él y lo vería como la cosa más bella del mundo mundial, entonces lo arrancaría de la esperpéntica cadena que lo acompañaba y se lo llevaría a él y solo a él de exposición en exposición acaparando las miradas de todos sus visitantes.

Sentía la mirada de reproche que le lanzaba el escalón de arriba. Era un altivo. Siempre lo estaba mirando por encima del hombro. Su silencio y su prepotencia le sacaban de quicio, aunque también era cierto que ningún escalón sabía hablar, pero eso no lo disculpaba, porque su convecino de abajo, el rellano, era mucho más simple y nunca te miraba con prepotencia.

Solo lamentaba una cosa. Si algún día se marchaba de gira por los museos echaría de menos a la vecina del 2º Izquierda, le volvía loco. Solo oírla taconear en la distancia lo excitaba sobremanera, le temblaban las baldosas cada vez que ella se aproximaba.

Un momento. Ahí estaba. Ese taconeo era inconfundible. No estaba sola. Había otra mujer. Percibía dos perfumes distintos. Probablemente era la jovencita del 2º Izquierda. Pero… ¡oh horror! El ascensor había empezado a funcionar. Estaba subiendo. Iba a buscarlas. Sintió como cerraba sus puertas y bajaba abrazado a ellas. Sus sonidos metálicos parecían carcajadas. Se reía de él. Sentía la mirada sarcástica del escalón de arriba. Quería morirse.

Entonces vuelve a sumirse en sus pensamientos y sueña con ser una obra de arte. Algún día…

Capítulo 3

A las doce en punto, con las campanas de la iglesia más cercana repicando estruendosamente, el inspector Murillo llegaba al escenario del crimen. El policía que había encontrado el cuerpo trataba de explicarle la situación a gritos. Le hizo callar con un gesto ("menudo gilipollas", pensó el subalterno) y esperó a que cesara el ruido encendiendo el enésimo cigarro de la noche. El fiambre podía esperar unos segundos, de todas maneras no iba a ir a ninguna parte...

Cuando por fin se hizo el silencio ("odio las putas iglesias") volvió a levantar la mano para que el novato diera su informe:

- Varón, blanco, alrededor de 35 años, moreno y con el pelo largo, alto y de complexión fuerte. Alguien le pegó un tiro entre las cejas, parece obra de un profesional.
- Eso que lo digan los de la científica, a nosotros solo nos pagan para investigar. ¿Quién descubrió el cadaver?
- Mi compañero y yo, señor inspector. Un vecino oyó el disparo, nosotros estábamos por la zona. La puerta estaba entreabierta, así que entramos y nos encontramos con el espectáculo.
- ¿No pidieron refuerzos?
- Sí, señor, antes de entrar, pero decidimos adelantarnos por si...
- ¿Por si qué? ¿Por si podíais pillar al asesino? Suerte teneis de haber llegado tarde. Ya hablaremos usted y yo en mi despacho. Enséñeme al difunto.

"Grandísimo cabrón", pensó el policía. Apretando los dientes, guió al inspector Murillo hasta el interior del apartamento. Varios vecinos se arremolinaban en los rellanos contemplandolo todo como si estuvieran en una pelicula. La violencia vende. La sangre, más aún. Tan solo hay que ver los atascos que se producen en las carreteras cada vez que hay un accidente...





- Lo conozco - dijo el inspector nada más llegar.- Es un confidente de la policía. Joder, esto está hecho un asco. ¿Ésta era su casa?
- Los vecinos dicen que no era el propietario, pero que era el único que entraba y salía.
-¿Vio alguien al posible asesino?
- No señor, era tarde y estaba todo el mundo durmiendo. Aquí solo viven jubilados.
- Pues mal empezamos. Los de la científica están a punto de llegar, que se encarguen ellos del tema. Yo tengo cosas mejores que hacer.


El comisario entró de nuevo en su coche y arrancó al tiempo que encendía otro cigarrillo. No pensaba dedicarle a este caso más tiempo del necesario. Todos los chivatos acababan igual, tarde o temprano, y era imposible encontrar a los culpables, en su mayoría asesinos profesionales que ni siquiera estaban fichados. No, aquella noche no pensaba pasarla elaborando estúpidos informes sobre un yonki muerto que no le importaba una mierda a nadie. Tenía otros asuntos de los que ocuparse, asuntos de faldas, aunque lamentablemente eso no significaba que follaría esa noche. Se habían denunciado varios casos de asaltos de mujeres a hombres en la zona de copas más selecta de la ciudad. "Lo que faltaba", pensó el inspector. "Por si no tuvieramos suficiente con los maltratadores, ahora empiezan ellas. Joder, ¿para esto querían igualdad?".

El alcalde estaba nervioso, así que debía hacer algo cuanto antes. Este asunto era malo para el negocio. Si los hombres no se pasaran toda la noche bebiendo mientras tratan inutilmente de ligarse a chicas 10 años menores que ellos, muchos locales tendrían que cerrar. Si cerraran, el ayuntamiento no recaudaría dinero de licencias, impuestos y multas. Si el ayuntamiento no conseguía dinero, el alcalde se ponía nervioso. Si el acalde se ponía nervioso, comenzaba a tocarle los cojones para que lo solucionara. Y no le gustaba que ese corrupto seboso y decrépito le tocara los cojones. Aunque le llevara toda la semana, acabaría encontrando a las culpables. Además, trabajar en la zona de copas no era excesivamente desagradable. "Bien mirado", pensó Murillo, "podría echar un polvo y alegar que es parte de la investigación..."


..................


En el otro lado de la ciudad, al tiempo que un hombre moría a manos de un desconocido, un ama de casa corriente tuvo un orgasmo mientras follaba con su marido. Hacía tanto tiempo del último, que se asustó creyendo que era otra cosa...


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A las 12 y 35, el conserje de una finca antigua restaurada, con ascensor enrejado y escalones desgastados por el tiempo, observaba a través de la puerta translúcida de la portería como dos de sus vecinas bajaban del ascensor. Una rubia y otra morena, una vestida con escote y minifalda, la otra con un discreto traje chaqueta tras el que dificilmente podía ocultar sus abundantes pechos. Apoyado contra el cristal con una mano, masturbándose con la otra, a la sombra que les acechaba se le caía un hilillo de baba por la comisuria de los labios.

- Putas, todas putas, con sus faldas, sus medias, sus escotes. Me provocan, me tientan, pero no lo conseguirán. No, se lo que hacen, se lo que quieren, que me encierren, que me droguen, que me maten. Pero no lo conseguirán, no señor, no lo conseguirán, yo soy más fuerte, no volverán a por mi, no volverán a por mi...

La morena y la rubia se detuvieron un momento para conversar en la entrada, justo delante de la portería. No podía oir lo que decían, pero le llegaba el calor que desprendían sus cuerpos mezclado con el aroma de los perfumes caros que utilizaban. Entonces volvió a acordarse de ella, de cuando la tuvo en sus brazos, de cuando estuvo entre sus piernas, de cuando la estranguló con sus manos...





- Ella se lo merecía, sí, claro que se lo merecía, me provocaba, me provocaba todos los días, con su faldita y su camisa blanca, se le transparentaba todo, lo hacía para provocarme, sí, lo hacía para provocarme, pero el juez no quiso entenderme. Un maricón, eso es lo que era, si no me hubiera entendido, me provocaba, nos provocaba a todos, se lo merecía, por supuesto que se lo merecía, solo hice lo que tenía que hacer...


.................


En un cruce de calles oscuro y mal señalizado, un taxi estuvo a punto de chocar con un coche que circulaba a gran velocidad en dirección al centro. El taxista detuvo el coche a tiempo, pero el otro conductor siguió su camino sin apenas inmutarse. No merecía la pena molestarse por aquello, un solo un vistazo le bastaba para saber quien era. "Un policía de paisano, seguro. Fumando con la ventanilla bajada y conduciendo como si la calle fuera suya. Tienen más peligro que los delincuentes...".

Había una tienda cerca por allí cerca, pero se obligó a entrar de nuevo en el taxi y seguir su camino. 5 meses sin fumar, debía de ser fuerte. Sacó un chicle de su bolsillo y empezó a masticarlo furiosamente. La radio escupía ordenes de manera constante, estaban en fin de semana y no les faltaba trabajo. Bajó el volumen al mínimo y decidió salir del barrio buscando calles mejores.

"Tantos policías y aquí cada vez las cosas están peor", pensó. Su ruta no era una de las mejores, precisamente. Nada más empezar el turno estuvo a punto de atropellar a un borracho. Para esquivarlo se metió sin pensar en una calle llena de prostitutas, así que tuvo que fingir que estaba ocupado para no llevar a nadie. "Carreras cortas, nunca dejan propina y ensucian el taxi", le dijo una vez su padre cuando le enseñaba el oficio. Las cosas no habían cambiado mucho en los últimos 20 años, así que guardaba todos sus consejos en la memoria como oro en paño. Nunca le habían fallado.

En la siguiente esquina unos jóvenes estaban dando una paliza a un vagabundo. Aceleró antes de que alguien pudiera leer su placa ("No quiero pasarme toda la noche dando mi declaración en la comisaría") y a punto estuvo de pasar de largo un portal desde el que una mujer le hacía señas. Morena, traje chaqueta, bien peinada, aspecto elegante y discreto. Si era una puta, tendría que ser de lujo. Y esas dejaban buenas propinas. Paró el taxi sin pensar.

Al entrar en el coche se dio cuenta de que era más joven de lo que había creido al principio. Su propina peligraba. En cualquier caso era mejor que llevar a un borracho...

- ¿A dónde vamos, señorita?

Al oir eso la pasajera hizo una mueca sarcástica, mientras rebuscaba frenéticamente en su bolsa un objeto indeterminado. Por un segundo el taxista pensó que sería una atracadora y que lo que no encontraba era su pistola, pero jamás en su vida se había encontrado con una que estuviera tan buena. Considerando que acababa de comenzar el turno y apenas llevaba dinero, casi le daban ganas de dejarse robar.





- Quiero que me lleve al puerto -dijo finalmente.- pero antes tenemos que pasar por la plaza mayor. Hay que recoger a otra persona...

Capítulo 4

Estaba nerviosa. Acababa de ducharse pero un sudor frío le recorría el cuerpo. Pronto el nerviosismo derivó en histeria y comenzó a abrir todos los cajones y armarios de la estancia.

Buscaba aquél objeto del cual le habían encomendado su cuidado y ahora no lo encontraba por ninguna parte. De la histeria pasó a gritar como una posesa, se estiraba de los pelos y pataleaba cada vez que abría una dependencia y seguía sin aparecer.

De repente, y cuando la esperanza se desvanecía y el tiempo apremiaba, lo encontró. Estaba sobre el minibar, cuyo interior estaba completamente vacío y quien sabe si en buen estado. Ella sólo bebía agua mineral y nunca lo guardaba en aquél diminuto aparato.

Lo envolvió cuidadosamente y lo metió en su bolso. Se acicaló y se arregló tan bien y pronto como pudo y salió corriendo de su apartamento.

Odiaba ese bloque de apartamentos. Hubiese preferido estar en su pequeño refugio cerca del río, pero ya no era un lugar seguro para ella. En lugar de aquél hogar confortable, había tenido que esconderse en un podrido bloque de apartamentos donde por no haber no había ni ascensor, ni tan siquiera vecinos en la misma escalera. Y por el olor que se desprendía al pasar por las puertas colindantes, ella aseveraba que dentro debía haber algún fiambre, o varios.

Salió del portal y se cubrió la cabeza con un pañuelo. Se puso su abrigo pues, extrañamente, la noche comenzó a refrescar y con paso decidido se dirigió hacia el punto de encuentro.

Caminaba bien alerta a lo que se movía a su alrededor, a veces dirigía sus ojos hacia los contenedores, por el temor de que cualquier desalmado surgiese y le provocase algún daño. No estaba acostumbrada a la ciudad, y mucho menos a este barrio degradado y peligroso, y sin embargo cercano a la gran urbe luminosa y glamourosa que asomaba a seis o siete manzanas más adelante.

Giró hacia su derecha, y mientras vigilaba las sombras y se confortaba en la seguridad de que nadie la observaba, bajo la luz amarillenta, pálida y ténue de las farolas, se dirigió a la angosta avenida que conducía al mayor centro de ocio del barrio, ocupado por dos decenas de pubs y ciertos locales de mala fama.

- "Por qué no habrá otro camino que poder atravesar para poder llegar a la Plaza Mayor?" - se preguntaba.

La Avenida estaba repleta de gente. La mayoría hombres de mediana edad y "mujeres de mala vida" como ella solía llamarlas, si es que se podían calificar como mujeres, porque muchas de ellas tenían cara de adolescentes, lo que delataba su atormentada e indisimulable juventud.

Aceleró el paso, el ruido impedía agudizar su oido, y más que nunca permanecía alerta a cualquier tipo de mirada o gesto sospechoso. Agarraba el bolso con fuerza, tanta que empezaba a notar que se le agarrotaban sus brazos. Tal era la cantidad de gente que se agolpaba en los locales, que tuvo que bajar de la acera, en el momento exacto en que alguien, que sin duda no sabía o no respetaba los límites de velocidad marcados para aquella avenida, hizo sonar su cláxon repetidas veces.

Paró en seco y observó al individuo del coche, que la miraba fijamente. Portaba sombrero, la ventana bajada, su mirada era lasciva y al mismo tiempo analítica, y consumía un cigarro con parsimonia y con evidente gozo. Pasó a su lado mientras disminuía su velocidad, la siguió observando, hasta que después de pasar a su altura continuó su camino hacia el final de la avenida.

Pudo observar que no veía más allá de una cincuentena de metros de dónde se encontraba. Una espesa niebla se debatía sobre la ciudad. Resolvió acelerar el paso pues ya estaba cerca de destino y no le alegraba demasiado tener que cruzar este obstáculo sin poder tener la certeza de que nadie la seguía.

En pocos segundos atravesó la avenida y ya inmersa en el vacío indefinido que provocaba la niebla, giró hacia su izquierda, último tramo hasta llegar a la Plaza Mayor, la cual podía discernirse confusamente como una hilera de farolas de brillante luz blanca que se perfilaba unos cientos de metros más allá.

Sus brazos empezaban a doler, agarraba el bolso con cada vez más fuerza y miraba convulsivamente a uno y otro lado pero nada le hacía sospechar que la observaban. Y sin embargo, su oído, ahora ya lejos del ruido del tumulto, le transmitió una amenaza presente. Y es que podía oir claramente otros pasos que se dirigían hacia ella, distantes, detrás de donde se encontraban, pero firmes y decididos.

Consciente del peligro, se apresuró a llegar al punto de destino. Salió del pequeño callejón y se encontró a las puertas de la Plaza Mayor. El lugar de encuentro estaba cerca de allí, pero, según pudo deducir, pues la niebla impedía ver con exactitud, allí habia dos chicas. Parecían ser una chica morena y otra rubia, con pinta de prostitutas.

- "Qué extraño, no es frecuente encontrarlas aquí" - se dijo.

Oyó un portazo a varias decenas de metros de donde se encontraba. Alguien salió de un coche. Portaba un sombrero y un cigarrillo en la mano. Y casi al instante oyó que un coche giraba en una calle cercana, oyó como derraparon sus ruedas en el húmedo asfalto y se dirigía hacia donde ella se encontraba.

Aferró el bolso tan fuerte como pudo y sus piernas se le paralizaron. Estaba muerta de miedo.


.............


El taxista no dejaba de mirarla a través del espejo retrovisor. Su belleza le cautivaba y sin embargo a ella su mirada le incomodaba profundamente. Extrajo goma de mascar de una pequeña bolsa que llevaba encima y comenzó a mirar nerviosa a través de la ventana. Estaban cerca de destino.

La mirada del taxista se centraba ahora en el bolso de la pasajera. Ahora lo tenía abierto y parecía entrever que no contenía aquellos objetos comunes que todas las mujeres guardaban en sus bolsos. Y cuando estaba a punto de descubrir qué contenía un grito le hizo reaccionar...

- "A la derecha!!! la Plaza Mayor está ahí!!! rápido, acelere!!! rápido!!!

El grito le asustó y giró el volante tan rápido como pudo, derrapando en el húmedo asfalto provocado por la niebla, que ahora se encontraba de repente delante de ellos, y aceleró tanto como pudo. La niebla le impedía ver y de repente vió a su derecha alguien salir de un callejón y a su izquierda una chica, que parecía atenazada por el frío.

El choque fué inevitable. No lo pudo esquivar.

En la radio sonaba Tom Waits - Jersey Girl.

Capítulo 5



Tras el golpe seco, el taxi se paró al instante.

- Me cago en la puta- dijo el taxista- lo que me faltaba.

Bajó del coche, ella miraba atónita la cantidad de curiosos que se acercaban al coche. Decidió bajarse para ver qué había pasado.

Dos metros delante del coche yacía la chica que acababan de atropellar, tenía el pelo cubriéndole el rostro, no se movía y nadie se atrevía a tocarla. Un reguero de sangre salía de la parte trasera de su cabeza y hacía un río hacia la alcantarilla.

En su mano parecía guardar algo. Un escalofrío recorrió su espalda al ver que se trataba de la esfera Victoria, era inconfundible por el óxido y las dos aberturas de sus extremos. Tenía que conseguirla.

Se armó de valor y fingió ante el público ser médica. Empezó unas torpes e inútiles maniobras de resucitación sobre aquel cuerpo muerto. Comprobaba un pulso inexistente y mandaba aire a unos pulmones que ya no funcionaban. Había demasiada gente observándola, no quería levantar demasiadas sospechas.

Puso el cuerpo en una posición más cómoda mientras tomaba la esfera y disimulaba guardarla en el bolso de la chica al tiempo que la escondía en su propia manga.

De repente oyó un derrapaje de ruedas y el rugir de un motor. Miró hacia atrás y vió huir al taxista.

- Será Hijoputa!!

En ese momento apareció la policía.

- Joderrr...-murmuró entre dientes- mientras seguía haciendo el numerito.

La gente alrededor estaba muy nerviosa. Nadie había tomado nota de la matrícula del taxi, más preocupados por el morbo de la sangre y todo el mundo señalaba a "la médica" como la que más sabía del asunto.

- ¿Le importaría acompañarnos?

- Pssi, claro - Notó que se sonrojaba al contestar, mientras dejaba de jugar con aquella marioneta muerta.

Llegó la ambulancia y tapó el cuerpo. La policía la interrogaba sobre el taxista. En una llamada les informaron que además había perdido la placa SP que le identificaba como taxi en su huida. Todo se complicaba. Notaba que la miraban como culpable, y eso no le estaba gustando. Sentía que la estaban cargando con el muerto, nunca mejor dicho.

La esfera seguía escondida en su manga, la notaba allí al hacer aspavientos con las manos dando explicaciones. Pensó que se le podía caer y metió la mano en el bolso para guardarla, mientras cogía otro chicle.

Miró la hora. Tenía 45 minutos par llegar al puerto.

El que hacía de "poli malo" la observaba con mosqueo desde hacía bastante rato. Notaba sus ojos clavados en su cara, en sus manos, podía notar como analizaba todos sus movimientos.

- Perdone, ¿Le importaría que echáramos un vistazo a su bolso?

Capítulo 6

El tipo escuchó una frenada y un golpe... a pesar del cansancio, se levantó de la cama y se arrimó a la ventana, no se veía nada... debió ser en la otra calle... él no tenía ninguna ventana para ese lado... se quedó mirando y vio pasar alguna gente casi corriendo, seguro que rumbo al accidente. Y bueh... “hay que mirar para los dos lados antes de cruzar”, resonó en su cabeza la voz de su vieja, cuando él era niño...

El tipo se tiró en la cama nuevamente, sin ánimo de nada. Se sentía como una isla. Lejos de su país al que tanto putea, pero del que no se puede desprender. Al final, los “gayegos” eran tan amargos como los argentinos. Y la vida en Europa era tan gris como en todas partes. Sabía que a su alrededor se cocinaban miles de historias, pero no lograba comprometerse con ninguna. Sabía que en su edificio de departamentos (una ratonera, gris, bastante sucia y deprimente), pasaban toda clase de cosas.

Mientras se estiraba en la cama y se entregaba al sueño, escuchaba los ruidos que lentamente se le volvían familiares. Alguien arriba escuchaba la radio... la tos asquerosa de un viejo... un lejano ruido de algún auto que aceleraba en la esquina... el chorrito de agua del inodoro que perdía...

Al llegar, desde la calle, había notado que algo malo ocurría... policías de civil y de los otros... decidió no perder tiempo en explicar que no tenía ni idea, con el cansancio que traía... así que dio toda la vuelta al edificio para subir por las otras escaleras, así no los interceptaba.

Lo mismo estaba curioso, quería saber si había algún muerto, si era un caso pasional, si era un robo o un ajuste de cuentas. Pero estaba demasiado cansado como para pensar en eso. El evento (fuera lo que fuera) era en el 2º Piso... bastante cerca de su mugroso departamento.

Y tal vez ya fueron dos muertos en apenas un rato... el del edificio, y el de la calle, atropellado. La gente se muere como moscas en todas partes del mundo. Y lo mismo, nada se detiene. Nadie es TAN importante. Los muertos solo son importantes para un minúsculo grupo. Tal vez, el que murió en el edificio, fuera el hijo de alguien, el padre de alguien y el esposo de alguien y esa muerte iba a cambiar sus vidas definitivamente... el atropellado de la calle... era probable que su familia tardara un rato antes de saberlo... qué raro saberlo primero...

Se revolcó un poco en la cama deshecha, pensando que podría levantarse y sacudir las sábanas, se sentían arrugadas y con pequeñas partículas que le arañaban la piel.. pero no lo hizo. Su desgano era tal que ni para pensar en mujeres estaba.

También! Al cabo de un día de trabajos forzados como el que había atravesado... es cierto que la guita le hacía falta, pero no hubiera estado dispuesto a dejarse tratar así en la Argentina. Lo mismo, por suerte, allá nadie sabía de qué trabajaba... ni su familia ni sus amigos. Sólo se ponían contentos y fantaseaban sobre lo bien que le iba. Se imaginaba a su madre hablando con la vecina acerca de su progreso en España y del dinero que todos los meses mandaba. ¡Les mandaba una quinta parte, pero claro... el cambio a 3 por 1 hacía que pareciera mucha guita! Pobre vieja...

Cuando estaba por dormirse, una sensación de vértigo muy fuerte lo hizo sacudirse y despertar. No estaba seguro que fuera la típica caída antes del sueño... sintió como la piel de las piernas se le erizaba... había alguien en la habitación.

Sin moverse, aparentando estar dormido, trató de agudizar la vista en la oscuridad del cuarto. Había alguien ahí... si se moviera... decidió hacerse el dormido, porque si alguien estaba en su cuarto, tal vez sólo le robaba y se iba... Se quedó muy quieto, esperando que el intruso no escuchara cómo le latía el corazón.

Percibió un perfume, levemente... más fuerte... si, había alguien... y por el perfume, debía ser una mujer... ¿qué hacía una mujer en su departamento? ¿estará robando?.. jamás va a encontrar el escondite del sueldo... Un ruido, leve, como el que hace un hueso de la mano... nada... nada más

Finalmente... nada se movía, así que se levantó, tuvo que cruzar todo el cuarto para prender la luz, porque no había velador en su mesa de noche.

Nadie.

La puerta, abierta... esa puerta ruidosa no había hecho ningún ruido esta vez.. Miró detenidamente todo su departamento, estaba todo igual, no faltaba nada, tan desacomodado como lo recordaba al acostarse... Cerró la puerta, con doble llave, sin dejar de pensar que ya la había cerrado al entrar...

Automáticamente se acercó a la ventana.

Se quedó mirando cómo bajaban por las sucias escaleras en una camilla, a alguien, que debería estar muerto, porque le habían tapado la cabeza. Por suerte había entrado por la otra escalera, sino, todavía estaría dando explicaciones de que no conocía al muerto ni sabía nada del asesinato.

Tal vez no fuera un asesinato, solo uno que estiró la pata.

Se quedó mirando hasta que desparecieron de su ángulo visual todos... el muerto, los policías, los testigos que iban rumbo a la seccional a dar su testimonio.

¿Y ahora cómo volvía a dormirse?

Se acomodó contra la pared, y se quedó mirando por la ventana, mientras escuchaba su reloj comerse los segundos.

De pronto, desde uno de los sucios agujeros, que era como se veían las puertas de las salidas de emergencia desde su ventana, salió una mujer... caminando decididamente, pero con cautela, mirando hacia todos lados. Vestida como una puta, minifalda muy corta y escote exagerado. Ya la tenía vista... vivía en el edificio... la morocha. Un día de estos, la iba a encarar.

Capítulo 7

“Cuantos hoteles, cuantas camas desconocidas, cuantas botellas de whisky del malo, cuantos paquetes de cigarros abandonados sin acabar, cuantas fotos distintas, tantas como DNIs distintos, a cada cual más falso, a cada cual con más secretos, cada uno con una foto diferente, un nombre distinto. Deben estar callados, deben ocultar tantas cosas. No es fácil ser mujer…-¡y una mierda!- piensa la sin nombre. Sí que es fácil, y divertido, lo que es difícil es soportar algunas situaciones, miradas de desprecio, de superioridad, de infravaloración. –Yo pienso con la cabeza- afirma la sin nombre, ahora debía pensar con ella, ahora de verdad, esto no era un juego.


-¿Dónde coño estoy?-, ahí no debía estar, era un apartamento normal y corriente, ahí no había señales de vida, ahí no estaba el trabajo, ahí no había nada. La habían citado en ese mismo bloque, pero desde luego no en ese apartamento. Entró en la cocina, abrió la nevera y cogió un zumo de naranja y se lo bebió, lo dejo encima de la mesa. Se propuso salir con cautela, si el piso verdaderamente estaba solo en ese momento no era conveniente que lo vecinos escucharan ruidos provenientes de él. Al salir vio una foto, en un marco de plata que parecía regalado. Era un chico joven con su madre, con su madre o con su tía, qué sabía ella, lo único que sabía es que ella también había tenido madre, pero no tenía demasiadas fotos con ella, ni marcos de plata, ni esas cosas. Salió de la casa y subió las escaleras, las escaleras que le faltaban.


-¿Cómo he llegado hasta aquí?- se preguntaba mientras subía las escaleras, podría haber acabado peor, bueno… nunca se sabe, cualquier situación puede ser peor, cualquiera, todavía no se ha inventado el infierno en la tierra, ¿o sí?, puta, yonki, puta y yonki, ella le daba vueltas a su existencia, no, no era ni puta (a pesar de tratar de aparentarlo) ni yonki (a pesar de ser adicta, adicta en general) era… no tenía muy claro lo que era, se ocupaba de asuntos sucios, tan sucios como ella, ella se sentía así, sucia, pasaba horas y horas en la bañera, lavándose el cuerpo, con insistencia, luego los dientes, el pelo, las uñas, eso, eso era lo que mas le costaba limpiar, la sangre seca en las uñas.


Se sentía Dios, Dios con unas botas hasta las rodillas. Dios con aires de superioridad, un Dios con más cojones que quienes los tienen de verdad. Eso era ella, Dios, así se sentía, antes de llegar a su bañera. Ella sabía que no debía pensar en otras cosas, que tenía que estar bien atenta, no se podía distraer, y menos ahora, ahora que pisaba una vieja alfombra roja, que señalaba el camino hacía la puerta exacta, hacía la correcta, el 4ºB, ahí era, ahí la habían “citado”. -No hay nada como un trabajo bien hecho- le habían dicho, ella estaba de acuerdo, si lo haces lo haces bien, además el chico es un gilipollas, es un trabajo rápido que no te costará lo más mínimo. Ella no estaba de acuerdo, no solía fiarse de cualquiera, y mucho menos de un hombre que no conocía de nada, o mejor dicho, mucho menos de un hombre.


Metió su orquilla en la cerradura y empezó a buscar la palanca mágica que abría la puerta, estaba tranquila, en ese momento, lo estaba, incluso se permitió el lujo de pensar en sus cosas, y si hubiera acabado puta, y si hubiera acabado yonki, eso ya lo había pensado antes, ¿por qué estaba tan asustada?, quizás ella supiera que ese sería su futuro de aquí a unos diez años.


De repente se abrió la puerta con brutalidad, no le dio tiempo a reaccionar cuando ya estaba agarrada por los pelos, el hombre la metió en el piso y cerro la puerta de un portazo. Aun la sujetaba de los pelos y ella ni gritaba ni gemía, sabía lo que había. La lanzó fuertemente contra la pared, y ella chocó con la cabeza. Mierda. Ahora sangraba por la nariz. –Así que me han mandado a una putita, no, si al final hasta me voy a divertir-, ella sonrió, se podría decir que había hasta complicidad entre los dos, cierta complicidad, de hecho, se seguían mirando a los ojos mientras ella bajaba la cremallera de sus botas, seguían mirándose incluso cuando ella sacó la pistola de ahí abajo. Grandes botas, gran pistola. -¿Qué haces?-…-Nos lo vamos a pasar bien, sí, sobre todo yo-”

Capítulo 8

El alboroto afuera de pub llamo la atención de Jack, que esa noche había decidido salir a tomarse un par de cervezas con el afán olvidarse un poco de Lucille, la cual en los últimos días había acaparado todos sus pensamientos, sus acciones, su particular visión trágica de la vida.
Sabia que enrollarse con una chica comprometida no era buena idea, mas aun si la tía llevaba mas de 5 años con el imbecil de su novio, pero al final su atracción por ella lo obligo a intentar conquistarla, como quien se lanza de bruces al vació y ahora estaba pagando el dolor de la caída.

- No puedo dejarle, sabes que soy todo para él.
- Pero entonces… ¿debo entender que no sientes nada por mí?
- No es así Jack, sabes que esto es más complicado.
- Entiendo, entiendo perfectamente…


Sin decir más se marcho de la ciudad al día siguiente, de nuevo en la carretera, en la vieja Harley, con una botella de wiskey dentro de la vieja chamarra de mezclilla, y la vaga idea de comenzar de nuevo, lejos, en alguna otra parte donde los recuerdos no fueran capaces de alcanzarle.

- Han atropellado a una chica aquí afuera…

El aliento alcohólico del gilipollas que se sentaba a lado suyo en la barra lo saco de su estado de melancolía, encendió un cigarrillo y con la cerveza en la mano decidió marcharse del lugar, no estaba de humor para soportar platicas morbosas de un desconocido. ¿Por qué coños la gente siente el desesperado impulso de platicarte cuando ha ocurrido un accidente cerca, aun sin conocerte?

Le costo trabajo salir del lugar, la entrada estaba casi bloqueada por el gentío que se arremolinaba para ver desde ahí el accidente, entonces, justo a la entrada un empujón lo estrello contra la pared del establecimiento.

- ¡¡¡ Así que tu eres el paleto que le estuvo mirando las piernas a mi chica toda noche !!!
- ¡¡¡ Déjalo, el no es… ya cálmate !!!

El tipo estaba completamente furioso y drogado, una chica rubia, algo bajita, con un escote que provocaba vértigo jalaba del brazo al tío que parecía salido del catalogo de delincuentes mas buscados edición especial…

- Escucha amigo, no quiero problemas, creo que esto es una confusión…
- ¡¡¡ Me estas llamando mentiroso, hijo de puta !!!

Genial, justo lo que necesitaba, un maldito celoso cabreado…. Este era uno de esos días en que Jack sabía que no había debido bajarse de la cama.

Esquivo el primer puñetazo y eso le dio suficiente ventaja para estrellar la botella de cerveza en la cabeza de Otello versión junkie…. Lo cual había sido un error, pues ahora los polis que estaban parados junto al cadáver de lo que parecía ser una chica en la cera de enfrente le gritaban que no se moviera, Jack por supuesto, iba a hacer exactamente lo contrario….

Corrió hasta la esquina y los polis venían detrás, era nuevo en la ciudad así que no sabia exactamente como coños despistarlos, además la Harley estaba en la dirección opuesta.

Al doblar la esquina se encontró un viejo camión destartalado, y sin dudarlo se lanzo debajo de el, los polis pasaron de largo…

Salio de debajo del camión y a paso veloz enfilo de nuevo al pub, no pensaba dejar la Harley ahí… pero justo antes de llegar la voz de una chica que gritaba lo hizo girar en redondo, entonces recibió un puñetazo de lleno en la cara, Otello volvía a la carga, con la cabeza sangrando…
Jack asesto un golpe de lleno en nariz del cabron, el cual cayo como fulminado por un rayo al piso.

Jack se llevo las yemas de los dedos a la boca, el desgraciado le había partido el labio, los sollozos de la chica bajita rubia provocaron cierta compasión en el, de vedad no tenia nada contra aquel tipo, el se lo había buscado…

- Disculpa dulzura, no era mi intención…
- No te preocupes, siempre hace lo mismo, espero que esta vez escarmiente.

Jack caminaba de nuevo hacia el pub, se preguntaba ¿por que carazos chicas tan lindas terminan con patanes como aquel? ¿Por qué demonio una salida tranquila a tomarse una cerveza se había convertido en un mal episodio de dimensión desconocida?

Al llegar a la Harley se monto, mientras encendía un cigarrillo una chica le toco el hombro….

- Escúchame, por favor, sacamé de aquí…

La chica era bastante atractiva, parecía esconder una pelota en la mano izquierda dentro de la manga.

- Escucha cariño…. Yo no soy un puto taxi.
- Por favor… sácame de aquí…

Solo eso bastaba para que Jack se olvidase de Lucille, una mujer atractiva en una barrio de mala muerte y al parecer en problemas mas complejos que una simple carrera contra unos polis, estaba mas claro que el agua, esta noche no iba a ser como las demás, no señor….

- ¡ Súbete !

La chica rodeo con los brazos la cintura de Jack, el rugido de la Harley opaco por una milésima de segundo la música que salía de los establecimientos… no cabía duda, estaba de vuelta en acción, OH sí señor….

Capítulo 9

Un cigarro, otro, el humo haciendo esas endiabladas figuras que no puedo describir, y esta tia que no viene. Por ahí viene una moto, no, son dos, no es ella. No sé por qué hemos quedado en el puerto, todo es gris, feo, solo se ven ratas ir y venir, está muy solitario, podría tener problemas.

Ah pues sí, es ella, se acerca a mí, va vestida como una prosti, no me gusta nada. ¿Quién me mandará a mí meterme en estos lios?

-Hola, perdona el retraso.
-Hola, no ha sido tanto.
-A última hora un imprevisto.
-¿Quién era el de la moto?
-Nadie, nada importante.
-Pues aún está ahí esperando.
-Le he dicho que se marche pero no hay manera.

Nos vamos hablando hacia un bar, ella dice que conoce uno, yo no he visto ninguno, pero bueno. Llama a la puerta de un almacén, no hay luz, parece vacío. Contestan, sí hay alguien. Entramos en un tugurio que ni es bar ni es nada, la barra es un tablón sobre dos pares de columnas hechas con las cajas de cerveza. Casi no hay luz, hay muy poca gente, normal. Nos acercamos a la barra, pedimos dos cervezas, no hay nada más.

No sé como salir de los lugares comunes, toda la conversación es insustancial, para hablar del tiempo no vengo desde mi casa a este antro.

-¿De qué conoces este sitio?
-Negocios.


No la saco nada. Parece muy segura de sí misma, yo no, esta situación no me gusta. No pinto nada aquí. No se me ocurre ninguna excusa buena para largarme.

Capítulo 10

Ese accidente que acababa de ocurrir no había hecho más que causar una confusión aún mayor en el parasitado cerebro de él; su boca sabía a gato muerto, no le apetecía despertar y volver a esa rutina de tomarse un café a las cinco y media de la mañana, porque pese a aguantarlo cada mañana él odiaba el café. No podía, no, no podía caer en el maldito sueño, tan solo quería alzar sus brazos y perderse entre las nubes como en algún onírico final de cualquier historia meramente insustancial pero a su vez tan hermosa…
Comenzó a dar vueltas a lo largo de la habitación, miraba tras la ventana de vez en cuando, y en uno de esos instantes vio a esa tigresa de garras bien afiladas que se había colado hace un momento dentro de su establecimiento, montándose en una moto pilotada por un rostro anónimo, anónimo incluso en este país, de esos a los que aquí se les suele guiris, o al menos el tipo tenía esa pinta: Vestía con cuero, botas de cowboy y un enorme parche de un águila calva sobre la bandera de los estados unidos en su espaldera, era rubio con barba, sostenía un cigarrillo en su boca, e incluso por nombrar otro detalle, llevaba la bandera de los “states” en el depósito de gasolina de su flamante y llamativa Hurley Davison; parecía creerse Willem Dafoe en Calles de Fuego o alguna parida de esas… Desde luego ese atuendo no era muy común en los por él denominados gallegos.
Ante su situación, él decidió vestirse con lo primero que agarró, lo que más a mano tenía, e introducirse en esa ciudad como otro ser noctámbulo, otro transeúnte cualquiera en medio de la oscuridad al que no le importara lo que fuese a suceder mañana; pero no, él no se lo podía permitir, tan solo era un currito emigrante que debía cobrar un salario de mierda para enviárselo a su desfavorecida familia que vivía en su a ratos añorada Argentina. Pero ¿Por qué a él? Era algo que no paraba de pensar, andaba introducido en su subconsciente, perplejo, confundido, dándole vueltas y vuelta y más vueltas al asunto que acababa de suceder… qué haría una mujer a esas horas dentro de su ratonera, y qué es lo que haría él al respecto, acaso esa mujer tenía algo que ver con el atropello, para quién trabajaría, a qué se dedicaba…
Qué hacer, qué hacer, qué hacer… Se tumbó en el camastro mientras la duda quedaba suspendida en su tan maltrecha materia gris. De pronto cerró los ojos como las compuertas de un avión y volvió a sentir ese olor a perfume que le había impregnado por completo, era algo tan glorioso, tan sumamente hermoso, tan gratificante… esta vez parecía brotarle del corazón, no podía sacarse a esa puta u honrada mujer, o lo que fuese, de la cabeza. Instantáneamente abrió sus machacados y rojizos ojos y se levantó apresuradamente, y es que a veces el corazón se impone ante nuestros más racionales, pegó un trago a su empezada botella de whisky y la reventó contra el suelo del apartamento, acabando de discurrir el hecho de qué debía hacer.
Puede que esa mujer hubiese allanado su fangosa morada, puede que hubiese producido esos disparos procedentes de otro apartamento, puede que su destino fuera fatal, puede que si se encontrase con ella la haría locamente el amor o bien la mataría, puede que ya fuesen más de las doce de la noche y probablemente perdiese su trabajo, pero a quién le importaba. Cogió la navaja que su abuelo gallego consiguió en la guerra civil antes de emigrar a Buenos Aires y se sumergió en el decadente ambiente urbano que apesta en las noches. Pensaba expandirse como la bomba atómica, como esa vieja canción que vuelve a dominar tu cuerpo, nadie iba a impedirle estar frente a quién quiera que fuese esa maldita fémina.

Ella se encontraba en ese antro con el motorista, en ese antro tan vacío que pronto se convertiría en un bizarro espectáculo de sexo bestial y sangre a borbotones. De pronto una luz se encendió alumbrando una destrozado escenario en el que un espantapájaros roído por las ratas se encontraba frente al micrófono, y de repente comenzó a sonar dentro del establecimiento el tema “There goes my baby” de los Drifters… Jack estaba perplejo, no sabía qué decir ni qué hacer, le pareció todo tan extraño… además por qué cojones abría accedido a entrar en ese pseudo garito del tres al cuarto, qué se le había perdido ahí; la verdad es que lo que estaba claro es que ella le ponía muy cachondo y ya no tenía nada que perder, o al menos eso pensaba…

Te noto un poco tenso.- Dijo ella.
…- Jack la miró un tanto confuso.
No te preocupes por eso, es puro y simple fetichismo ¿no te gustan los Drifters? A mí me traen muchos recuerdos, recuerdos de cuando era una cría de catorce años ¿me entiendes cuando te hablo?- Jack asiente con la cabeza- … una niña de catorce años, jamás volveré a serlo… con esa edad aún vivía en el campo, a mi padre le encantaba el “Soul” americano de los cincuenta / sesenta: los Platters, B.B. King, Otis Redding…siempre nos lo ponía después de cenar, a mi hermano y a mi nos encantaba, a mi hermano en particular los Drifters le estimulaban sexualmente… je…recuerdo cuando me violaba, desvirgaba mi clítoris de púber al ritmo de esta canción, no me daba miedo, ni siquiera causo un trauma en mí, mi hermano era un enfermo y habíamos aprendido a vivir con ello, el día que lo mataron a garrote vil esos pueblerinos lloré como una niña sin padre, había cortado las ubres de las vacas de un ganadero vecino nuestro y había intentado beberse la leche que contenía, no le mataron a garrote vil exactamente, es solo que el tipo tenía un garrote y le hizo añicos con él- Jack comienza a sentirse incómodo- jeje… no es cierto lo que te he dicho, a mi hermano no le gustaban los Drifters, pero me violaba con toda intensidad.

La canción comienza a cesar, ellos se habilitan frente a la barra en silencio, como si estuviesen meditando en sus cosas, ella con una pequeña sonrisa y él con un gesto anonadado en su expresión facial. De pronto una figura tácita apareció dirigiéndose hacia la barra, parecía vampírica, tenebrosa, una especie de freack inusual… Ella y el supuesto barman le miraron fijamente y sonrieron, sintió que algo le lamía la oreja, se dio la vuelta y vio a un hombre engominado y con maquillaje de mujer mal puesto en su cara, Jack le soltó tal puñetazo que la sangre salpicó contra la pared, probablemente acaba de desencajarle la mandíbula; se sentía violento y violentado, nervioso, desorbitado, confuso, perdido… Una mujer musculosa que debía medir casi dos metros de altura, vestida de matón de los años treinta, le impedía la salida, Jack intentó salir del local pero la mujer le golpeó hasta dejarle inconsciente.
De pronto Jack despertó observó a su alrededor, todos los allí presentes estaban realizando una orgía, una enormemente grotesca y oscura orgía, estaban todos rociados de sangre, la lamían a lo largo de sus cuerpos, se amontonaban unos encima de otro, era un festejo propio del peor pero Calígula pensó, sus ojos comenzaron a desorbitarse, sentía un intenso dolor, de quién sería esa sangre, sería de él; enfrente suyo se encontraba el micrófono, estaba atado a ese maldito espantapájaros, por qué harían eso, miro hacia abajo y comprendió de dónde había salido todo ese caudal hemoglobínico, bajo él había un charco de sangre, echó un vistazo a su cuerpo y se percató de que le faltaban las manos, tenía todo el cuerpo rasgado, estaba hecho unos zorros de persona, pegó un enorme grito de dolor, intentaba estremecerse pero no podía, todos le miraron, las lagrimas, la mucosidad y la saliva inundaban su cara, todos le miraban, recorrió su mirada alrededor de ellos y pudo distinguir a ella, no estaban sumergida en ese frenesí sexual tan inhumano, se encontraban en una esquina del antro observando todo mientras fumaba un cigarro, pensó que no le pegaba fumar,, de pronto `perdiendo los estribos comenzó a reírse como un esquizofrénico cualquier, reía a carcajadas, parecía que gritaba de felicidad, era la imagen más asquerosa y tierna que jamás ella hubiese visto. De pronto Jack sintió una punzada de gran fuerza e intensidad en su cabeza y no vio nada más.

Son las seis y cuarto de la mañana en un cuarto de hora nuestro amigo argentino tendrá que estar fichando en el trabajo. Después de una noche buscando a una mujer desconocida que sin embargo era el único mecanismo que hacía rotar sus pensamientos, con un insomnio incontenible, con un sabor en la boca que parecía que la hubiesen usado de cenicero, insoportable, después de haber pasado una de las noches más desconcertantes de su vida, de que niñas de quince años intentasen follarle a cambio de unos billetes, llega cerca del puerto y ve como unos pescadores se encuentran rodeando una farola, están hablando con la policía, él mira a su lado y ve sentado a un muchacho dibujando el suceso y le comenta lo que ha sucedido, él anonadado se acerca caminando indeciso a la farola y se fija de que hay un tipo colgado en ella, pero lo que le impacta ante todo es que es nada menos que el motorista; le habían clavado dos tachuelas en cada ojo, su sangre chorreaba contra el suelo, contra ese malito asfalto que le atrapaba en medio de la neblina, su cuello estaba atado con gran fuerza y apretado en la soga, su cara morada e hinchada a la vez que empapada de flujo hemoglobínico, le faltaban las dos manos, quién sabe lo que habrían hecho con ellas, pensaba en la escena, y en donde se había metido, comenzó a pensar que no había sido buena idea buscar a esa señorita, pensó en cómo podrían pasar cosas así en la ciudad en la que él habitaba, pensó en la familia del americano, en que ahora podría estar jugando a… yo qué sé… Volleyball en el jardín del establecimiento de Ohio, pensó en que no eran conscientes de lo que le había sucedido… Y es que aunque no conociese su vida, que podría ser un bala perdida que jamás hubiese tenido a nadie en la vida, que no le importase a nadie… no podía dejar de ponerse en su situación, porque él era otro hombre procedente de las américas inmerso en la sociedad de este país, y era una gran coincidencia que ambos cayesen en la trampa de esa chica. El rostro del motorista parecía que le miraba pese a carecer de ojos, parecía que le estaba llamando, parecía Jesucristo, parecía su padre, su madre, el hijo que nunca tuvo… Apartó asqueado la mirada y se tiró al suelo de la calle intentando vomitar, pero no hallaba las arcadas necesarias para tal acto, hallaba el vómito del mundo pero no el suyo.

Miren a ése.- Dijo un pescador.

Él se levantó.

¿Se encuentra bien?- Dijo el oficial de policía.

Él hizo una seña con la mano y se levantó tambaleándose, llegó hasta la acera y se sentó al lado del joven dibujante de nuevo, había comenzado a dibujarle a él tendido en el suelo. No se hablaron, de pronto como un espíritu aparecido surgió caminando de entre la niebla ella. Parecía tan inalcanzable, tan por encima de todo y de todos, pasó frente a ellos con aire de superioridad, él sintió mariposas en su estómago, mariposas enfermizas que a continuación le presionaban contra una asfixia incontrolable que le quitaba las ganas de existir. Se levantó, abrió la navaja, la mujer seguía caminando como si nada ocurriese, tan segura de sí misma que además de provocar un incuestionable deseo sexual provocaba un odio innato en él, odiaba y amaba a esa zorra que tan por encima de él creía estar. Pensó en tumbarla contra el suelo y apuñalarla mientras la comía desinhibidamente los labios sin llegar a penetrarla, pero de nuevo un nudo en la garganta sobrevino en él, y se volcó contra el suelo esta vez no pudo contener el vómito. El chaval al ver que empuñaba el arma blanca supuso que la iba a usar contra su amada, su única e insustituible musa… Rápidamente avisó al oficial de policía, este le agarró y le levantó mientras él se ensuciaba con su propio vómito. Mientras era esposado ella miró hacia atrás y lanzó una sonrisa, cosa que a él sin saber por qué, le enterneció.
Una vez en el coche pensó fatalistamente que probablemente ya no habría camino de vuelta a casa.

El cadáver respondía al nombre de Jack, era de nacionalidad estadounidense. Corto.- Dijo el policía por la radio.
¿Estadounidense? ¿No tendrá algo que ver con la chica yanqui que apareció ayer atropellada? Corto.- Le respondieron.
Ni idea, es posible. Corto.

De pronto a la cabeza de él cada vez vinieron más dudas, ¿Qué coño sucedía? Ya no le importaba, no quería saber nada, debía esfumarse; probablemente estaba bien jodido.

Capítulo 11

De pronto vinieron más dudas, ¿Qué coño sucedía? Ya no importaba, no quería saber nada, debía esfumarse; probablemente estaba bien jodido.

Un monstruo... siempre la imagen de un monstruo venía a mi cabeza cuando cerraba los ojos intentando dormir. Me sentía triste pero con cada trago el alcohol me sedaba un poco más y olvidaba por momentos lo que me había llevado a ese estado. Después de ocho largas horas de vuelo, una cena de avión y cuatro vasos de vino, no tenía intenciones de esperar sentado por largo tiempo. Ella y las maletas se habían quedado en algún lugar y yo no tenía muchas opciones mas que desaparecer en esta ciudad sin nombre, esperar que alguien se acercara, un imbécil que pensara que alguien como yo, débil, frágil e indefenso podría ser una presa fácil. Me ofrecería un cigarro, lumbre, quizá hablaríamos un poco del clima y después lo intentaría, pobre.

Entre tanta gente nunca me había sentido tan solo, pero me gustaba la sensación de pensarme alguien diferente. Si me dieran a escoger, tendría una vida regular, iría a la escuela, tareas, ensayos de último minuto, me gustaría caminar por las calles sin pensar, caminar por caminar, dormir por dormir, soñar. Pero no, no tenía tiempo para pensar en eso... las imágenes y las ideas no me habían dejado dormir en días... imágenes que no eran mías, quizá una historia que había leído en algún lugar, en alguna terminal olvidada, en algún hotel sucio, imágenes de dolor...



Las imágenes y el callejón se acabaron y luego su voz "você vive a vida somente uma vez"; el calor en la espalda, la sangre, el miedo, el dolor, el monstruo detrás de mi, un animal fuirioso, no alcancé a voltear. Tocarle, eso hubiera sido suficiente. Cazador cazado, ... ¿por qué Eva?

Capítulo 12




ACTO I:
Paul abrió los ojos. Se levantó sangrando por la nariz, otra vez. La noche era su única aliada, proporcionándole el pequeño consuelo del sueño.
Salió de casa apresuradamente, y se dirigió a la biblioteca. Era un perro de presa, y debía olfatear primero algo para dar alcance, y cazar.

La Enciclopedia Británica era la primera parada.
“Walter Severus Gronpius: 1540-1611, afamado mago y alquimista, bajo la protección de Rodolfo II de Habsburgo, y rival del otro protegido de éste, Michel Sendivog, discípulo del misterioso alquimista Alexandre Séthon.

Severus construyó una máquina cúbica de la que salían unas varillas, que acababan en unas esferas, las llamadas esferas de la victoria, de oro macizo. Nadie sabía para que servia exactamente el artefacto, pero Severus aseguraba que era un arma de gran poder que cambiaría el mundo, y quería reunir a varios sabios en una especie de Proyecto Manhattan medieval. Su muerte dejó inconcluso el artefacto, y las esferas se vendieron o fundieron. Una esfera de Severus, llamada también de la Victoria, es hoy en día un artículo raro y apreciado, de gran valor...”

Paul recordó la conversación con su jefe, El Barón. El Barón deseaba a toda costa las esferas. Sabía que Paul no se negaría, pero aún así…
-Si me las consigues, te pagaré el tratamiento, cualquiera que sea.
-Señor de Coubert, las palabras se las lleva el viento. Y yo no tengo tiempo que perder.
-Tienes mi palabra. Y la de mi hija-Paul sonrió brevemente. Dulce látigo, vanas palabras. Todavía recordaba el gentil y cruel rechazo de ella.
De hecho Paul y el Barón jugaban al juego de mantener las apariencias, sin engañar a nadie, ni siquiera a si mismos.
Paul no tenía remedio, los dos lo sabían. Moriría pronto. Pero, pensó Paul, la vida esta muy sobrevalorada…

Lo que el Barón hacía es darle algo que morder, un horizonte, un objetivo, más allá de sentarse de brazos cruzados y esperar a caer muerto al suelo. La curiosidad. Algo interesante. Un poco de aire fresco. Poco más...

Empezó por visitar a los anticuarios más famosos...sin resultado.

Hasta que en cierta tienducha de segunda un hombre semejante a un jugador de rugby retirado, le dijo algo que le gustó, que le gustó mucho.
-Si, hemos vendido algo semejante. No me sentía cómodo en este barrio con algo de tanto valor. Ha habido demasiadas muertes, asaltos, atropellos...Parece que todo el mundo se hubiera vuelto loco a la vez…
-¿No lo estaban ya desde siempre?-escupió Paul.- ¿Dónde tiene el baño?
-Al fondo a la izquierda.

Paul caminó deprisa, cerró la puerta tras él, y echó las tripas. Las cosas no iban bien. Abrió su mochila y examinó la jeringuilla que le había dado su amigo médico. Todo ardía. El dolor es parte de la belleza de estar vivo. Y una mierda, pensó, no soy un escapista precisamente: No suelo anestesiarme.

Recordó los ingenuos tiempos de su juventud, en el grupo nihilista CERO. Intentaban cambiar el mundo o destruirlo en el intento. Cinco individuos descontentos, cansados, enfadados, destructivos, como todo el mundo, pero sin domesticar. Pequeños boicots a las multinacionales que no cambiaron nada...
Echaba de menos estar equivocado. Ahora le sobraba la razón. Mierda, dijo al sentir la droga en su cuerpo. Puta mierda.

INTERLUDIO:
Al inspector Murillo se le acumulaban los cadáveres en el escritorio en forma de expedientes. No despedían el mismo hedor de la muerte, pero podía ver como los casos más antiguos clamaban por una solución, podía oír los gritos de los muertos esperando una autopsia mientras los forenses ejercitaban su derecho a la huelga.
Los muertos se mezclaban, uno no sabía si era una epidemia, si era un mismo asesino.

El conserje de una finca asesinado por unas putas parecía no tener nada que ver con un motero brutalmente despedazado en la zona del puerto, y éste no parecía relacionarse con un misterioso viajero con pasaporte alemán falso, que recién llegado al país, encontró un callejón apropiado para morder el polvo.
La mierda empezaba a llegarle al cuello, pensó Murillo mientras atacaba un bocata de tortilla.

ACTO 2:
Todo es muy extraño. Paul, medio drogado sentado en la taza del inodoro reflexionaba en sueños.
Un desconocido llega a una tienda y pregunta si han vendido un artículo de gran valor, y el anticuario sin saber quién es empieza a hablar por los codos.
En ningún momento ha dudado. No me ha preguntado si era policía; solo me ha dicho lo que quería oír, se dice Paul.

-Tengo que huir de aquí-murmura. Se incorpora con dificultad. Abre la puerta del servicio y camina tambaleándose como un borracho. Efigies en mármol italiano, cabezas de ciervos y santos tallados en madera le rodean. Él mismo siente sus pies como plomo. Recita un poema en su cabeza confundida

(forjado del mineral humano, bardo de bronce
que modela su espectro en el metal,
ando por las escarnas de este mundo gemelo
mi fantasmal mitad en su armadura
se aferra a mi marcha de esposado
por los corredores de la muerte)

El anticuario le observa atento. Le da una dirección escrita en un papel.
-Aquí está lo que buscaba, la dirección del cliente...Pero también es un profesional de las antigüedades, que solo abre de 9 a 12...
-Muchas gracias-Pronuncia despacio paladeando las mentiras.

No te fíes Paul, piensa incoherente, abre la puerta, oye un ruido de campanitas y sale a toda prisa de la tienda como atrapado en una pesadilla. Paul no esta de moda hoy. Paul no tiene suerte. Paul se puede dar con un canto en los dientes si llega vivo al lunes.

Comienza a correr calle abajo, da un rodeo a la manzana; choca con una mujer y su carro de la compra y sigue corriendo como si le fuese la poca vida que tiene en ello...
Se desliza por el callejón de detrás del anticuario...no puede pensar con claridad, pero no le importa...sube por la escalera de incendios y salta a la ventana del cuarto de baño que ha dejado abierta…apenas hay un metro...se mete a trompicones...

Oye una voz femenina:
-¿Qué quería ese?
-Nada, un sabueso buscando las esferas…le he dado cita con el Señor Muerte...El Señor Muerte tiene la agenda repleta esta semana...no da abasto...
-Quien algo quiere...Debo encontrar el resto...Ahora me tengo que ir. Volveré para darte tu parte.
-De acuerdo.
Paul sale de nuevo por la ventana, y se cae al suelo...

ACTO 3:
Después de esperar escondido tras un contenedor a que saliese la mujer, después de seguirla por toda la ciudad, de verla devorar las almas y matar como un animal, de ver amanecer en el puerto en compañía de los muertos, silenciosos amigos, de escabullirse en secreto antes de que llegara la policía y empapelara a un pobre hombre, y después de compadecerse de sí mismo, Paul decidió que era hora de acudir a su cita con el Señor Muerte...

Sobre todo porque debía suponer que la misteriosa dama debía de haberse dado cuenta de que lo tenía pisándole los talones.
Tarareando Calendar Girl, de Neil Sedaka, con las manos en los bolsillos y el frío en el cuerpo, con la lluvia fina mojándole el pelo, echó andar hacia el lugar indicado en el mugriento papel.

Llegó a un bajo comercial. Desde fuera no se veía nada. Llamó al timbre, le abrieron desde dentro. Entró confiado...delante de él un hombre sostenía una pistola. Cerró la puerta tras de sí.

-¿Tiene llave de la azotea?-Preguntó Paul. El hombre asintió.- Ya que voy a morir me gustaría hacerlo en dónde haya buenas vistas…-El hombre hizo un ademán con la pistola hacia una puerta situada a la derecha de Paul. Éste la abrió.Habían unas escaleras, que subieron en silencio. Arriba, el hombre le tiró unas llaves a Paul...

Llegaban por fin a la azotea. El aire sabía mejor allá. Paul sonrió. Había una cosa que el Señor Muerte no sabía, que Paul no tenía nada que perder…que ya lo había perdido, que no se dejaría vencer fácilmente.
La ciudad parecía nueva otra vez. Él se sintió vivo por un segundo, de nuevo...
Vivir…una vez más...

Samples utilizados:The Verve y Dylan Thomas

Capítulo 13

- Y ahora os lo pregunto por una última vez, sudaca malparido. ¿Qué coño hacías en el puerto con una navaja junto a un destripao si no era habertelo cargao?

- ¡Y yo te contesto por última vez, gallego pelotudo y la reconcha de tu hermana, que estoy que me caigo de sueño, vomité media vida, apareció una mina que era el diablo, y ustedes que me trajeron acá de prepo…!

- ¡Que te doy por culo, cabrón, que me vas a respetar de una vez, venga!-gritó el policía

-¡Que te voy a romper el culo a vos, forro, soltáme y vas a ver!... –dijo parándose.

El policía que estaba a su espalda le pegó duro en la nuca, con el ejercitado estilo que nunca dejaba huellas. Cuando las luces se corrieron de sus ojos y el zumbido disminuyó un poco, vio a un tercer hombre en la sala de interrogatorios.

- Por fin – dijo éste con un cigarro colgado de la mueca feroz que eran formaban sus labios – Era hora que des algunas respuestas. Y no me vengas con los mismos cuentos de hadas que has estado soltando. Sabemos quien eres, que te llamas Foilán Peña, que entraste al país hace cuatro meses, que tienes familia en Buenos Aires, y que ayer perdiste tu empleo. Sabemos que no eres ningún Einstein, y que tampoco trabajas para ningún cartel, quizás porque seas muy estúpido. Lo que no sabemos es porque estás metido en…en… esto.

- Si yo lo supiera, gorra… – murmuró Froilán.

- Bueno – dijo el policía- cuéntanos de nuevo y sin apuro. Y yo no soy gorra, ni vigi, ni rati, ni botón, ni cana ni nada de lo que has dicho en éste rato. Para ti soy el inspector Murillo.

- Te faltó decir cobani… - dijo Froilán apenas.

Al fin, Froilán contó de punta a punta los sucesos de la noche. Cuando terminó el interrogatorio lo llevaron a una celda.

La sección de celdas estaba formada por un largo pasillo y cuatro celdas a cada lado, con rejas en forma de barrotes como en las malas películas de gansters. Froilán había estado detenido muchas veces, siempre por juego clandestino o ebriedad, y conocía muy bien las comisarías duras del Gran Buenos Aires; pero lo que lo sorprendió era que aquellas celdas estaban casi despobladas. Lo metieron en una celda amplia, sólo. En la celda de al lado alguien dormía un sueño de heroína; en la celda de enfrente había una mujer muy bonita, morena, con traje chaqueta elegante y discreto.

Al rato de estar allí, la mujer comenzó a parecerle familiar e intentó hablar con ella. La mujer no le respondía. Se recostó en el camastro de cemento tratando de dormir, cuando lo despertó el guardia que traía la comida. Un hombre obeso y afable que arrastraba un carro con viandas y agua.

- A ver, chaval, que te acerques – dijo –que te traigo un guisao que ni Arguiñamo. Oye, que ése tío ha estao por allá, por tu Argentina, que no?

Froilán se acerco a recibir la comida, lo primero que comería desde la noche anterior. Cuando estuvo junto a las rejas, observó que la mujer lo miraba con repentino interés.

- A ver, “doctora” – dijo el guardia remarcando el título – a ver si me haces la respiración artificial a mi, princesa, que estoy mejor que los muertos del parque, ja, ja!!..

El guardia dejó la bandeja junto al preso que dormía y se fue. Cuando salió y cerró la puerta que aislaba a las celdas, la mujer se acercó a los barrotes.

- Oye, tú… - le dijo.

Froilán la miró curioso pero no abandonó su plato.

- Eres argentino?

- Claro, morocha. Bien gauchito y a tus órdenes.

- Porque te encerraron ? –preguntó la mujer terminante

-Uf, ya se lo estuve contando a los canas todo el día. Y vos, bombón, que hacés en la leonera? Son un yiro de clase, de muchos euros la noche?

La mujer miró hacia el preso que dormía en la celda junto a Froilán, luego hacia la puerta de entrada del pasillo.

- Te voy a hacer una pregunta –dijo ella – y te pido la mayor sinceridad en la respuesta.

- Dale nomás

- El lugar de tu nacimiento fue la Ventana de la Sierra, en medio de la Pampa?

- Sierra de la Ventana – corrigió Froilán asombrado– y no queda en la Pampa sino en la provincia de Buenos Aires, sí. No viví mucho tiempo ahí, mas bien soy porteño, pero… ¿cómo adivinaste?...

La mujer ahora miraba al preso que dormía con mucha aprensión.

- No hay tiempo – dijo ella – cierra los ojos, bien cerrados.

Froilán dio un último bocado a su guiso y cerró los ojos divertido. Pensó que la mujer se estaría sacando la ropa o algo parecido (éstas gallegas son de lo peor, sólo quieren joda aunque estén encerradas – pensó) y mientras sonreía esperando ver a la mujer masturbándose enfrente, una luz lo envolvió y un estruendo parecido al huracán lo sacudió como a un papel. Cuando abrió los ojos, una enorme claridad se desvanecía. Se encontraba en otro lugar, en un callejón mugriento sacado de las novelas de Chandler. La mujer estaba junto a él. Temblaba y en las manos extendidas tenía una pequeña esfera que aún brillaba.

Froilán había vivido mucho, y no era ningún tonto, pero estaba a milésimas de entrar en pánico. La mujer se relajó un poco, miró la esfera que ya no brillaba, y la guardó en el bolsillo.

- Mira, voy a tratar de explicarte -dijo ella- Aunque no se si quieras oír. Caminemos de prisa mientras hablamos – dijo y se perdieron en la llovizna.

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La mujer que parecía un vampiro tuvo un respingo. En algún lugar una Victoria había despertado. Se levantó del fresco cadáver que aún saboreaba y un grito de furia escapó de su pecho. O tal vez fuera un grito de terror. Olfateó el húmedo aire y orientándose corrió en la noche mientras la tenue lluvia lavaba apenas la sangre que chorreaba por sus mejillas.

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26 de Febrero del 2004 Frente al puerto de Montevideo Comenzó el rescate del Graf Spee

MONTEVIDEO.- Un nuevo intento otra vez fallido. Alfredo Echegaray, concesionario del rescate del acorazado alemán Graf Spee, se agarraba la cabeza y no ocultaba su expresión de disgusto. "Otra vez, no...", comentaba, mientras veía que el famoso telémetro del buque de guerra que fue hundido en 1939, en el Río de la Plata, era más fuerte que las herramientas de rescate, y, como en cámara lenta, la pieza histórica volvía al río. Una hora después estallaron los festejos cuando la grúa del puerto de Montevideo logró, finalmente, rescatar el telémetro del barco, que estalló ante los ojos de miles de uruguayos hace 64 años.


Froilán leyó el recorte que la mujer le acercó.


- Estos yoruguas siempre con cosas raras. ¿Y que tiene que ver éste diario con el asuntito de recién? Contáme clarito bruja, que no estoy para adivinanzas.


- Me llamo Eva –dijo la mujer – y es raro que el recorte no te suene. Cuando el Graf Spee fue hundido frente al Uruguay, los tripulantes fueron alojados hasta terminar la segunda guerra en Argentina, en tres lugares: Córdoba, El Tigre y en Sierra de la Ventana. Allí es donde naciste, verdad?


- Sí, ahora que decís me acuerdo que me contaban cosas de los alemanes, que eran buena gente, algunos se quedaron cuando terminó la guerra.


- El Graf Spee no era sólo un acorazado de bolsillo –dijo Eva- Era la caja fuerte del arma mas terrible del Reich. Allí se encontraban cinco esferas como ésta, y estaban en camino a un lugar desconocido en la Patagonia. Cuando los ingleses los atraparon, el capitan hundió el barco, y entregó las esferas a gente de su extrema confianza. De ellas, dos están seguras, una es ésta, y aún faltan dos más.


- Y que son entonces?


- El inventor de las esferas fue un alquimista, que nunca supo bien para que servirían aunque intuyó su enorme poder. Hitler estudó la obra de Severus Gronpius y destinó una tercera parte del tesoro alemán a buscar las esferas. El nazismo las perdió, pero otra maldad, aparentemente, encontró las dos que faltan.


-Quien?...


- Los descendientes del rival de Gronpius, llamado Senvidog. Es un clan maldito, mezcla de rusos, rumanos y gitanos. Ah –dijo a media voz – también se dice que son vampiros.


Froilán no habló.( –Esta mina está fumada mal!- pensó) Pero sin embargo había salido de la cárcel con ella.


- Vamos a suponer que te creo –dijo - ¿Cómo salimos de la prisión, a donde vamos, y por que estoy metido en todo esto?


- Salimos por el poder de la esfera. Se manejarlo, aunque no demasiado. Ahora vamos a tratar de ayudar a un amigo que está en el peor lugar del mundo. ¿Y por que estás en esto? Esta esfera estuvo escondida en Sierra de la Ventana con los alemanes prisioneros. Tú eres de allí. La esfera te eligió a ti.


- ¿Me eligió? ¿Para que?


- Para acabar con el Señor Muerte.

Caminaron rápido bajo el ahora aguacero, mientras Froilán no lograba reaccionar. Llegaron al mismo local donde apenas un poco antes había llegado Paul. La puerta estaba abierta y no había nadie. Comenzaron a subir a la azotea, guiando Eva con la esfera en la mano extendida.

Al llegar a la terraza, la tormenta de agua y viento arrasaba en la noche oscura. Un hombre les estaba dando la espalda y hablaba hacia las sombras.


-Paul!!! –grito Eva y corrió hacia él, quien no dejaba de hablar a las sombras.


Un aullido resonó en el vano de la puerta a espaldas de Froilán. Cuando se volvió encontró otra vez el perfume de su habitación, y allí la mujer del puerto. Una lasciva sonrisa, y dos enormes colmillos asomaron de entre sus labios.

Capítulo 14

Froilán trataba de darse cuenta de lo que ocurría detrás y sintió adelantar a Eva hacia el hombre que aun hablaba hacia las sombras, Paúl según le había gritado ella, pero sus ojos aun trataba de acostumbrarse a la oscuridad que rodeaba el lugar, un apagón en toda la zona, desorientación….
No identificaba plenamente pero empezó a escuchar voces alrededor de ellos, de el, de toda la terraza, veía sombras moverse, a gran velocidad… caminaba de espaldas cuando sintió de repente la proximidad de unos cuerpos, sintió miedo, un miedo como ningún otro, un escalofrió que le recorrió todo el cuerpo y le hacia temblar las piernas, entonces giro la cabeza, había chocado con Eva y Paul que miraban alrededor, y de repente todo quedo en silencio, al fin sus ojos comenzaban a distinguir en esa negrura….

Estaban completamente rodeados, toda la terraza estaba llena de gente de repente, formaban un circulo alrededor de ellos, Froilán estaba a punto de desmayarse, tenia ganas de vomitar nuevamente, pero las voces de Eva y Paul lograron sacarlo del shock en el que se encontraba.

- ¿Paul, que diablos se supone que sigue ahora?
- Tranquila… veo que lo encontraste.
- Eso no responde a la pregunta.
- Solo nos están cercando, si quisieran matarnos hace rato que lo habrían hecho…
- Eso no quiere decir que no lo harán…

El perfume de ella inundaba el ambiente, miraba fijamente a Eva, parecía que en cualquier momento se lanzaría sobre ella, Paul por el contrario clavaba la mirada en el grupo, entre ellos, como si buscara a alguien…

Froilán sintió un sudor frió, escucho una voz grave, casi gutural, la voz hablaba en un idioma que el desconocía y entonces vio emerger la fuente de ese sonido de entre el grupo… era alto, muy alto, debía medir por lo menos 1. 98, el rostro seco, vestía un elegante traje negro, zapatos bien lustrados, desentonaba un poco con la moda de aquellos góticos, metaleros y darkis que les rodeaban, le costo trabajo descifrar su edad, entre 40 y 50 tal vez, solo eso logro atinar, llevaba algo en la mano izquierda, un bastón, se coloco a lado de la chica del perfume, y dejo de hablar. Sonrió por un momento, los colmillos largos, mas de lo normal, todo quedo en silencio de repente…. Paul acabo con los rodeos y se dirigió a el directamente…

- Señor Muerte, ¿no le parece un poco excesivamente dramática su entrada triunfal, considerando que nos siguen desde el bar del puerto, la biblioteca e incluso después de la casa del anticuario?...
- Paul, Paul,… tu eres quien nos sigue, casi podría decir que añoras que demos fin a tu patética existencia, te arriesgaste demasiado intentar seguir a Alicia, solo te dejaron vivir por que así lo ordene, aunque reconozco que ya me tiene hasta los cojones tu persistencia, pero eso terminara hoy, ya no me eres útil, aun no entiendes que este asunto es demasiado importante, que no podíamos dejar que rebasaras hasta donde has llegado, esto va mas allá de ti y de mi, pero si estas aquí es por algo, tienes algo que yo quiero…

Alicia, la mujer del perfume, la vampiro, se llamaba Alicia, Froilán noto que Eva introducía su mano en el bolsillo, busco con la mirada a la fuente del perfume una vez más, ahí estaba, enfundada en ese traje, el justo medio entre ángel y prostituta entre violencia y ternura, los ojos de Alicia estaban clavados en Paul que entonces hablo…

- tienen la esfera, la activaron hace un momento, a solo unas calles de aquí, igual que en el bar…
- si, yo también la sentí… ahorrémonos tiempo Paul, entrega la esfera e incluso te prometo que tu muerte será rápida e indolora.
- ¿No creerás que seriamos tan estupidos de traerla aquí verdad?
- Bueno, eso lo averiguaremos pronto, Alicia tráeme a la chica…

Froilán sintió una punzada en el corazón, observo como todos los vampiros empezaron a mostrar los colmillos…

- No, espera ¡¡¡¡

Dijo Paul en tono seco… yo te la daré, metió la mano a su bolsillo y saco un paquete de cigarrillos, introdujo un a su boca y saco un encendedor zippo negro, llevaba grabado una especie de escudo de armas medieval, lo encendió abriendo la tapa con una rápida sacudida de la mano y miro al Sr. Muerte directo a los ojos al tiempo que acercaba el fuego al cigarro… con el cigarro entre los dientes exclamo…

- te la daré… pero antes dime, ¿trajiste gafas?
- Veo perfectamente en las sombras Paul, no lo olvides…
- No,… de sol…

Eva saco del bolsillo una vela larga, roja con el pabilo plateado y la acerco al zippo prendido de Paul, de ella comenzó a radiar una luz tan intensa que hizo voltearse a Froilán, los vampiros en el circulo comenzaron a cubrirse los ojos con ambas manos y a gritar, la luz era tan potente que parecía como si el medio día cubriese por entero la azotea… los vampiros comenzaron a saltar al vació, tratando de escapar a toda costa de esa cegadora luminosidad, El Sr. Muerte se cubría el rostro con el brazo izquierdo, se replegaba contra la pared de la azotea, junto a la puerta por donde habían entrado, Eva tomo por el brazo a Froilán y junto a Paul comenzaron a avanzar hacia el, Froilán buscaba entre los destellos a Alicia, pero en la confusión había desaparecido…

- ¿Qué pasa Sr. Muerte?, ¿un poco de luz es demasiado para usted?...
- Maldito bastardo, apaga esa mierda, apagala… ¡¡¡¡¡¡
- ¿Donde está la maquina?, dímelo ¡¡¡¡
- No te diré nada argggggggg, apaga esa mierda…. ¡¡¡¡¡
- Eva, la esfera… ahora…

Eva tomo la vela y se la entrego a Paul para que la sostuviese, cogió la esfera y acerco la mano de Froilan a ella, la esfera comenzó a vibrar y de repente una aguja filosa salio de ella, de un tirón Eva se la encajo en la palma de la mano a Froilán que exclamo un grito ahogado al tiempo que es su rostro se dibujaba una mueca de dolor…
El Sr. Muerte miro la esfera y los ojos se le inyectaron de sangre, a pesar de que la luz era como agua hirviendo sobre sus ojos no pudo ocultar su asombro…

- ¿Que es esto?, maldita sea… ahhhhh¡¡¡, esta cosa, siento como si me devorara el alma, joder, quitamela¡¡¡¡
- Eva apresúrate, no le queda mucho tiempo a esta cosa…
Exclamo Paul visiblemente preocupado, y sin dejar de voltear a los alrededores en espera de un ataque sorpresa…
- Froilán, repite conmigo…

Forjado del mineral humano, bardo de bronceque modela su espectro en el metal,ando por las escarnas de este mundo gemelo, mi fantasmal mitad en su armadura, se aferra a mi marcha de esposado, por los corredores de la muerte

Froilán repetía las palabras al tiempo que Eva las decía, solo quería que aquélla pesadilla surrealista terminase, esto tenia que ser un sueño, tenia que ser obra de alguna droga o incluso un puto show de cámara escondida, esta mañana era un tipo común, regular, preocupado por el dinero de su viejecilla, no un elegido mesiánico del cual pendía el equilibrio del universo conocido…

El Sr. Muerte grito…. La voz gutural resonó en todo el edificio, su piel comenzó a descarnarse, a caerse a pedazos, entre sangre y humo, parecía como si un fuego invisible lo consumiera, quiso lanzarse sobre ellos, quiso lanzar una mordida a la mano de Paul, pero se desplomo en el intento, diez segundos después, solo quedaban en el piso un traje negro chamuscado y un cuerpo calcinado, la vela se apagaba, otra vez la penumbra, otra vez la oscuridad.

A la distancia patrullas de la policía se escuchaban, se acercaban al lugar, Froilan se cayo de rodillas al suelo, no soportaba más… la aguja de la esfera se retrajo, Froilan levanto la mano y se la entrego a Eva, que lo sostenía del hombro de la camisa…

Paul rompió el silencio, - debemos largarnos de aquí, se agacho y volteo el Cuerpo calcinado, busco entre la ropa, en el saco, encontró lo que buscaba…

Era un libro pequeño, como esos misales antiguos, se incorporo rápidamente y levanto a Froilan de un tiron del otro hombro…

- vamonos chico, reponte, aun debemos salir de aquí y ya no nos quedan velitas mágicas ni teletransportaciones…

Paul se echo al cuello en brazo del argentino, comenzaron a caminar lo mas rapido que podían los pies de Froilán…

- tengo sed…

Exclamo Froilán sintiendo su boca seca, bajaron por las escaleras, justo antes de salir un chasquido los hizo detenerse, la figura emergió del otro lado, era el hombre del arma, callado al igual que al principio, de repente ya no había escapatoria…

- Mierda ¡¡¡
Dijo Eva, sorprendida y decepcionada, justo ahora que la puerta estaba tan cerca…


Un golpe en la nuca con la cacha de un arma, detrás del hombre, este se desplomo al suelo, detrás de el emergió otra figura, mas robusta, cara de pocos amigos, y no titubeo en hablar…

- ¿Me pueden explicar que demonios ocurre aquí?, ah por cierto están arrestados, inspector Murillo… y estoy harto…

Murillo había dejado el auto un boque más atrás, sabía que lo peor que podía hacer era acercarse con el ruido de un motor a la escena de un crimen en progreso, los cuatro salieron del edificio y los hizo formar una fila sin dejar de apuntarles con el arma, caminaban aprisa al auto pero estaba alerta de cualquier movimiento sospechoso, tenia la mejor puntería de todo el regimiento, así que sabia con seguridad que el más minimo error y su gatillo se pondría sensible…

Al fin el auto apareció frente de ellos, ahora podría llamar por el radio a los refuerzos y poner un poco de orden en la situación…

Unos tacones creaban eco en el callejón, un perfume invadió el aire, Murillo vio los rostros de miedo en los sospechosos cuando una figura de mujer comenzó a avanzar hacia ellos…

- Quieta ahí tía, ni un paso más… ¡¡¡¡

No obedeció, siguió caminando con los ojos fijos en Eva…

- He dicho quieta ¡¡¡¡

La figura seguía avanzando, un tiro, al hombro…. Si quedaba con vida podría declarar y acabar con este embrollo, pero la sorpresa de Murillo fue grande al ver que solo se freno un momento y continuo avanzando, había visto hombres mas robustos caer de espaldas de un tiro de su potente arma, y no había fallado de eso estaba seguro….

- Mierda, alto, con un demonio ¡¡¡¡

Otro tiro… esta vez al pecho, la figura continuaba caminando ya estaba a solo unos diez metros…

- oficial, si quiere conservar la vida le aconsejo que nos montemos en el auto cuanto antes…
-
Eva, aferro la esfera a su cuerpo, ya sabia cuan sanguinaria podía ser Alicia y más si estaba cabreada por el incidente del Sr. Muerte…

Murillo vació el contenido de su arma contra la mujer, cuando solo el tronido del gatillo salía del arma, se percato de que la chica no estaba sola, detrás de ella por lo menos venían otros 20…

Murillo reacciono, abrió la puerta del auto y observo como empezaron a correr hacia ellos, quito los seguros y los sospechosos subieron también, atrás la chica y el tipo que parecía desmayarse, delante con el que lo llevaba en hombros…

- Acelere ¡¡¡

Para cuando Paul dijo esto ya estaban sobre de ellos, se lanzaban al auto como animales a la presa, golpeaban las ventanillas, se estrellaban, los cristales se fragmentaban al compás de los golpes secos, entonces el rugido del motor le pareció el sonido mas dulce que había escuchado nunca, los arrollo, aun llevaba algunos en el techo y en el cofre, freno en seco y estos salieron disparados al frente, volvió a acelerar y los golpeo, apenas podía ver a través del parabrisas roto, acelero hasta el fondo, acelero con tanta fuerza que sintió que incrustaba el pedal al piso del auto…

Paul hecho un vistazo hacia atrás y cuando considero una distancia prudente exclamo…

- Oficial, necesitamos llegar cuanto antes al aeropuerto… si quiere una explicación se la daremos, pero tenemos que llegar ahí, de nosotros depende que la estabilidad del mundo siga su curso…
- Vaya junkie, tú si esta demente… a donde vamos es a la maldita estación de policía…
- Vio a la chica del callejón, ella es la responsable de las muertes a los hombres en la zona…. Es un vampiro sanguinario y esta cabreada por que acabamos de matar a su mentor, tienen una maquina alquimista que debe ser detenida, con ayuda de mi amiga que es bruja y del tío este que se viene desmayando… yo se como podemos detenerles, pero tiene que creerme… usted mismo vio como las balas no pudieron frenarla…
- Eso lo dirás en tu declaración… joder, ¿vampiros, brujas, alquimistas?... estas mas frito del cerebro de lo que pensé…
- Esta bien, déjeme contarle una historia, una historia sobre lo que esta pasando y lo que pasara si no llegamos al aeropuerto, pero prométame que me escuchara, y si lo hace, tendrá en sus manos la resolución de todo esto… además todo esto debe acabar mañana, pase lo que pase… ellos tienen la maquina…

Todo comenzó cuando…

Capítulo 15

"Todo comenzó cuando Severus Gronpius creó su Máquina, un artefacto cúbico de gran poder, que se alimentaba de la energía contenida en las cinco esferas de la Victoria. Severus dedicó muchos años de su vida a concentrar las esferas, y consiguió acumular en cada una de ellas la energía equivalente a diez segundos de sol. Cuando Severus murió, su rival se hizo con la Máquina y la utilizó para crear una raza de vampiros con la que pretendía dominar la Tierra y colonizar otros planetas. Estos vampiros sólo pueden ser destruidos con la energía de las esferas o con la de una estrella. La chica del callejón es una de ellos, por eso sus balas no le hicieron nada."

El inspector Murillo miró a Eva, incrédulo: "Abrevie, joven, no tenemos tiempo para cuentos de hadas. Los llevaré al aeropuerto, pero no saldrán de allí mientras no me hayan explicado hasta el más mínimo de los detalles. Espero que tengan pruebas de todo eso que me cuentan."

"De acuerdo, señor, resumiré todo lo que pueda. El caso es que las esferas se perdieron y nadie las encontró hasta la Segunda Guerra Mundial. Los nazis las encontraron y pretendían esconderlas en la argentina, pero el barco que las llevaba fue hundido. Dos de las esferas están en lugar seguro, pero las otras dos han caído en manos de los vampiros. Cualquiera que tenga tres esferas puede anular el poder de las otras dos, por eso devolvemos ésta al lugar de donde nunca debió salir."

El inspector Murillo abrió unos ojos como platos y dejó caer su mandíbula. "Sí, señorita, al aeropuerto. Continúe, por favor..."

"No hay mucho más que contar", prosiguió Eva, "hemos recuperado dos esferas y ahora hacemos lo propio con la tercera. Los vampiros están muy cabreados porque saben que en cuanto las juntemos podremos destruirles, por eso matan a todos los que han estado cerca de mí, por si alguno de ellos ha podido recoger la esfera de mis manos. Lo malo es que ellos tienen la máquina, así que si son ellos los que consiguen juntar tres esferas no solo destruirán las otras dos, sino a toda la humanidad con ellas. En el aeropuerto tenemos un avión esperando que nos llevará a Habsburgo."

"Allí nos espera mi jefe", prosiguió Paul, "el Barón, que posee el secreto del funcionamiento de las esferas. Tendremos que convencerle de que nos lo dé, pues a él le dolerá mucho que se destruyan las dos esferas restantes." Disimuladamente, Paul le pasó a Eva el libro que había logrado rescatar entre los restos del Señor Muerte. Parecía que estaban convenciendo al inspector, aunque aún no había pensado cómo despistarle al llegar al aeropuerto. Su primera intención había sido entregar la esfera al Barón, como había hecho con las otras dos, hasta que descubrió que Eva se las había robado y las había puesto a buen recaudo en una caja fuerte del aeropuerto. Tendría que confiar en ella. Tendría que creer que ella podía dominar el poder de las bolas y también que podía utilizar ese poder para sanarle.Tendría que creer que la humanidad entera estaba en peligro y que sólo Eva sabía como evitarlo. Lo que aún no entendía era qué demonios hacía con ellos ese argentino desmayado y qué le había pasado a la esfera cuando el argentino la tomó en su mano.

Eva miró a Paul y susurró: "luego te lo explico".

Paul recordó cómo buscando la tercera bola se había encontrado con Eva y cómo ella le había convencido para que se uniera a ella en esa misión de superhéroe que a él se le antojaba que le quedaba grande. Cómo Eva le había explicado que ella era la última descendiente de Severus Gronpius y que con su ayuda salvaría el mundo. ¿Qué demonios hacía ahí el argentino? Había algo en toda aquella historia que no encajaba. Cuando Severus Gronpius murió no dejó descendencia. ¿De dónde había salido Eva? Se quedó mirándola y notó algo. Como un aroma de maldad que emanaba de su piel. Sintió ganas de olvidarlo todo, pero ya era demasiado tarde. Ahora era él quien tenía que salvar el mundo. Salvarlo de Eva. Recordó haberle dado el libro del Señor Muerte y deseó con todas sus fuerzas que no fuera el libro que Eva buscaba.

El inspector Murillo aparcó delante de la Terminal 4 y miró a Eva. Eva abrió la puerta, bajó un pie y luego el otro, y cuando estaba a punto de echar a correr, una mano le asió la muñeca. "¿Paul?"

"Te acompaño. Y supongo que tendremos que llevarnos al argentino. Al fin y al cabo, él es el elegido."

"Sí, claro", dijo Eva. "Vamos." El inspector Murillo se les quedó mirando con la boca abierta. Ya no sabía si seguirles o irse a su casa. A dormir. Deseaba despertarse al día siguiente y descubrir que todo había sido un sueño. Se recostó sobre el volante y se quedó dormido.

Eva, Paul y Froilán se dirigieron a la puerta de embarque...

Capítulo 16

Eva, Paul y Froilán se dirigieron a la puerta de embarque…. Y allí se encontraron con un payaso. Un payaso de esos que te puedes encontrar en un aeropuerto, irritantes, saltarines y parlanchines. Todo lo que se pedía en un payaso. Hiperactivo con sus saltos, les barraba el paso en aquél aeropuerto que empezó a llenarse de gente como si fuera un hipermercado lleno de refrescos baratos.

El payaso les dijo:
-¿Buscan una bola?
-Oye, payaso aparte de aquí, y déjanos proseguir – dijo Paul empezó a pensar lo ridículo de la frase. Pensó “¿No sabe decir que se aparte de una puta vez y ya está?”.

El payaso sin embargo cada vez más saltarín e irritante le toco las narices a Eva sonriente. Y siguió hablando.:-Conozco el secreto de las esferas signorina Gronpius. Lo conozco todo.

Eva se puso pálida de repente dijo:
- O sea que eres tú….
- O sea que lo has adivinado – dijo el payaso soltando una risita – Ya era hora, es como cuando un niño olvida a su cura. Hay cosas que nunca se olvidan. ¿O es que ninguno de vosotros ha oído a Igor Stravinsky?
- ¿Qué coño estas diciendo? – Dijo Froilán cada vez más confuso.
- ¡Nihilistas de supermercado! No me jodáis que no conocéis el Canto de la Primavera.
- No la conocemos – dijo Paul con una gran serenidad.
- Eva ¿Por qué no empiezas a explicarles quien soy?
- Es difícil… - dijo Eva mirando al suelo, con una cara que a Paul en otras circunstancias le parecería forzada y graciosa.
- Chicos ¿Habéis oído hablar de Freud? - dijo Eva.
- Esto está perdiendo toda su lógica. Freud, Stravinsky. Esto no es un puto foro cultural – dijo alterado Froilán.

Y de repente apareció un hombre ataviado de negro, con unas gafas de sol, y unos zapatos brillantes cuyo reflejo hizo girar los ojos de repente a Paul que sorprendido lo miró. Empuñó su arma y empezó a disparar tenedores al payaso. El payaso empezó a gemir de placer, y deliberadamente saltó para que uno de esos tenedores le diera en la zona que él buscaba. Y efectivamente le dio.

El hombre de negro miró a Eva y seguía ahí impávido con sus gafas de sol. El payaso se levantó y empezó a vomitar cucarachas. Y el hombre de negro empuñó su colt de nuevo, para volver a llenar de tenedores al burlón. Y Froilán y Paul no entendían nada. Pero Eva si parecía entenderlo todo. A sus compañeros les superaba la situación, ella permanecía observadora y en su cerebro sudaban miles de neuronas. Su cara parecía un poema. Y de su boca parecía salir un leve pero contundente "Mierda ¿Qué coño hacemos ahora?"

Y en la terminal empezó a sonar Happiness is a warm gun de los Beatles.