7.8.05

CAPÍTULO 1

A las 0 horas y 37 minutos de una tórrida noche de agosto, John Smith se despertó entre gritos en la desvencijada cama de su apartamento prefabricado. Las sábanas estaban empapadas de sudor, de su nariz corría un fino hilo de sangre y temblaba ligeramente. Aún le costó varios segundos recordar dónde estaba y cómo coño había llegado a esa situación.

No, la verdad es que no me llamo John Smith. Pero eso es algo que ni al dueño ni a la policía les interesa saber por el momento....

La pesadilla que le había arrancado del sueño había sido la misma de siempre, la que le atormentaba noche tras noche desde aquel día en que tuvo que huir para siempre de todo lo que había conocido hasta entonces: ella y solo ella, en medio de la más absoluta oscuridad, apuntándole con un dedo acusador y con los ojos brillando de forma sobrenatural. Ya hacía más de tres meses de aquello, pero los fantasmas del pasado parecían perseguirle allá donde se encontrara.

Se incorporó y echó un vistazo a su alrededor. En apariencia, todo estaba en orden. La misma ropa tirada en cualquier parte; la misma pornografía acumulada en un rincón; la misma maleta a medio hacer por si hubiera que salir corriendo; la misma ventana imposible de cerrar; las mismas paredes mugrientas sin apenas adornos, excepto una mancha y un enchufe arrancado que indicaban que antaño allí hubo un terminal de conexión. De la calle llegaba el bullicio de sátiros y ninfas que comenzaban a festejar el fin de semana, y dos pisos más abajo se oían los gemidos de la pareja que copulaba mecánicamente el mismo día, a la misma hora, durante el mismo periodo de tiempo, desde que él estaba allí.

Ella fingía, no hacía falta ser un lince para saberlo, pero está claro que el marido no era muy listo, o se hacía el tonto. Al principio de forma tímida, con el tiempo se fue creciendo y sus orgasmos de película resonaban en las vigas por todo el edificio de hormigón sin pintar. La muy puta me ponía caliente, sobre todo cuando sus gemidos eran reales, cuando la sentías disfrutar, exactamente en las ocasiones en que el marido estaba de viaje y muy lejos de allí...

Cada vez que tenía la pesadilla le era imposible volver a dormirse, por muy cansado que estuviera. Así que encendió una luz, se vistió y salió al exterior a mezclarse con el gentío creciente. En esa parte de la ciudad todos los callejones olían a orines y pólvora, las putas eran fogosas y engreídas, nadie hacía preguntas en los hoteles y para cerrar un bar había que mandar todo un escuadrón de policía. Era un gran sitio para desaparecer, él lo sabía. Desgraciadamente, ellos también lo sabían.

Creo que me siguen...

Maldijo al darse cuenta de que se había olvidado el comunicador en su habitación. Necesitaba dinero, y por eso no se podía permitir el lujo de rechazar encargos. Sin embargo le preocupaba más ese vehículo que le había seguido los pasos toda la semana. Quizás se equivocara (era un modelo común, en un color común, de los pocos que estaban autorizados a circular por el centro de la ciudad), pero no quiso arriesgarse y se metió en el primer club nocturno que encontró. Tuvo mala suerte. Estaba lleno de adolescentes drogados que apenas servirían como testigos si algo le pasara. Un buen territorio de caza para el sexo fácil (a John siempre le había gustado la carne fresca), pero un mal lugar para esconderse.

En ese momento, alguien le agarró del brazo...

CAPÍTULO 2

Se giró instintivamente, y en el tiempo que transcurrió hasta reconocer quién lo agarraba, su mente llegó a imaginar mas de una posibilidad. Al reconocer a un joven que se movía sin mas control que el de sus disminuidos límites físicos y que amenazaba con caerse al suelo, dedujo que su brazo había servido de sustento momentáneo. Mientras la sensación de alerta de disipaba, se retiró al fondo del local, algo mas vacío y bastante mas mugriento. Se apoyó contra la pared que consideró mas aceptable y miró desconfiadamente a los individuos mas cercanos. Cuando se sentía en una situación límite sus fosas nasales se dilataban. Recordaba esa sensación desde su infancia, especialmente de las situaciones en las que era descubierto realizando algún acto punible. Siempre había sido así, pero nunca hasta ese momento había imaginado que pudiera relacionarse con la necesidad de oxígeno a la hora de emprender una huida. Pensó que en el fondo todo había cambiado muy poco.

Su mente divagó sobre lo que había vivido hasta el momento. Pensó en sus problemas, en la persecución de la que se creía blanco. Tras un rato entre las luces histéricas y la música automática al son de las figuras tambaleantes, el tiempo empezó a resultarle pesado y el ambiente un ciclo de bajo periodo que amenazaba con atraparlo. La pared se separó de él como un eco de su voluntad, y empezó a andar en dirección al otro extremo del local. Allí estaba la salida y pensaba afrontarla. Sin casi darse cuenta, la música automática que antes intentaba rechazar empezó a impregnar su mente. Mientras pasaba por el centro del local, donde había mayor densidad de gente y de movimiento, empezó a sentirse fuerte al son del ambiente que lo rodeaba. Sus pasos se fundían con el ritmo y él los sentía firmes y decididos. Su interior le indicaba que él tenía que ser el centro de algo, algo importante. Mas importante que lo que él sabía hasta ahora. Algo en el que él era el héroe, el protagonista. Y no tenía miedo al peligro que entrañase descubrirlo, se sentía invulnerable frente a lo que pudiesen intentar hacerle. Siguió avanzando al ritmo de la música automática, erguido ahora y convencido de que caminaba hacia una verdad de la que nadie podría apartarlo.

Las baldosas de la calle eran grises y parecían apagadas. Incluso a la luz rojiza del alumbrado urbano destilaban una sensación fría estando templadas. Él las miraba mientras caminaba, y de vez en cuando echaba la vista hacia uno u otro lado. Pensaba que debían de estarle siguiendo. Convencido de que querían acabar con él, de que seguramente lo estuviesen espiando disimuladamente.

-No dejaré que me engañen a través de mis sentidos. Yo soy mas inteligente... mas que ellos, y también mas de lo que ellos creen.

Seguía sintiéndose fuerte, con el ritmo de la música del local retumbando en su interior, sintiéndose en el centro de una historia trepidante. No veía ahora ningún coche pero él pensaba que esa no era razón para tranquilizarse. Él era el blanco de los asesinos que había desenmascarado con su sola astucia, el punto singular entre la masa de individuos grises, y sus enemigos no pararían hasta acabar con él. Un héroe incomprendido por una mayoría ignorante y perseguido por una minoría peligrosa. Estaba realmente convencido de que él era un ser especial.

CAPÍTULO 3

De camino a casa seguía resonando en su mente la música del local convirtiéndose por un momento en la banda sonora de sus pensamientos, miedos, dudas... Su sensación de ser perseguido aumentaba a cada paso mientras se sumergía en calles oscuras y solitarias como él mismo pero no a gusto con ello, así que aligeró el paso como un cobarde con el deseo de llegar cuanto antes a su guarida y esconderse o ignorar al menos por esa noche sus problemas.

Se acostó y aunque con dificultad, consiguió dormirse y anular su consciencia por unas horas.

Alrededor de las nueve de la mañana se despertó con los rayos de sol que entraban por la única ventana de la habitación cegando su mirada. Su mente se activó rápidamente recordándole la noche anterior, su vida, quién era y porqué estaba allí.

Decidió levantarse y bajar a algún bar a desayunar para después llamar a su amiga Sara, la única persona que conocía en esa ciudad y que años atrás había sido algo más que eso. Una relación extraña, difícil, dura, complicada, quizás loca... todo lo que sus circunstancias habían hecho de él en este tiempo, un ser lejos de ser normal, alguien diferente al resto de la gente.

-¿Sí?
- Hola, ¿Sara?
- Si, ¿quién es?
- Soy yo... Martin. Estoy en la ciudad y quisiera verte.
- ¡Martin! ¡Vaya sorpresa! ¿qué haces tú aquí?
- Es muy largo de contar... Me preguntaba si podríamos vernos esta tarde, no conozco a nadie más aquí y bueno... tengo ganas de ver una cara amiga.
- Claro. Yo también tengo ganas de verte Martin. Hace años que no sé nada de ti... ¿Te quedas por poco tiempo?
- No lo sé... ¿podríamos vernos esta tarde entonces?
- Bueno... a las 8 trabajo pero hasta entonces estoy libre.
- Si quieres nos vemos por el centro, no sé... donde te venga bien.
- Vale, ¿a las 6 en el parque?
- Aún no he estado en el centro pero supongo que lo encontraré sin problemas.
- Lo verás fácilmente, es bastante grande.
- Estupendo, ahí nos vemos entonces.
- Venga, ¡hasta luego!
- Hasta luego.

Inevitablemente tras colgar el teléfono comenzaron a venirle a la cabeza imágenes, palabras, momentos vividos con ella... cuando un día Martin y Sara eran dos y "todo" era maravilloso. En su rostro se formó una sonrisa recordando los buenos momentos sin poder casi creerse que aquél chico feliz era él y, sobre todo, sorprendiéndose al descubrir que un día realmente lo fue.

Pensó que debía buscar un trabajo porque el poco dinero que tenía se le iría en unas semanas y se dispuso a recorrer las calles que había andado la noche anterior; esta vez eran luminosas, casi alegres y con vida propia. A la luz del día no se sentía perseguido sino un peatón más de la ciudad. Ésta sensación le entusiasmó y anduvo hasta el mediodía cuando el estómago le dijo que tenía que ingerir algún alimento.

Encontró un restaurante italiano bastante pequeño pero le pareció acogedor y decidió entrar.

- ¿Mesa para uno? (preguntó el camarero que de italiano no tenía niente)
- Sí, por favor.
- Aquí, señor.
- Gracias.

CAPITULO 5

La cita era a las cuatro y media, empezó a acelerar sus pasos, porque no quería llegar demasiado tarde. Notaba los tallarines revueltos con el café en su estómago. Debía hablar con alguien llamado Leo, según le había comentado su contacto en la última llamada.

Llegó a la puerta y llamó según la clave, tres toques cortos una pausa de tres segundos y otros dos toques. Se abrió la puerta y tras la oscura estancia apareció una pelirroja elegantemente vestida con un traje de chaqueta. Tenía una edad indeterminada, quizá de la quinta de Nicole Kidman y con un físico parecido, incluso con esa frialdad. Fantaseó con la posibilidad de follársela, pero pensando en su propio aspecto dealiñado, desestimó enseguida esa idea.

- ¿Señor Smith?

- Sí, yo mismo- dijo tendiéndole la mano- John.

- Encantada – cogiéndole la mano con un fuerte apretón- Leonor Fitzgerald.

- ¡Ostia!- pensó- el tal Leo es una piba.

Sin poder evitarlo puso cara de sorpresa.

- Algún problema?

- No, no..que va – balbuceó nervioso- es que no tenía el gusto de conocerla.

- Por favor, llámame de tú

Le agarró del brazo y le acompañó a la estancia. Había una mesa amplia de despacho, dos sillones enfrente y en uno de los lados de la estancia, un gran diván rojo que parecía bastante cómodo. Martin se quedó parado por un momento sin saber dónde sentarse.

- Vamos a sentarnos aquí- dio señalando aquel diván.

El se sentó primero. A pesar de la amplitud del diván, ella se sentó a su lado, quizá demasiado cerca para la mujer educada que aparentaba. Tanta abstinencia sexual y la presencia tan cercana de aquella mujer, le puso nervioso. Ella lo notó y se sonrió. Aún se acercó más.

- ¿Te encuentras bien?- Dijo mientras le ponía la mano sobre el muslo.

Aquel gesto, le dejó sin aliento. Notó los ojos de la pelirroja clavados en su paquete, que ya empezaba a dar señales de vida. Ella se desabrochó un botón más de la camisa, que ahora dejaba ver la puntilla de su sujetador de fino encaje blanco. Aquella zorra le estaba poniendo muy caliente y ella lo sabía.

- Te veo tenso, quizá deberíamos relajarnos un poco antes de hablar de negocios.

El pantalón comenzaba a oprimirle.

Ella estaba disfrutando con aquel juego. El sentía una mezcla de incredulidad y deseo de follársela sobre el diván. Leonor se levantó y se puso frente a él. Bajó la cremallera de su falda, que inmediatamente cayó al suelo. Se quitó la chaqueta y terminó de desabrocharse lentamente la camisa.

Martin se colocó la polla, que rebelde ya quería escapar de su jaula. Ella se arrodilló delante de él, le bajó la cremallera, le desabrochó el botón del pantalón y se lo bajó hasta los tobillos junto con los calzoncillos. Le separó las rodillas y se acercó a él, dejando caer su sujetador al suelo y rozando con sus pechos generosos su entrepierna.

Acercó su boca y comenzó a lamerle la polla de arriba abajo varias veces con elegancia. Martin miraba al techo de la estancia, mordiéndose el labio de placer. Ella se la metió hasta la garganta y comenzó a acelerar sus movimientos, salivando de una manera tan escandalosa que le hacía recordar a su deseada Sara. Este recuerdo le sobreexcitó y no pudo evitar llevar sus manos a la cabeza de Leonor, para acercarla aún más a su cuerpo. Siguió otro rato y pensó que debía follársela como más le gustaba, embistiéndola desde atrás. La hizo levantarse y arrodillarse sobre el diván apoyándola sobre uno de sus brazos.

Ante él veía un precioso culito en forma de corazón cubierto por un tanguita de encaje que arrancó literalmente. Sobre aquella preciosa piel blanca apareció un símbolo que le resultaba horriblemente conocido.




Toda la sangre acumulada en su polla, volvió a regar su cerebro y empezó a recordar cómo había empezado a huir y a tener aquella pesadilla recurrente que le atormentaba todas las noches.

Entonces sonó el teléfono…

CAPÍTULO 4

El camarero, antes de largarse como un rayo atendiendo a los gritos del cocinero, le entrega a Martin la carta. Martin la coge y observa con detenimiento la fotografía de cada suculento plato, le encanta la pasta italiana y tiene hambre, el desayuno había sido escaso debido a los nervios de la noche anterior; un café sólo no llena el estómago, y hablar con Sara le había abierto el apetito, el de comer y el sexual.

Sara, cuántas noches revolcándonos entre las sabanas… cuántas veces enganchados en los concurridos probadores de los grandes almacenes, en sórdidos lavabos públicos, cuantas veces en desiertas porterías y rellanos de escaleras…

Salir a pasear con Sara exigía llevar siempre calzoncillos largos y el miembro bien saneado. Debía reconocerlo, lo de él y Sara no era amor, era sexo y del bueno. Se complementaban.

Vuelvo a recordar. Sara embestida por detrás, sudorosa y empotrada contra el cabecero de la cama, gritando y pidiendo más. Yo, bombeando extasiado mientras con un brazo aprieto una de sus nalgas y con el otro la agarro del hombro. Sara, le encantaba el sexo y siempre quería poner en práctica toda novedosa escena pornográfica de cada película X que devorábamos juntos.

Sara sabía que a Martin le encantaba la carne fresca, y ella siempre se mostraba como un manjar exquisito. Además, Martin nunca había conocido a una chica que salivara tanto en las felaciones, haciéndolas extremadamente placenteras. Sara y Martin estaban hechos el uno para el otro, sí, era maravilloso pero no perfecto, el amor no existía. Y ese fue el motivo por el que acabaron siendo amigos. Solo el simple hecho de pensar que dentro de unas horas volvería a verla, había hecho que los calzoncillos le apretaran de una manera preocupante. Odiaba el desagradable dolor de testículos y Sara era la medicina impecable que necesitaba. Después de todo Martin era un tipo perseguido, alguien que siempre está de paso, así que Sara era la mejor mujer de todas las mujeres que habitaban la ciudad. Si tenía que compartir fluidos corporales con alguien, ese alguien sería Sara, la vampiresa del sexo.

Vuelve el camarero, un tipo alto y delgado, vestido con camisa blanca, pantalones negros de pinza, un ajustado delantal rojo y con cara de haberse equivocado de trabajo.

- ¿qué le pongo?
- De primero unos Tallarines a la Parchitana, de segundo Filete a la Boloñesa, de beber una botella de litro y medio de agua mineral, no quiero postre y sí un café sólo -Le suelta Martin de carrerilla después de haber aprendido de memoria la carta.
- Muy bien, oído y apuntado -le responde el camarero, sorprendido y con cara de haberse acostado bebiendo whisky la noche anterior.

Último sorbo y se acaba el café, paga la cuenta que el camarero le acercó al servirle el café, y se dirige a la calle lleno de energías. Son apenas las cuatro de la tarde y el tumulto de la mañana se ha transformado en urbanita soledad. A esas horas la mayoría de comercios están cerrados cumpliendo con su jornada laboral partida, los rayos de luz pierden intensidad, y los pocos bares que se reparten a lo largo de la calle son frecuentados por los carajilleros; aquellos a los que les gusta embriagarse bien después de comer, mezclando el café con un poco de licor para más tarde, cuando el café se acaba, ingerir el licor a palo seco, en el mismo vaso del café.

Martin tiene asuntos importantes que tratar, el primero es pegarse una buena caminata para hacer bien la digestión, y antes de ver a Sara, quiere reunirse con alguien para hablar de negocios. Pero hoy quiere hacerlo bien, no quiere volver a despertarse con un hilillo de sangre colgando de la nariz, no quiere volver a repetir los mismos errores.

CAPÍTULO 6

La diablesa de pelo rojo se levantó despacio, muy despacio, abotonándose la camisa, recogiendo la chaqueta Gucci, la falda y los Louis Vuitton de pedrería que había colocado ordenadamente a los pies de un tiesto, sin retirar en ningún momento la mirada de Martin. Paseó dos dedos por los labios mientras aferraba la ropa en el regazo del brazo izquierdo, y con un movimiento de cejas y esa misma sonrisa de zorra, encantadora pero carente de inocencia alguna, se excusó para atender al teléfono, no antes de dejarlo sonar hasta 8 veces.

Martin apenas alcanzaba a ver a Leonor, desde donde se encontraba yacente, estirando el cuello. El teléfono estaba en el recibidor contiguo por el que había entrado apenas cinco minutos antes, lo suficientemente lejos para no escuchar ni una sola palabra de la conversación. Estirándose y estirándose para saciar su curiosidad, se topó con su propia imagen reflejada en el acristalado de Bohemia de una recia puerta: tumbado con los pantalones en las rodillas, encorvado hasta casi hacer el pino-puente sobre el diván, con aspecto de haber pasado seis semanas en un lodazal y con una ridícula erección que pareciera la brizna de una txapela. Espantado de su propio aspecto, se incorporó de un salto sobre el diván, y se entretuvo canturreando y echando un vistazo a la estancia mientras se magreaba con estilo para que la fiesta no decayera.

Por su mente desfilaban las molestas y recurrentes escenas de sus pesadillas recientes. Mucha sangre, gritos y esas cosas. El techo de la sala parecía haberlo pintado un crío con un Tipp-Ex, y sin embargo estaba adornado con la lámpara de araña más grande que hubiera visto en su vida. Tal como le dijeron, esta mujer a la que se estaba follando se supone que le iba a proporcionar una maletín repleto de billetes, una Beretta Neos y probablemente una fructífera relación laboral. La cosa no podía ir mejor. Quizá estaba tentando demasiado la suerte dejándose llevar por sus instintos sin haber llegado a ningún acuerdo con ella... Creo que estoy dispuesto a correr ese riesgo, pensó notando de nuevo el cosquilleo del miembro entre sus dedos, que ya era otra vez blando y escuchimizado, y es que Leonor hacía ya por lo menos quince minutos que había dejado de acariciárselo con la epiglotis. En una mesita de ébano junto al diván había un cenicero de mármol, un pequeño poto en un tiesto de plástico y un periódico. Era del día. «El misterio rodea a la figura del Caníbal Nocturno». El titular de portada se refería a ese chiflado que la noche anterior mató y destripó a su tercera víctima en dos semanas. Al parecer, el muy degenerado se comía partes del cuerpo de sus víctimas, todas chicas con dinero y familiares de gente importante de la ciudad. Fue directo a las páginas finales, y ojeó un poco la programación, el horóscopo y el chiste de Garfield (Odie babea y Garfield se congratula de no ser un perro sin seso) antes de volver a dejar el periódico más o menos en la misma posición que estaba.

En esa sala, a su izquierda, había una pared de cristal repleta de peces de colores. Una pecera que llegaba hasta el techo, y que separaba el espacio que ocupaba el juego de sillones de otra pequeña estancia, una especie de quirófano con una camilla, utensilios médicos, y una papelera que parecía salpicada abundantemente de sangre. Martin se revolvió un poco en el asiento con el rostro compungido, en parte por esa desasosegante visión, en parte por el café con regusto a tallarines y en parte porque la zorra pelirroja no daba señales de vida. Instintivamente, Martin empezó a colocarse los gayumbos y a subirse los pantalones, y de un saltito comenzó a dar vueltas por la sala, por fin tan nervioso como la situación requería. En una esquina había un ordenador, y una puerta cerrada daba paso al resto del apartamento. Las persianas de las enormes ventanas estaban bajadas del todo.

- ¿Leo? ¿Leonor? ¿Dónde te has metido, leona mía? ¡Ven y dame caza...!

Martin se rió en voz alta, preguntándose por qué nadie estaba delante cuando se le ocurrían esos juegos de palabras tan chisposos. Se acercó al recibidor, pensando en cómo debería agarrar a la nueva mujer de sus sueños y empujarla otra vez a su lecho de amor: si aferrándola cariñosamente por la cintura o dándola un sustito apretando sus hombros con delicadeza antes de arrastrarla de nuevo a la faena... Pero al llegar al hall, no había ni rastro de la despampanante mujer. El teléfono estaba descolgado, y nadie respondía al otro lado del hilo. La puerta de salida estaba cerrada por dentro. Demasiado misterioso para un jueves después de comer. Son casi las seis y he quedado, yo me largo de aquí pero ya..., pensó en voz alta, corriendo de nuevo hacia el diván para recoger el resto de sus cosas y salir por piernas. Le dio tiempo a dar tres zancadas; súbitamente sintió un movimiento a su espalda. Un golpe seco, un dolor intenso y cegador, una sensación de frío en la punta de la coronilla, miles de miodesopsias flotando como locas ante sus ojos, y a continuación la nada brillante, antes de caer desplomado al suelo.




Cuando era pequeñito mi papi me llevaba a la feria casi todas las semanas. Lejos del pueblo, en la montaña. Yo sabía que papá quería ir allí porque tenía un lío con una contorsionista muy joven, pero a mí me daba lo mismo, porque volvía a casa con bolsas enormes de piruletas y chufas. Papá nunca me dejaba montar en la montaña rusa, pero una tarde me colé, haciendo bulto entre un grupo de chinos muy bajitos. Al principio es muy lento, como un desfile de carrozas, una larga recta y luego una cuesta arriba aburridísimas. Pero la cosa de repente se aceleró, y no he pasado tanto miedo en mi vida. En cuanto el trenecito hubo dado el primer aspaviento en una curva cerrada, el estómago se hizo un nudo marinero y me vino toda la merienda a la punta de la lengua, y empecé a vomitar a los que tenía delante, a todas las filas que tenía delante, una catarata de pota verde, azul y rosa. Sentí tanto miedo, que me hice caca encima, papá. Eso nunca te lo conté, no quise estropearte tu cita con esa contorsionista puta...

Cuando Martin despierta tiene la pechera desnuda cubierta de vómito, y emana un olor que indica que el esfínter se ha aflojado sin su permiso. Cuando lleva dos minutos con los ojos abiertos empieza a reconocer formas del mundo real. A su derecha hay una pecera gigantesca, del suelo al techo, con extraños y enormes peces de color naranja fluorescente, con la cabeza enorme y ojos rojos, que nadan a una velocidad fuera de lo normal, como locos, histéricos, arremetiendo contra todo lo que se encuentran. El fondo de la pecera es rojizo. Hay restos de sangre y de tejidos, y un trozo de oreja flota a media altura. A su izquierda hay un tipo con una bata blanca que aparenta unos doscientos años. Encorvado y arrugado como si estuviese hecho de cera derretida. Tiene en la mano una jeringuilla de dos palmos llena de un líquido naranja fluorescente. La pelirroja con tetas como zepelines que le abraza por la cintura, y cuya cara le es ligeramente familiar, sonríe con suficiencia y mala leche, como si acabara de conquistar un país. Una erección instantánea florece. Parece que el miembro de Martin piensa por sí mismo, o quizá es que no ha visto a los dos simiescos cachalotes con forma humana que flanquean a la extraña pareja: dos tipos rubios idénticos con el pelo cortado a cepillo, con gafas de sol cuadradas y la misma bata blanca, y que a juzgar por su aspecto no hacen otra cosa en la vida más que flexiones, o quizá reducir a polvitos de talco los cráneos ajenos.

El resto de la sala es blanco impoluto, a excepción de una papelera negra en una esquina repleta de órganos humanos, y un logotipo en un lado de la pared, un símbolo que recientemente ha visto en algún sitio, aunque no consigue recordar dónde... No consigue recordar nada con exactitud, realmente. En un primer vistazo para Martin no hay nada más. Pero poco a poco empieza a tomar conciencia de sí mismo, a darse cuenta de que también está en la sala...

–Disssgulpen... he guedado gon una chiga. A lasss ss sss sseis. Si no lesss imborta... me sueltenn nn...–. Acierta a balbucear, con una tonta sonrisa, haciendo esfuerzos en vano para que la habitación deje de dar vueltas. Está confuso, la boca pastosa, lento de reflejos. Le han drogado, sin duda. Se pregunta en un momento de lucidez cuánto tiempo llevará allí. Esto no es lo que le habían prometido. –¿Qué bassa con el dd dinero? ¿Nuestrosss ss negocioss? ¿Eeeiih?

–Cállate, Martin, tú tienes otra cita esta noche. Ya recurriremos a Sara cuando le llegue el momento Y este es el “negocio” para el que te hemos vuelto a reclamar, ¿qué esperabas?–, contesta el viejo, con una voz que parece la de un ratón herido sonando a través de una tubería oxidada en mitad de un descampado a las afueras de un barrio pobre. Sus tres acompañantes le corean con risas. Martin se encuentra atado de pies y manos a una camilla, con un profundo dolor de cabeza, y terribles punzadas a un costado de la cara. El dolor no dura mucho. El cara de pasa se acerca muy despacio, a cámara lenta, y sin dejar de moverse acorde con el resto de la sala y del mundo, le introduce la punta de la jeringuilla en el brazo derecho y aprieta el émbolo. Martin contempla horrorizado cómo el líquido brilla dentro de su piel durante un instante, recorriendo y pintando todas sus venas rápidamente, como si fuesen pequeños tubos de neón. Ahora vuelve a tener hambre. Otra vez esa rabia, ese ruido insoportable...

CAPÍTULO 8

Martin sintió que se le caía el alma a los pies; ¡era un puto clon!. Se la sudaba lo que pudiera contarle esa guarra pelirroja, le habían arruinado la vida.
¿Cómo se siente uno cuando descubre que su vida no existe? Jamás se lo había planteado, y hacía esfuerzos para mantener la calma, ya que su cuerpo aun no respondía del todo. Decidió escuchar lo que le contaran, dándose tiempo asi para recuperarse y pasar a la acción cuando fuera el momento.

-Martin, ¿me escuchas?

La voz de Leonor ahora le irritaba, le daba asco pensar que en algun momento había pensado en follarsela. Por cierto, ¿cuánto tiempo llevaba asi?

-Oye, ¿qué hora es? Tengo la sensación de haber pasado muchas horas inconsciente.

-¿Qué importa esto ahora? Escucha lo que tengo que decirte, ya te preocuparás más tarde de estas estupideces. Como te iba diciendo, nos ha costado encontrarte, ya que al parecer alguien está empeñado en protegerte. Aun no hemos pillado al individuo que nos ha estado complicando el trabajo, pero a ti no te dejaremos escapar otra vez. Te preguntarás quienes somos, supongo...pues bien, permíteme presentarte a mi equipo.

Dicho esto aparecieron el cara de pasa y los dos gorilas rubios en la habitación, y Leonor pasó a hacer las presentaciones. El viejo arrugado era el Doctor Steven, al parecer el jefe de la operación -cosa que Martin dudaba, ya que parecía estar a punto de morir en cualquier momento, ¿cuántos años tendría ese tio?- y miembro de esa comitiva de la que Leonor había hablado antes. Los dos rubiales como era de esperar eran alemanes, ayudantes de laboratorio y encargados del trabajo sucio -de las palizas, pensó Martin-.
Todos ellos trabajaban para el gobierno americano, y formaban parte de la desviación del proyecto. Desde que Martin escapó del laboratorio habían estado siguiendole el rastro y ahora que le tenían, veía muy pocas posibilidades de escapar. Empezó a ponerse nervioso, su cuerpo empezaba a reaccionar y el sudor corria por su frente. ¿Qué podia hacer? Sus pensamientos fueron interrumpidos otra vez por la voz de Leonor:

-Doctor Steven, ¿ha comprobado que los oficiales estén en sus puestos? No quiero que haya más accidentes, vamos a llevarnos al 673 de aqui.

Sin que Martin tuviera tiempo a reaccionar, los dos gorilas ya le habían atado y se lo llevaban por el pasillo. Cuando salió a la calle le sorprendió no reconocer dónde se encontraba, la luz del sol era cegadora y le hizo cerrar los ojos. Le sentaron dentro de un coche, bastante grande, no pudo fijarse en la marca, pero juraría que era un coche muy caro. A sus lados tenía a los dos rubios, y Leonor iba sentada al lado del conductor. El Doctor cara de pasa no había subido al coche, a Martin no le gustaba nada la situación pero no podia moverse, sólo podia esperar.

No tuvo que esperar mucho, en 15 minutos llegaron a su destinación; el coche paró en una calle de la zona industrial, delante de un edificio que parecía desplomarse. ¿Qué iban a hacerle? No podian matarlo, ya que él era el sujeto de la investigación, pero ni siquiera ese pensamiento le alivió.
Entraron al edificio, que por dentro mostraba el mismo patético aspecto que su exterior. Desconcertado, miraba a su alrededor buscando alguna pista, lo que fuera, pero lo que no se esperaba era encontrarse delante de la puerta de un ascensor. ¡Un ascensor subterráneo!

-Vaya -pensó-, esto parece una película, me pregunto quienes son los malos. Y se sorprendió sonriendo por el chiste.

Al llegar al sótano, el aspecto del edificio era completamente diferente. Aquello olia a laboratorio...dios, como odiaba ese horrible olor. Andaban por un pasillo, y de algun sitio le llegaban voces. Aquellas voces...había algo en ellas que le resultaba familiar. Al llegar a la sala principal se le fueron las dudas: ¡Sara!

CAPÍTULO 7

¿Quienes son realmente estos engendros? ¿Por qué demonios estoy aquí? ¿Qué hay del maletín?.... piensa en Sara, de repente ella es lo único que importa, trata de gritar, pero sus labios no consiguen emitir ningún sonido, la solución naranja de la hipodérmica le arde como ácido fluyendo por sus venas, la rabia lo invade y siente una mezcla de miedo y euforia, todo el cuarto comienza a darle vueltas ante sus ojos, como en esa maldita monta rusa…y luego el silencio.

Una interminable secuencia de imágenes comienza a pasar ante sus ojos, un dedo acusador, ojos brillando de forma sobrenatural, sangre y gritos. Gritos como agujas en los oídos, el extraño símbolo en unos documentos, en un redondo trasero, en una placa en algún lugar.

John Smith…

Sr. Smith…

Cuando por fin abrió los ojos y volvió al mundo de los vivos estaba fatigado, la cama suave y las sabanas de seda eran lo más cercano al placer que había experimentado estos días, entonces reconoció la voz de Leonor que le llamaba al otro lado de la habitación.

Trato de incorporarse pero estaba agotado, sentía la boca seca… tenia mucha sed.

- ¿Qué me han hecho? ¿Dónde coños estoy?....

Leonor se incorporo de la silla donde estaba y con una sonrisa en el rostro enfilo hacia la cama con aire felino, llevaba unos entallados jeans negros y una escotada blusa roja que revelaba a la perfección la curvatura de sus senos, se sentó a su lado y acaricio su frente, con un dedo recorrió sus labios y dejo escapar un sensual shhhhhhhhhh, para indicarle que guardara silencio.

- ¿Es verdad que no recuerdas nada?... bueno, déjame contarte una historia, ya es tiempo de dejarnos de rodeos, además aun queda mucho por hacer.

Leonor encendió un cigarrillo y se quedo saboreando la bocanada entre sus sensuales labios rojo carmín, su piel blanca y tersa recordaba un poco a una muñeca de porcelana, se quedo mirándole fijamente y luego comienzo a hablar…

- Hace mas 15 años llego a nuestro país una comitiva con las mentes mas brillantes en el campo de la ingeniería genética, científicos de siete nacionalidades distintas comprometidos con una causa, hallar la cura a una de las enfermedades mas mortales de la Humanidad, hombres dispuestos a abandonarlo todo, su vida, sus familias, sus amigos… encaminados a un fin superior, en aras de la ciencia.
Lamentablemente este proyecto no debía ser del dominio público, todos los fondos estaban proporcionados por compañías privadas, bajo un acuerdo de total confidencialidad.
Estos hombres trabajaron día y noche, sin escatimar recursos y con la más alta tecnología, experimentando en una rama aun vedada para la comunidad científica ortodoxa, organismos multicelulares genéticamente idénticos a otros organismos.

- … clonación ¡¡¡

Alcanzo a balbucear Martín, sorprendido, aun sin fuerzas y con un poco de mareo.

- Así es, pero no las estupideces que habéis oído en los tele diarios, no, eso son cuentos de hadas absurdos para mantener sedada a la masa idiota que se traga cualquier mierda que pase por televisión. Lo que estos tíos estaban trabajando era lo último en eventos revolucionarios, estaban por cambiar el puto paradigma del mundo científico para siempre.

Martín ponía atención a sus palabras, pero no creía en lo que la pelirroja estaba diciendo, de cualquier forma, no tenía más remedio que seguir escuchando.

- Comenzaron a trabajar, a una velocidad impresionante y poco a poco el experimento comenzó a rendir frutos, 8 años después lograron lo que nadie había hecho hasta el momento, lograron hacer un clon de un humano a edad adulta, ya no había que esperar a que el feto se desarrollara hasta la madurez, lograron la copia exacta de la edad del donante del DNA a nivel inmediato, la primera fase había concluido con éxito, no habría mas filas de donantes en los hospitales, ahora se podía clonar a las personas con una replica exacta en el momento requerido sin el mas mínimo riesgo de rechazo de órganos, de sangre.
- Mentiras, tía has leído demasiadas historias de …
- Cállate, aun no he terminado ¡¡¡¡

- Como te dije la meta no era esa, ellos estaban ahí para encontrar la cura del SIDA, lo que habían hecho solo era el primer paso del procedimiento, comenzaron a reclutar personas infectadas, gente sin familia que no tenia nada que perder, ni tampoco esperanzas, personas de bajo nivel económico dispuestos a todo por salvarse, desesperados por no morir.
Ahí es donde entras tu, quizás no recuerdes nada de tu pasado, pero eras un maldito parásito social, no sabemos si contrajiste el virus a través de todos las drogas que te metiste o con alguna de las prostitutas que te acostaste, a final de cuentas no nos importaba, contigo ya sumaban mas de 750 desahuciados en busca de la cura.
El proceso consistía en sacar un clon de los pacientes y trabajar en el clon infectado, la idea era lograr manipular el DNA del clon para hallar la cura, que después seria inoculada al paciente contagiado, los primeros resultados fueron asombrosos, sin embargo, los científicos no hallaban la causa de por que no podía hallarse una cura generalizada que sirviera para todos los infectados, es decir, los pacientes solo respondían ante el tratamiento aplicado al clon, de manera individual.
Logramos empezar a notar resultados en la mitad de los infectados, el puto Nóbel de medicina iba a ser poca cosa ante lo que la humanidad estaba por presenciar.
- ¿Qué hacían con los clones?
- Los “donantes” como se les denomino, eran sacrificados, los pacientes jamás se enteraron de que había una copia de ellos, nunca se les informo nada acerca del tratamiento, y como te dije, la mayoría era escoria social, no les incumbía ni les interesaba, solo querían salvarse, sin importar como.
- ¿y a los pacientes los dejaban ir?
- No digas gilipolleces, por supuesto que no, se les aislaba en células individuales de 10 personas, jamás se les informo que estaban presentando mejoría, que estaban derrotando al maldito virus. En el afán de encontrar una cura genética los científicos siguieron trabajando, además no podía realizarse un clon por cada infectado, el proceso era demasiado caro para accederlo al público en general, simplemente incosteable, así que siguieron experimentando, hasta que todo empezó a irse a la mierda.

Martín guardo silencio, a su mente venían flashasos de las agujas y las prostitutas del barrio, de paquetes llenos de cocaína y morfina que el entregaba, de cómo su vida se había convertido en una cloaca, recordó de golpe el resultado del examen, positivo, el imbecil se había jodido la vida. Trago saliva y seguía escuchando.
-Con la mira puesta en el objetivo, un día sin previo aviso Juliette Haldane, una genetista suiza cruzo la línea más allá del bien y del mal. Trabajando en el clon 673 modifico el código genético en su estructura raíz en mayor medida de lo que cualquiera había podido hasta ese día, no solo lo curo del SIDA, Juliette había logrado corregir las imperfecciones por completo, para siempre, …

Leonor hizo una pausa y encendió un nuevo cigarrillo.

- Ese maldito clon era la esencia de un dios encarnado, nunca iba a envejecer, su fuerza era mayor a la del humano promedio, no iba a padecer nunca ninguna enfermedad, era inmune a cualquier veneno, Juliette había creado en probeta al hombre perfecto.
Mantuvo en secreto su hallazgo ante los demás, al parecer había algunos efectos secundarios, el clon empezó a experimentar mayor impulso sexual de lo esperado, además, aprendía rápidamente el lenguaje y al parecer su conciencia se empezaba a despertar de manera acelerada, monitoreando su actividad cerebral Juliette descubrió algo aterrador, el clon tenia destellos de la memoria del donador original, y no así conciencia de su condición, el no sabia que era un clon.
Juliette no pudo seguir ocultando su descubrimiento y a la semana, separo al clon en aislamiento, había encontrado que este presentaba trastornos depresivos.
El laboratorio se convirtió en un caos, los otros científicos y Juliette pasaban días debatiendo acerca de cómo manejar la situación, habían detonado una puta bomba atómica, a partir de ese momento nada volvería a ser igual.
Dos días después en el laboratorio empezaron a rondar misteriosos hombres armados, seguridad máxima en todos los niveles, mas de la habitual.
Por la tarde un grupo militar norteamericano había llegado, reunieron a los científicos en una sala.

- ¿Que diablos hacen aquí los militares?, este es un proyecto privado. Repetía Juliette a los oficiales, los cuales no le prestaban atención, los reunieron en la sala de juntas y varios hombres de traje arribaron al lugar.

Uno de ellos hablo, era alto y rubio, tenía acento alemán, y vestía elegante traje de diseñador.

- Comprenderán caballeros, que el proyecto ha evolucionado a un nivel mas allá de nuestra comprensión, es momento de hacer algunos cambios en la estructura, las autoridades ya han sido informadas.
- ¿De que esta hablando? ¿Qué autoridades?.....
- Digamos que el gobierno americano se mostró muy interesado en el caso del clon 673, y esta dispuesto a pagar una suma considerable para seguir la investigación….. este proyecto nos ha llevado muchos recursos y el corporativo esta dispuesto a negociar y a diversificar el estudio…

- Juliette estaba sin habla, sabia que muchas de las compañías que aportaban los secretos fondos eran de origen alemán, pero no sabia como lidiar con esto.
Esa noche los separaron y los aislaron del resto, Juliette enfilo hacia el baño y se dio una ducha de agua fría mientras recapitulaba, esto se había salido por completo de control. En los días siguientes comenzaron a llegar mas militares y científicos americanos, revisaban los archivos y tomaban el control de las instalaciones, vigilaban el aislamiento del 673.
Entonces algo cambio, los pacientes en recuperación del VIH comenzaron a entrar en coma, comenzaron a morir sin motivo aparente.
Todos los científicos estaban desconcertados, no había una explicación, sin embargo el 673 permanecía inalterable. Tres días después todos los pacientes habían muerto.
Juliette fue llamada por el alto mando a la noche siguiente, el proyecto se mudaba a Alemania y Juliette los acompañaría.
Esa noche su vida cambio, sabia que tenia que hacer algo, no iba a partir, no iba a dejar el 673 con esos maniáticos militares.
Esa noche fue a la sala de aislamiento del 673 acompañada de los 6 científicos originales del proyecto, un militar les cerco la entrada.

- Inspección de descodificación celular.
Dijo uno en el tono mas autoritario del que pudo hacer uso, el militar extrañado se aparto y comenzó a llamar al mando superior por el comunicador, era el momento de actuar, los siete sacaron jeringas cargadas de potentes somníferos de su bolsillo y ya situados en los costados de los cinco guardias de la sala, clavaron las agujas en sus cuellos.
No había mucho tiempo, insertaron la clave de acceso a la puerta y sacaron al 673 de la sala, estaba dormido y salio con ellos visiblemente asustado, comenzaron a correr por los pasillos, los guardias pisaban sus talones pero ellos conocían mejor ese lugar, tenían que llegar al ala norte, escapar por los ductos del desagüe.
Los disparos no se hicieron esperar, el camino al ala norte se fue tiñendo de rojo, para cuando llegaron solo quedaban tres, Juliette, el doctor parker y el doctor Iha, destaparon el desagüe y comenzaron la carrera. Las balas fueron mas rápido, la ultima en caer fue Juliette.
Entonces todo cobro sentido para Martín, la pesadilla, los sueños, ella y solo ella, en medio de la más absoluta oscuridad, apuntándole con un dedo señalando la salida y con los ojos brillando de forma sobrenatural. Martín no era Martín, no era John Smith, era el puto experimento 673.

Su memoria no era su memoria, Sara no se había acostado nunca con el, era un puto freak de laboratorio, una rata, una aberración.

- Fue difícil seguir tus pasos Martín, Smith o como quieras llamarte, para esta altura ya habrás atado muchos cabos sueltos, pero déjame contarte un poco mas acerca de nosotros…

CAPÍTULO 9

“¡Din, don, din! Vuelo 782 procedente de Chicago se encuentra en la terminal número 2, puerta 25”

Había llegado por fín, ese viaje fue el peor viaje en avión de su vida.

- ¡Puta hamburguesa! – pensó para sus adentros –

La hamburguesa que se había comido en el aeropuerto antes de salir debía llevar caducada meses, pero el intenso sabor del ketchup y la mostaza lograron que no se diera cuenta hasta que ésta estuvo bien dentro de su estómago. Las 7 horas siguientes fueron un auténtico suplicio para ella. Nunca una persona hizo uso del baño del avión tantas veces en tan poco tiempo.

- Bueno, ahora a buscar la maldita empresa de alquiler de coches...

Su carácter era bastante agrio desde que tuvo aquel incidente, hecho que intentaba olvidar, pero que esas dos cicatrices en el costado se lo impedían.

Se acercó a la ventanilla de la empresa de alquiler de coches y se puso a mirar el catálogo. Sus fondos eran ilimitados, pero ella pensó que no debía llamar la atención más de lo normal, así que cuando estuvo decidida se dirigió a la señorita que había dentro tecleando en un ordenador.

- Hola, buenas tardes.
- Buenas tardes, dígame – respondió la señorita –
- Quería alquilar un Audi A3
- Muy buena elección, señora, ¿lo quería en algún color en especial?
- Negro estaría bien
- De acuerdo, ¿me dice su nombre?
- Juliette Haldane...

Terminó todo ese pesado papeleo y fue hacia donde estaba el coche. Metió las maletas dentro del maletero y se subió. Sacó de su bolso un pequeño aparato con una pantalla en la que un punto rojo parpadeaba.

- A ver dónde estás monada...

Arrancó el coche y salió disparada del aeropuerto. Al cabo de 20 minutos estaba aparcada en una céntrica calle de la ciudad. Se puso las gafas de sol, puesto que aquel día pegaba con fuerza, se recostó en el asiento del coche y esperó a que aquel puntito rojo se moviera.

“Hasta donde he llegado... Yo sólo quería encontrar una rápida solución para esa lacra llamada SIDA... Y ahora me encuentro en Viena rastreando los movimientos de una persona a la que yo creé... Debo contarle que...”

El aparato comenzó a emitir unos pitidos que la sacaron de sus pensamientos, ¡el punto se estaba moviendo! Rápidamente salió del coche y cuando estaba girando en la esquina lo vió, ¡él estaba allí! ¡había funcionado!

Aquel día, antes de recibir los dos balazos le colocó bajo la piel un dispositivo localizador, y había funcionado, lo tenía a 20 metros, pero no podía hacer nada, estaba rodeado por dos armarios que lo introdujeron en un coche. Rápidamente salió corriendo hacia el suyo, se montó, y los siguió a una distancia prudencial. Se desviaron de la carretera principal por un camino de arena. Ella permaneció un rato en el arcen de la carretera para no levantar sospechas. Al fín, cuando creyó que el tiempo ya era suficiente, se metió con su A3 en aquel camino. A lo lejos vió lo que le pareció una fábrica abandonada y el coche que estaba siguiendo se encontraba aparcado al lado de una pequeña puerta, que sin ese coche, hubiera pasado desapercibida para cualquiera. Escondió el coche detrás de unos arbustos altos y se dirigió con cuidado hacia aquella puerta. “¡Qué fácil!” pensó, pero justo en ese momento sintió un tubo metálico en su sién.

- ¡Alto! ¡Qué hace aquí!

...

CAPÍTULO 10

Allí estaba ella, en medio de aquella sala enorme con olor a laboratorio, rodeada de ordenadores y maquinas que no había visto en su vida y de las cuales desconocía por completo su finalidad, llevaba una bata blanca y parecía estar dando órdenes a tres científicos chinos, japoneses, taiwaneses o koreanos, la verdad es que nunca se le había dado muy bien diferenciar a los asiáticos. En cualquier caso, no cabía la menor duda de que era Sara la que estaba allí plantada. Por un momento se alegró y el pequeño 673 no dudo en reaccionar al comprobar que los turgentes senos de Sara seguían estando igual de suculentos que cuando eran más jóvenes…

Un momento. STOP. Para Martin, John Smith, experimento 673 o como coño sea que me llame en realidad, algo no va bien aquí. Se supone que soy un puto clon, así que en realidad Sara y yo nunca hemos tenido un pasado en común. En realidad no sé porque recuerdo lo que recuerdo, mis recuerdos están dispersos y son totalmente irreales. Parece que hayan jugado un partido de ping – pong con mis neuronas. Debo andar con cuidado, ya no me puedo fiar de nada. Eso sí, hay una cosa que me jode y mucho. Si todo esto es cierto, nunca me he tirado a Sara. ¡¡Vaya putada!!.

Antes de que tuviese tiempo de seguir con sus divagaciones uno de los muchachotes rubios le pegó una patada en su trasero lanzándolo literalmente a los pies de Sara.

- Cuida esos modales muchacho ¿que pensaría tu madre si viese que su hijito anda por ahí pateando el culo de un pobre clon?

Sara lo miro divertida y con una sonrisa perversa de dirigió a el:

- Vaya Martin, veo que al final has acudido a nuestra cita. Lamento que tenga que ser en estas circunstancias ¿sabes? Te pareces tanto al verdadero Sr. Bishop que no me importaría rememorar viejos tiempos engañándome contigo.

- Lamento decepcionarte querida, pero creo montarnos un espectáculo erótico aquí delante de cara de pasa y estos muchachotes no sería nada educativo. Tal vez si tú, yo y la señorita Leonor fuésemos a un reservado de este encantador laboratorio…

- Deja tu humor ridículo 673. Tenemos mucho que hacer y llevamos un gran retraso por culpa de tu insolente huida. Por suerte te hemos recuperado a tiempo.

- O sea, que al final lo del polvete lo tendremos que dejar para otro momento…

- No estoy de humor para tus chistes verdes. ¡Arnold!.

- Si señora.

Antes de poder darse cuenta Martin yacía inconsciente en el suelo, uno de los dos rubiales le había atizado con la culata de la pistola en toda la sien.

- ¿Que hacemos con él? – preguntó Leonor- Sus estúpidos comentarios empiezan a ser una molestia. Tal vez deberíamos coserle la boca o arrancarle la lengua, al fin y al cabo para experimentar con el no necesitamos que hable.

- ¡No!, ¡dejadlo!, llevadlo a la celda 12 Beta. Tal vez necesitemos algo de lo que nos pueda contar… acelerad todos los preparativos, quiero empezar con las pruebas cuanto antes.





Mientras, Martin esta flotando en el mundo de los sueños, miles de imágenes aparecen sin orden en su mente. Ahí esta él, desabrochando salvajemente el sujetador de Sara. Agarrando con fuerza sus senos mientras Sara le miraba extasiada mordiéndose el labio inferior. Ella se saca rápidamente la falda quedándose únicamente con un diminuto tanga, entonces se dá la vuelta y le suplica:

- Fóllame

Martin se aproxima a ella y la agarra por el hombro derecho, acariciando suavemente las líneas de su tatuaje. Ese tatuaje. Lo recuerda, pero parece que han pasado más de mil años desde la última vez que lo ha visto.



De pronto, toda la estancia cambia a su alrededor. Se ve a si mismo dentro de una urna llena de un liquido amarillo viscoso, decenas de cables conectan su cuerpo con una extraña maquina. Un momento. Ese no es él. De hecho a su derecha ve otra urna igual y él también está dentro. Pero no es él. Lo siente.

- Soy Martin Bishop, agente especial de la sección de inteligencia artificial de M.O.N.D.O. No pueden hacerme esto.

Oye un disparo, luego todo vuelve a quedar en silencio.

Nuevamente ve como el escenario cambia de forma hasta semejarse a una especie de celda de cristal. Alguien se acerca corriendo. Es una mujer. Lleva un manojo de llaves de metacrilato en su mano temblorosa, como buenamente puede en medio del tembleque selecciona una y abre la cerradura transparente de su celda.

- 673, soy yo, Juliette, tenemos que salir de aquí cuanto antes, no hay tiempo.

Se ve a si mismo lanzándose salvajemente encima de Juliette. Quiere estrangularla, acabar con ella.

- Soy Martin Bishop- se repite a si mismo- soy Martin Bishop.

Siente una punzada en el costado. Algo acaba de traspasarle la piel. El dolor le hace volver en si.

- ¿Doctora Juliette? Se encuentra usted bien.

La doctora Juliette le mira aterrada y le apunta con un dedo acusador. De repente las luces se apagan. Ve los ojos fantasmagóricos de la doctora brillando en medio de la oscuridad y siente como su dedo sigue apuntándole.

- ¿Doctora?

Oye pasos de gente corriendo. Hay mucho alboroto, se oyen disparos.

- ¡Huye 673! – dice la doctora poniéndose en pie. Nos matarán a todos.

Sin mirar atrás echa a correr como alma que lleva el diablo. Oye dos disparos y un grito de la doctora. No se vuelve, tan solo sigue corriendo. Corre. Corre. Corre.

Lentamente abre los ojos e instintivamente se lleva la mano a la cabeza.

- ¡Ay! Que dolor.

El rubiales le ha golpeado a base de bien. Mira a su alrededor. Se encuentra en una diminuta habitación rodeada por barrotes de metacrilato.

- ¿Dónde he visto esto antes?

Entonces recuerda su sueño y lentamente los fragmentos de su memoria empiezan a encajar. Mierda. Otra vez encerrado. Tal vez si inspeccionase bien el lugar… No hay tiempo, alguien se acerca, escucha a alguien que se apoxima silbando una marcha militar. La imagen de uno de sus amiguetes rubiales aparece ufana cargando un cuerpo entre sus brazos. Se aproxima al candado transparente y lo abre. Mira un momento a 673 y dedicándole la mejor de sus sonrisas arroja el cuerpo al interior de la extraña celda. Da media vuelta y los cierra de nuevo. Se aleja silbando otra vez. Martin se acerca al cuerpo inconsciente y se queda helado al comprobar de quien se trata…

- ¿Doctora Juliette?

CAPÍTULO 11



La habitación era sombría y húmeda. Apenas entraba la luz que intentaba colarse por una diminuta ventana y que no hacía sino ayudar al deplorable estado del lugar. Juliette entró en la celda acompañada por uno de los rubios alemanes. Tenía un rastro de sangre en la comisura de los labios, que con toda seguridad se había producido en el forcejeo con aquél bruto gigante. Le habían quitado el aparato que la ataba a 673, el número que la había llevado hasta aquel lugar apartado de Viena. Ahora no lo necesitaba. Estaba delante de él:



- ¿Doctora Juliette?... – dijo 673, sorprendido -.
- Martin…

Juliette Haldane se dejó caer delante de 673. Era una mujer bella, de tez morena. 673 la agarró, notando una incipiente delgadez extrema. Desde que Juliette le dijera aquellas palabras – “¡corre!, ¡corre, Martin!” – ella ya no había podido conciliar bien el sueño. Dejó a su marido en el piso que ambos tenían en Chicago y se trasladó a la casita que sus padres tenían a las afueras de Washington. Quería descansar, olvidarse de todo y pensar que su 673 estaba muerto. En Washington apenas tenía conocidos. Unos pocos amigos de sus padres y una amiga que trabajaba en la Casa Blanca y que había sido novia de su marido en el Instituto. Todo era tranquilidad en Washington hasta que escuchó aquella conversación. Entonces decidió que debía correr, correr, en busca de 673.

- ¿Cómo ha llegado…? ¿Qué le ha pasado…? ¿Qué le han hecho?
- Estoy bien… Martin… solo un poco magullada… Ese hijo de puta me ha pegado en la cara.
- Limpiate con esto – 673 sacó de su bolso un pañuelo que había aguantado impoluto hasta su situación actual.
- ¿Cómo estas… Martin? – preguntó Juliette mientras se limpiaba la sangre.
- La verdad… confundido…
- ¿Te han hecho algo?
- ¿Le parece poco… que me tengan aquí metido?... No se si me han hecho algo… no se lo que quieren hacer conmigo… no se ni siquiera quien soy realmente… ¿Qué está pasando Juliette?

¿Iba a llorar ahora? La desesperación era más fuerte que él. Ya no controlaba sus emociones. No controlaba ni quien era. Su cabeza era una tormenta eléctrica de preguntas. Juliette se sentó en el suelo.

- Martin… ¿te han explicado algo?
- Me han explicado demasiado, creo yo… No se si soy un puto clon… o un número… Me llaman Smith… Martín… 673… Tengo sueños, recuerdos… pero ni siquiera se si son reales… No se si esos recuerdos son míos, o de otro… ¿Tienes explicación para todo esto, Juliette?... ¿O tu también eres irreal?...
- Creo que puedo explicartelo Martin… precisamente por que puedo explicartelo, estoy aquí, encerrada contigo.

+++++

Juliette había quedado con su amiga en Toulos, un restaurante donde se reunía la flor y nata de Washington. A Juliette no le gustaba aquél sitio, lleno de corbatas, trajes y maletines. Pero para su amiga era un lugar de encuentro de lo más habitual. Clara Gland, una chica rubia, un año más joven que Juliette, entró en el restaurante saludando a unos cuantos corbatas que tomaban su desayuno en una mesa. Editora y abogada, Clara trabajaba en la Casa Blanca como redactora de discursos para alguno de los Departamentos de Estado. Alguna vez le había tocado revisar alguno del Presidente. Juliette le hizo una seña con el brazo.


- Juliette, ¿cómo estas?… agg… no soporto a los babosos de corbata… En cuanto ven unas piernas femeninas entrar por el bar… ¿qué será de sus mujeres?...
- ¿Lo has leído?
- Permíteme que me tome un Donuts y te comento…

Juliette había abusado de su amistad para intentar colocar en el mercado su último libro. Cuando llegó a Washington quiso recopilar algunos de sus conocimientos y experimentos científicos y convertirlos en una novela. Lo había hecho para evadirse y ahora tenía esperanza de que su amiga echara mano de algunos buenos contactos.

- Bueno… Juliette… he leído tus notas… y…
- Y no te gusta
- No, no… no es eso… es…

El móvil de Clara sonó. Qué oportuno.

- Discúlpame… Si… la misma. ¿Cómo?... ¿Qué lo han localizado?... – Clara, sacó un papel de su agenda y un bolígrafo -. ¿En Viena?... Bien… espero que la prensa siga sin saber nada… si… ¿un número?...

Clara apuntó en aquel papel un número de tres cifras. Juliette jugaba con el sobre del azucarillo de su café con leche. Lo tomaba todas las mañanas. Caliente, muy caliente. A veces se quemaba la lengua. Sus ojos se posaron sin querer sobre el papel de Clara y sobre ese número… Clara lo había escrito bien claro. 673. Dejó caer su café y salió del bar sin despedirse de su amiga… en su cabeza solo tenía dos cosas: Viena y 673. ¿Una corazonada? Si… una corazonada que le había llevado a aquella celda húmeda.

- Tengo que dejarte, Tom… - dijo Clara a su interlocutor, mientras veía correr a Juliette al otro lado de la calle a través de las cristaleras del Toulos – creo… que vamos a tener un pequeño problema.

+++++

Juliette extendió su mano para devolverle a 673 el pañuelo que le había dejado.

- Y es así como empezó mi huída hasta encontrarte. Volví a Chicago. Volví a las oficinas del Centro y cogí el transmisor que me conectaba a ti. Fue un milagro que funcionara. Pero enseguida empezaste a dar señales de vida en forma de pitido. Todo coincidia. Estabas en Viena. Y yo debía encontrarte.
- Y por eso estas aquí…

Juliette se recostó en uno de los barrotes de metacrilato de la celda.

- ¿Recuerdas los que entraron en el Centro, Martin?
- Aquellos hombres uniformados…
- Si Martin… ¿los recuerdas?...
- Si… recuerdo muchos disparos… me dijiste que corriera… y… más disparos…
- ¿Te he dicho que mi amiga Clara… trabaja en la Casa Blanca, Martin?

Las piezas del gigante puzzle cayeron como pequeños trozos de cristal encima de la mesa… Juliette esperaba que le dieran tiempo para explicarle todo a Martin… antes, quizá, de que la mataran.

- ¿Te he dicho que mi amiga Clara… trabaja en la Casa Blanca, Martin?

+++++


En el despacho más fotografiado de los Estados Unidos un hombre de pelo blanco, delgado y en chándal analizaba con los suyos la situación.



- ¿A quién tenemos en Viena? – preguntó el hombre de pelo blanco - .
- Tenemos a los alemanes – dijo un uniformado, apoyado en la chimenea.
- ¿Habéis avisado a Sara? – preguntó Tom -.
- Sara está con ellos... vive en Viena...
- Que bueno, tener contactos en todos los sitios – dijo el hombre de pelo blanco, levantándose del sillón…- ¿Y “el problema” señorita Gland?

Clara sonrió no muy convencida. Acababan de llamarla de Viena.

- La han cogido… está con 673.
- Por Dios… que efectividad… - dijo el hombre de pelo blanco soltando una carcajada.
- No le quepa duda, señor… por algo es usted el Presidente de los Estados Unidos.

CAPÍTULO 12

- La han cogido… está con 673.- Por Dios… que efectividad… - dijo el hombre de pelo blanco soltando una carcajada.- No le quepa duda, señor… por algo es usted el Presidente de los Estados Unidos.

Vuelta a la pagina...

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¿Que? Aquí termina todo...

Esto continuara, pero y ahora...

Cliff había leído la ultima pagina de ese cómic. Esto quedaba en continuación...

Pero que demonios, ahora donde cojones voy a conseguir el número siguiente. Se preguntaba, en qué podía continuar dicha historia que le intrigó tanto. Acostumbrado a leer de principio a fin todo cómic, revista, libro o publicación... se encontró que en la contraportada en la esquina había unas letras muy pequeñas que no podía ver con claridad.

Salió de su habitación, y busco una lupa, los lentes de la abuela o algo que le ayudara a ver esas letras con mayor claridad. No encontró nada y la maldita desesperación lo invadió. Era un adolescente que gustaba de leer cómics y que hace apenas semanas antes había encontrado dicho comic rezagado en una revisteria del centro de la cuidad.

Por el momento las pequeñas letras podían esperar, lo único que se le ocurrió fue ir a la revistería y preguntarle al encargado de cuando le podía llegar una publicación similar.
Al salir de su casa se encontró con Dana, su novia, quien lo saludo y acercó rápidamente a tenderle un beso y un fuerte abrazo.

-Hola, ¿Cómo estas?
-Bien, y tú...que haces aquí?
-Pues … pensé que te gustaría salir un rato
-Ha, voy a la revisteria del centro. ¿Me acompañas?
-Claro... tenia en mente otros planes, pero vamos...

Ya en la revistería se dispusieron a buscar el comic, mas no lo encontraron. Crearon un gran desorden, por lo que el encargado al percatarse de la situación los echó...

-Primera vez que me echan de algún lugar. Esto es para recordar... -le dijo Dana
-Maldita sea... -Cliff parecía molesto
-Qué tienes, solo es un comic, mañana vamos a otra revisteria y lo buscamos- era una recomendación justa. Dana se preocupaba por su extraño novio.
-¿Mañana?... yo lo quiero leer hoy.
-Amor, pero que desesperado eres, es solo un simple comic.
-No, no es un simple comic tu no lo entiendes!!! -Grito Cliff
-Oye, que te pasa no me grites... -Dana se sintió ofendida y le extrañó demasiado el comportamiento de su novio.
-Perdón....me exalte un poco.

Para Cliff distaba mucho de ser simple un simple cómic... para él se había vuelto como el mejor que había leído en su vida.

-Además, hay cientos de comics, si quieres compramos otros... debe de haber buenas historias que te puedan gustar, comentaba la novia
-No, tengo que saber en que continua.
-Me das miedo, tan aferrado que te pones por leer un papel con monitos.

En todo el camino a casa no se dirigieron la palabra. Cliff estaba molesto y no hizo caso a su novia. Cada quien por su lado, estaba tan molesto que ni valía la pena acompañarla. Ya en su casa, busco en la Internet información sobre el comic. Desde que lo había obtenido le parecía por demás extraño. No había crédito alguno, no había información de los dibujantes, creadores, escritores... ni si quiera la editorial. Pero aún le extrañaba las pequeñas letras que se encontraban en la contraportada.

Pero que estúpido he sido, porque no escaneo la pagina y aumento el texto. Y lo hizo pero el resultado le sorprendería más. El fragmento decía “registre su volumen acompañado de una dirección de un site de Internet”. Ingreso la dirección en el navegador el resultado; una pagina completamente en color negro solo con un espacio en blanco. El código, ¿Pero que código?

En todo el volumen, el numero mas importante o mas significativo era "673”. Ingresó rápidamente los números y dio “ejecutar”. Sus manos sudaban y se encontraba ansioso por saber que pasaría. Justamente cuando el navegador cargaba...

¡Pero qué demonios!

La energía había sido cortada... en la penumbra maldijo mil veces. Pero mejor prefirió dormir.

A la mañana siguiente tuvo que asistir a la escuela. El cursaba el ultimo año de la preparatoria y era un estudiante promedio. Ese día, tenia un mal presentimiento. No paso mucho tiempo para que se diera cuenta que ese no era un buen día para él. Encontró a Dana, su novia conversando de una manera muy amena con un tipo. Los dos reían y el tipo la tomó del brazo. Esto lo puso furioso por lo que se dirigió rápidamente hacia ellos.

-Hola... los interrumpo -dijo sarcásticamente.

El tipo frunció el seño y soltó inmediatamente el brazo de Dana, ésta se puso un poco nerviosa.

-Hola, mira te quiero presentar a...
-Cliff, soy su novio -interrumpió mirando directamente a los ojos del tipo.
-Ah, ¿tu novio?...
-Si, larguémonos Dana… -Cliff la cogió por el brazo llevándosela lejos a una zona en los jardines.

-Que pretendes, te comportaste muy grosero -le recrimino Dana
-No me importa ese estúpido ahora -replico Cliff
-Ni siquiera me permitiste explicarte, él es, es... mi primo.
-Pues que primos tan cariñosos tienes... -La escena no fue nada favorecedora.
-Tonto, que quieres, es taradísimo tenemos que asistir a clases.
-No voy a ir, desde ayer que no tengo energía en casa... y necesito acceder a una pagina de Internet.
-Ha, pues saliendo vamos a mi casa, no hay problema.
-Tiene que ser ahora, rápido... ¿cuento contigo para que me apoyes en esto?.

Después de un tiempo de insistencia Dana accedió. Ya en su casa el ingreso a la pagina de Internet. Ingreso nuevamente el código... la pagina cargo un poco y el sudaba intensamente. Dana solo le observaba y se preguntaba porque tanto interés por un comic. Desde que lo había conocido sabia de su fanatismo por los comics, los libros o la ciencia ficción, pero nunca fue a esos extremos...

Un mensaje en rojo con letras grandes “ IP NO VALIDA”.

¿Que significa eso? – expreso alarmado Cliff

-A ver... eso significa que la IP de mi PC no es la correcta -Dana le contesto.
-Pero entonces cual es la correcta...
-Ingresaste esa misma clave en la PC de tu casa verdad...
-Si, pero la energía se corto cuando la pagina cargaba...
-Solo podrás acceder a ese sitio desde tu computadora, que es la portadora de la IP que quedo registrada.
-No, no juegues es cierto lo que estas diciendo?...
-Si, amor.. es cierto. Si asistieras mas a las clases de informática lo entenderías.

Con un carajo, me lleva!. Tengo que ir a la casa, nuevamente y hacer todo el procedimiento.

Larguémonos de aquí...

Cliff estaba en la puerta listo para irse, pero Dana estaba recostada en la cama y lo miro fijamente.

-Estas tan preocupado por un comic, por un extraño site de Internet. Hace meses que no me tocas... ¿que pretendes?

Cliff se había metido tanto en el mundo de los comics, que le había llevado a descuidar sus labores escolares, su higiene personal dejaba mucho que desear, y por suerte aun conservaba su relación con Dana, a quien no le hacia el amor desde hace meses.

El tomo en cuenta el mensaje y se prendió una alerta en su mente. !No puedes perder a tu novia!

Trepo sobre ella buscando sus labios... con su manos comenzaba a desnudarla... y ambos estaban comenzando a excitarse...

Sara!... Sara!... -esperando a que me llame John Smith, Martín...673 y sus increíbles aventuras follando... -pensamientos que daban vueltas en su mente.

-Sara..., ¿quien demonios es Sara? -se incorporo Dana.
-Qué, qué te pasa?... -le dijo extrañado Cliff.
-Me dijiste Sara... ¿quién es Sara?
-En serio te dije así?...
-Si, así me dijiste... quien carajos es Sara... es otra... mujer?...
-Ha... discúlpame. es una personaje del cómic que estoy leyendo...
-No, estas idiota si crees que te voy a creer semejante patraña...

Dana estaba molesta, furiosa... sus ojos se llenaron de lagrimas y corrió a Cliff de su casa.

Cliff salió rápidamente , y caminando por la calle de pronto un montón de ideas le abordaron su cabeza... ¿por qué le había llamado Sara a su novia?, por qué había descuidado tanto la escuela?, así mismo. Por qué no podía aun acceder a ese sitio tan misterioso?... y así caminando, de pronto frente a él se encontraba nuevamente la cara de aquel tipo de la mañana que le apretaba el brazo a su novia Dana , lo tenia ahí, justamente a unos cuantos metros de él…
Quiso pasar desapercibido por la otra cera, pero ellos le siguieron. Esto no estaba bien, no sentía miedo pero si una preocupación de por qué le seguían. De pronto , el tipo se le cruzo en el camino quedando frente a él... mientras los otros tipos le rodeaban. Eran 5 en total.

-En la mañana parecías muy valiente... pues ahora vas a ver pequeño bastado.

Le soltó un puñetazo que Cliff esquivo, haciéndose hacia atrás - ahora si comenzaba a tener un poco de miedo...

Los dos tipos de atrás lo jalaron, de la mochila y lo sujetaron fuertemente. El tipo principal, el primo de Dana, parecía amenazador y pretendía golpearle. Pero Cliff le soltó tremenda patada en las bolas, haciendo que el primo cayera y se retorciera del dolor. Los demás tipos reaccionaron y tiraron al suelo a Cliff...

Ahí comenzaron a patearlo duramente, en las costillas, en el estomago...y una última patada en el rostro que le partió la boca y le ocasionó la caída de varios dientes.

Llego a su casa, un poco maltrecho, con su ropa manchada de sangre y con el cuerpo adolorido. Pero lo que mas valoro en ese momento fue que no le despojaran de su comic. Entro a su habitación, ante la mirada preocupada de su madre. Quien le preguntó qué le había sucedido. Nada importaba; cerro la puerta con el seguro y encendió el ordenador.

Abrió el navegador y tecleo el site. http:rltcdn.com e ingreso la clave. 673, el site desplegó ahora si una información. Puso toda su atención para leer el mensaje, este decía...

“Bienvenido seas, eres uno de los 15 portadores de este volumen. En tus manos podrás darte cuenta que su intriga te atrapo. Si fue así...pulsa continuar, de lo contrario abandona este sitio.”

Ejecuto “ continuar”

Creado en 1990 por un grupo de escritores alrededor del mundo. Lo que tienes en tus manos dista mucho de ser un comic. Es una realidad alternativa de diferentes historias reales.

Ejecuto “continuar”

No sucedió nada...

Intento nuevamente...

Y su conexión a Internet había producido un fallo. Su ordenador se apago.
Pero que diablos...

Tanta fue la concentración en ello, que no se había percatado que su madre había dejado de tocar la puerta. Salió de la habitación y no había nadie en casa. Después de todo, eso siempre pasaba su padres nunca estaban en casa.

Varias semanas pasaron...

Una de esas tardes mientras se encontraba solo en su casa, Cliff hacia remembranza de lo siguiente... Fue suspendido de la escuela por sus inminentes faltas, Dana termino con la relación de la manera mas miserable que se puede haber hecho, por teléfono y acompañada por el supuesto primo que ahora ya era su novio.

Sus padres se encontraban preocupados, pero como ambos trabajaban no charlaban mucho con él. La poca comunicación con ellos y con el mundo exterior le habían ocasionado extraños trastornos y ratos de ansiedad. En pocas palabras, se había convertido en un asco de persona. Pasaba días enteros encerrado en su habitación leyendo ese comic e intentando en el site que pasara algo diferente. Que le diera un indicio de algo mas...

¿Cuánto tiempo mas podría seguir así?

CAPÍTULO 13

Juliette dormía en el camastro adosado a la pared. Respiraba en forma entrecortada y por momentos sollozaba en sueños. La sangre seca aún permanecía en parte de su cuello.
Martín la observaba y nuevamente reparó en su aspecto demacrado. Aparentaba llevar a cuestas un gran sufrimiento, y el dormir no era mejor que la vigilia.
Martín había pensado distintos planes de fuga, los que se desvanecían en la oscuridad de la celda. Nunca había deseado tanto un cigarrillo como entonces, pero tampoco aquello era posible. Lanzando una maldición se sentó de espaldas a la entrada de la celda, la cabeza entre las rodillas y las manos en la nuca. Los latidos de su sien llenaban el silencio, que oprimía como una mortaja.
Por el pequeño ventiluz donde la oscuridad de la noche se metía, asomó la luz del plenilunio cuando la cara lunar pasó a la distancia apropiada. Un cono luminoso se proyectó con vértice en la ventana y se extendió sobre la mujer dormida, quien se dio vuelta hacia la pared. Su ropa ahora desgreñada se corrió hacia arriba dejando ver el nacimiento de su cintura.
Martín levantó la cabeza y vió el cuerpo que dormía en posición fetal. Algo atrajo su atención y un latido anticipado golpeó su pecho. Se levantó en silencio y se arrodillo junto a la cama: por sobre la línea del pantalón de la doctora se observaba un tatuaje pequeño; incrédulo, Martín se restregó los ojos. El mismo tatuaje tantas veces entrevisto en otras mujeres: una doble hélice que representaba clásicamente la molécula de ADN, y debajo una inscripción en latín: “quo scripsi, scripsi”.

***

Hacía muchos días que Cliff no se bañaba ni afeitaba. Apenas comía y se encontraba con una constante sensación de inquietud, día y noche, cada día.
Si un psiquiatra lo observara no dudaría en diagnosticar un caso de paranoia. El muchacho se sentía observado, estaba convencido que cámaras de vigilancia lo controlaban en su casa, y había dado vuelta los muebles en muchas ocasiones para detectar grabadores o lentes ocultas.
Pero sobre todas las cosas, tenía la sensación que algo que le atañía estaba por ocurrir.
Casi siempre salía de su casa muy tarde en la noche, e iba a comprar escasa provisiones a un mercado chino que abría toda la noche. Ya casi no tenía contacto con su familia, y optaba por no hablar con nadie.
Sin embargo, en los últimos días, la impresión que algo lo llamaba con voluntad imperiosa lo fue ganando. Una y otra vez rebuscó señales (así lo pensaba) en los cómics y en lo libros de fantasía que llenaban su habitación. “Parezco Gollum tras el Anillo” – se dijo y rió ante la ocurrencia. Recordó el peregrinar del pobre Smeagol tras su tesoro birlado, su sufrimiento de heroinómano perdido que lo guiaba días tras día.
A Cliff no le había gustado la película, pero si los libros.
El Anillo.
Tomó la edición rústica que tenía desde niño y miró las runas que adornaban la portada. Y en ése instante, un golpe de pensamiento lateral casi lo derribó. Los dibujos de la tapa, las runas, se parecían y fundían con otra imagen, con un recuerdo que asomó a su mente sin permiso: la de una escalera de caracol que se entrelazaba consigo misma.
El recuerdo desreprimido fue mas allá, y se vió a sí mismo siendo niño leyendo aquellos tomos interminables mientras comía chocolates en una feria de la montaña, mientras esperaba a que su padre (que no era su padre) terminara sus asuntos con una contorsionista, quien tenía tatuada en la espalda aquella escalera que parecía una hélice.

***

Dana se despertó sobresaltada. La campana del teléfono sonaba sin cesar, atendió con la luz apagada, y apenas articuló un saludo. Desde el otro lado del Atlántico, la voz sonaba imperiosa.
- Ha habido noticias?
-Clara? – preguntó ahora despabilada.
- Si o no?
- Podría decirse. Aún no estamos seguros.
La voz de Clara se afinó y pareció un aullido.
- No llamo para recibir un puede ser por respuesta.
-Señor ... - dijo Dana conteniendo el impulso de colgar- Le informo que tengo un hacker permanente sobre la terminal del objetivo. Si en algún momento puede acceder al sitio, lo sabremos inmediatamente.
- Eso espero – dijo Clara y colgó.
Dana se tapó la cabeza con la almohada. Estaba harta de la gente de Washington, harta de aquella misión, y harta del estúpido nombre clave que le habían asignado.

- Y bien?
- Aún no han podido acceder, Señor – dijo Clara.
- No son buenas noticias. El tiempo ya no está de nuestro lado, y otros se nos están adelantando.
- Si señor, pero los europeos no tienen toda la información.
- Eso no lo sabemos. Pero no me refería a ellos, en todo caso.
-Usted preferiría que lancemos todo a la calle? CIA, FBI, Servicio Secreto? Podríamos ganar tiempo, pero el secreto se perdería, sin duda.
- No, muchacha, no. Todavía tenemos algo de valor en nuestras manos.
- ¿El agente?
- Su ignorancia.
El Presidente salió del despacho y un agente cerró la puerta.

***

Juliette despertó y encontró a Martín junto a su cama.
- Examinaba su tatuaje – dijo en silencio.
La mujer se sentó, descolgó las piernas de la cama y quedó frente a él.
- Muy bien. ¿Lo has reconocido?
- Lo he visto en ocasiones, en distintas personas. ¿Qué significa?
Juliette se levantó y caminó hasta quedar en la oscuridad.
- La doble hélice y el latín son una marca. Una marca que es mejor no tener a la vista pero así son las cosas.
Martín no hablaba, y la mujer continuó.
- Has entendido la frase en latín?
- Sí. Lo escrito, escrito está. Es bíblico.
-No, o sí: lo escrito en el código genético no debe cambiarse. En realidad no he sido completamente honesta contigo. Nosotros eliminamos a los clones.
Una sensación de vacío golpeó a Martín en el estómago
-Pero – continuó Juliette -, la verdad es que tu no eres un clon. El 673 fue muerto por mí misma. En realidad no era quien tenía poderes especiales. Tu eres el verdadero Martín Bishop, Agente Especial ... igual que yo.
- Pero...
- Pero dejamos que todos lo creyeran para que el verdadero clon escapara y nos llevara hacia el laboratorio genuino, no el que se montó para tapar la jugada. El asunto es que el clon se perdió, y ahora todos están tras él.
- Todos?
- Todos. El Mossad, los iraníes, los rusos...
- Y nosotros somos...? –preguntó Martín
Juliette le sonrió.
- Tu eres el agente Bishop. Ya Deberías recordar que trabajas para el Vaticano

***

Kouduglas tomaba su cuarto tazón de café de la noche. Su guardia no había tenido novedad, como desde hacía casi dos meses, y en pocos minutos llegaría su reemplazo. Pero en forma inesperada, la pantalla del ordenador dio paso a la pantalla del sistema.
Kouduglas leyó los datos, y corrió al teléfono codificado. Pocos instantes después logró la comunicación.
- Señor, han accedido al sistema. Si, Señor, están aquí en Londres. La dirección es la registrada, y el nombre del objetivo es Bishop, Cliff Bishop.

CAPÍTULO 14

En la cabeza de Martin reverberaban las últimas palabras de Juliette, “ya deberías recordar que trabajas para el Vaticano”. ¿Él, trabajando para el Vaticano, una Institución casta? No se imaginaba vestido de Cruzado ensartando tangas de mujeres de mil esquinas.

- Juliette, yo ya no sé qué pensar. Aquí nadie me deja claro nada, cada cual me dice algo diferente. En tan sólo dos días, o tres, o los que sean, he pasado de ser Martin usando la identidad falsa de nombre John Smith, a trabajar para el Vaticano en una misión de… ¿caza de brujas? ¿La caza de los clones? ¿En qué coño quedamos, Juliette? ¿Soy un clon, una escoria de la sociedad con SIDA, o un hombre extraordinario con superpoderes?
- Martin…
- Perdona, llámame Bishop, Superagente Bishop. Al menos así me has llamado hace apenas dos minutos.
- Como quieras, Bishop.
- Superagente, superagente.
- Superagente Bishop, ¡como quieras! Uno de tus problemas durante tu inserción en la Congregación fue la impaciencia que te perdía y te sigue perdiendo a cada momento. No sabes escuchar. En cuanto oyes algo que no es de tu agrado, interrumpes con alguna de tus dudosas bromas, y a veces ofenden. Todos tuvimos una infancia difícil, Cliff, aunque hemos de reconocer que la tuya fue la peor de todas. Es por ello que tuvieron que realizarte un lavado de cerebro parcial, y ese es el detonante de tus pesadillas, y tus continuos desequilibrios.
- ¿Crees que nos matarán?
- En el mejor de los casos, sí. Estos malditos lameculos de la Casa Blanca tienen las cosas menos esclarecidas que tú, y pondría la mano en el fuego por lo que nos van a hacer.

Al hombre anteriormente conocido como Martin le satisfizo esa idea. Morir. ¡Joder, ya era hora! Tenía la vida por castigo. En todos esos asuntos oscuros en los cuales se vio envuelto a lo largo de su vida siempre había salido maltrecho, y sobrevivía para volver a despertar con el hilillo de sangre saliendo de sus fosas nasales, acostado en cualquier catre de algún cuchitril de ninguna parte. Se sentía como una hormiga dentro de un inmenso hormiguero de corrupción, trabajando a destajo sin saber siquiera si alguna vez llegaría a ver a la hormiga reina, sin saber para qué hacía todo eso.
Acabar su vida allí, junto a Juliette, sería bastante romántico y trágico. Podrían fantasear juntos durante el tiempo que les quedaba de vida. Ella sería Julieta y él Romeo, en una versión pornográfica de la celebérrima obra teatral. Su único deseo, ahora que veía tan cercana la muerte, era tener el mejor orgasmo de su vida, y por ello cambió radicalmente los derroteros de la conversación:

- Te pones muy suculenta cuando pareces preocupada y angustiada.
- Oh, Cliff, no comiences con tus jueguecitos de seducción, que siempre te llevas el gato al agua.
- Me lo llevo siempre que mi afortunada se muestra receptiva. Y tú lo estás bastante.
- Estamos hablando de algo muy serio, Cliff, es nuestra vida lo que está en juego. Nuestra vida y el proyecto por el que juramos fidelidad a la Congregación.
- Son tus senos los que recibieron mi juramento, siempre y cuando no pasara otro par ante mis ojos... ahora sólo veo los tuyos.

En una décima de segundo, Cliff rajó completamente las prendas de Juliette, como si fuera su último momento juntos, como si nadie los viera. Juliette no parecía muy dispuesta a seguir el juego, pero Cliff pedía más y más. Contra las rejas, la pared, sobre el váter, encima, debajo… los diferentes gritos confundían sensaciones de placer, dolor, y coraje.
Sucedió también en una décima de segundo que Cliff cayó abatido por los disparos que cruzaron la sala, las rejas, la celda, y, por último, su pecho. Las balas de plata son igual de mortales tanto para un hombre corriente como para un prodigio de la genética cuando atraviesan el músculo que nutre de sangre todo el organismo, sangre que en esos momentos manaba como un géiser en ebullición de su torso. El sufrimiento y el placer quedaron fundidos en el cerebro de Cliff como última sensación en vida. Ya no hubo más Martin, John Smith, Cliff Bishop, o Martin Bishop. Ya no hubo más 673, a menos que lo volvieran a clonar. Las células de su cuerpo inerte aún estaban frescas y dispuestas a colaborar en la perpetuación de su especie, la única y verdadera especie.

*****

Helen yacía inmóvil a su lado, con los ojos en blanco, horrorizada. La última víctima de ese violador había sido ella. En la habitación irrumpió la policía.

*****

Era sábado. La noticia del abatimiento a tiros del que fue su novio durante la adolescencia dejó confusa a Dana, que hasta ese momento disfrutaba de unos minutos de relajación en el sofá de su piso alquilado. Ella ya sabía que se había convertido en un demente ávido de sexo, pero hacía años que no tenía noticias de él, salvo las pequeñas reseñas de los periódicos e informativos de la televisión. No paraban de rondarle por la mente los recuerdos del pasado y las cosas que Cliff le contaba.

Había tenido una infancia difícil, con unos padres que no se querían. Él era un borracho que continuamente se llevaba al hijo al parque de atracciones como excusa para descargar la represión sexual que lo ahogaba con la contorsionista. Cliff contemplaba las escenas a veces, pero otras, cansado de ver lo mismo, se iba a la montaña rusa con la esperanza de poseer algún recuerdo agradable de su infancia. Durante la adolescencia, falto del calor familiar, encontró varias aficiones, tales como la informática y los cómics, y la conoció, a ella, Dana. Liberaba tensiones asaltando páginas webs ajenas, pero no iba más allá de las personales; los bancos e instituciones ilustres podían esperar. En su habitación solía acumular arrinconadas pilas de cómics de poca durabilidad; tan pronto los leía, los dejaba ahí, cogiendo polvo, excepto un cómic, el que fue la perdición completa de la cordura de Cliff.
Ese cómic había sido un proyecto fracasado de una desconocida editora de fascículos. La primera entrega y la página de inicio de una web incompleta fue todo lo que salió a la luz de una colección cuyo segundo número tenía previsto incluir en las contraportadas un código para entrar en la web y acceder a los típicos materiales exclusivos inútiles. Cliff no supo nada de ello, o no quiso saberlo. Él sólo veía tatuajes por doquier, ese que estuvo presente en varias de las viñetas del cómic.
Conforme pasaban los días, ella se sentía desplazada, pues Cliff se sumergía en las fantasías del cómic más y más, confundiendo éstas con la realidad hasta el punto de no distinguirlas. Fue por ello que acabó dejándolo, quitándose un lastre que le impedía hacer una vida normal, como el resto de las chicas de su edad.
Dos años después tuvo noticias de Cliff por un artículo de los periódicos: había violado a una joven de veinte años creyendo que era Sara, una de las protagonistas del cómic. No cesaba en su empeño de convencer a quienes lo detuvieron que ella había estado receptiva y que estaban cometiendo un error con él, pues no era un clon, sino el espécimen original. Al poco de darse a conocer la noticia, Cliff ingresó en un manicomio.
Cliff fue considerado como uno de los dementes más peligrosos del manicomio. Y de hecho lo demostró. Muchas veces tenía delirios, creyendo que lo tenían encerrado en una cápsula. Hasta que un día escapó. Allá por donde pasaba dejaba un rastro de mujeres violadas las cuales en declaraciones a la policía aseguraban haber escuchado a Cliff hablar sobre un tatuaje que ellas no tenían, y continuamente repetía los mismos nombres: Sara, Leo, Juliette y Dana. El hecho de mentar el nombre de su antigua novia dejaba entrever que nunca la había olvidado, e incluso la mezclaba con la trama del cómic. Siempre veía en toda cara de mujer a una de sus cuatro musas.
Hacía apenas dos días Cliff había hecho sonar el timbre de la puerta de una casa preguntando por alguien llamado Leo. Abrió una mujer que vivía sola, y de inmediato Cliff se avalanzó sobre ella y la forzó a realizar prácticas sexuales. En un momento de relax dejó a la mujer ir hacia el teléfono, y así pues, mientras él creía que habían llamado a la casa, ella estaba hablando realmente con la policía. Un rato después ésta irrumpió en la casa y logró reducir a Cliff con un certero golpe en la cabeza.
Durante la noche en la que fue devuelto al manicomio con una buena dosis de calmantes se quedó junto a él una enfermera para atenderlo en caso de urgencia, y a pesar de llamarse Helen, él la confundió con Juliette. Los calmantes no surtieron efecto, y Cliff volvió a desatar su locura y lujuria contra ella. Los gritos alarmaron al personal de seguridad, y sin dudarlo descargaron dos certeras balas en el pecho de Cliff, cortando el abuso de éste con Helen. Murió en el acto.

*****

Dana necesitaba despejarse un poco, tomarse una copa con sus amigos. No se acicaló en demasía y salió a la calle, dirigiéndose con paso ligero al bar de copas donde siempre quedaban. Después de rememorar su pasado le daba igual que tuviera pendientes varias órdenes de Clara y la Casa Blanca.

Fin... ?