“¡Din, don, din! Vuelo 782 procedente de Chicago se encuentra en la terminal número 2, puerta 25”
Había llegado por fín, ese viaje fue el peor viaje en avión de su vida.
- ¡Puta hamburguesa! – pensó para sus adentros –
La hamburguesa que se había comido en el aeropuerto antes de salir debía llevar caducada meses, pero el intenso sabor del ketchup y la mostaza lograron que no se diera cuenta hasta que ésta estuvo bien dentro de su estómago. Las 7 horas siguientes fueron un auténtico suplicio para ella. Nunca una persona hizo uso del baño del avión tantas veces en tan poco tiempo.
- Bueno, ahora a buscar la maldita empresa de alquiler de coches...
Su carácter era bastante agrio desde que tuvo aquel incidente, hecho que intentaba olvidar, pero que esas dos cicatrices en el costado se lo impedían.
Se acercó a la ventanilla de la empresa de alquiler de coches y se puso a mirar el catálogo. Sus fondos eran ilimitados, pero ella pensó que no debía llamar la atención más de lo normal, así que cuando estuvo decidida se dirigió a la señorita que había dentro tecleando en un ordenador.
- Hola, buenas tardes.
- Buenas tardes, dígame – respondió la señorita –
- Quería alquilar un Audi A3
- Muy buena elección, señora, ¿lo quería en algún color en especial?
- Negro estaría bien
- De acuerdo, ¿me dice su nombre?
- Juliette Haldane...
Terminó todo ese pesado papeleo y fue hacia donde estaba el coche. Metió las maletas dentro del maletero y se subió. Sacó de su bolso un pequeño aparato con una pantalla en la que un punto rojo parpadeaba.
- A ver dónde estás monada...
Arrancó el coche y salió disparada del aeropuerto. Al cabo de 20 minutos estaba aparcada en una céntrica calle de la ciudad. Se puso las gafas de sol, puesto que aquel día pegaba con fuerza, se recostó en el asiento del coche y esperó a que aquel puntito rojo se moviera.
“Hasta donde he llegado... Yo sólo quería encontrar una rápida solución para esa lacra llamada SIDA... Y ahora me encuentro en Viena rastreando los movimientos de una persona a la que yo creé... Debo contarle que...”
El aparato comenzó a emitir unos pitidos que la sacaron de sus pensamientos, ¡el punto se estaba moviendo! Rápidamente salió del coche y cuando estaba girando en la esquina lo vió, ¡él estaba allí! ¡había funcionado!
Aquel día, antes de recibir los dos balazos le colocó bajo la piel un dispositivo localizador, y había funcionado, lo tenía a 20 metros, pero no podía hacer nada, estaba rodeado por dos armarios que lo introdujeron en un coche. Rápidamente salió corriendo hacia el suyo, se montó, y los siguió a una distancia prudencial. Se desviaron de la carretera principal por un camino de arena. Ella permaneció un rato en el arcen de la carretera para no levantar sospechas. Al fín, cuando creyó que el tiempo ya era suficiente, se metió con su A3 en aquel camino. A lo lejos vió lo que le pareció una fábrica abandonada y el coche que estaba siguiendo se encontraba aparcado al lado de una pequeña puerta, que sin ese coche, hubiera pasado desapercibida para cualquiera. Escondió el coche detrás de unos arbustos altos y se dirigió con cuidado hacia aquella puerta. “¡Qué fácil!” pensó, pero justo en ese momento sintió un tubo metálico en su sién.
- ¡Alto! ¡Qué hace aquí!
...
Había llegado por fín, ese viaje fue el peor viaje en avión de su vida.
- ¡Puta hamburguesa! – pensó para sus adentros –
La hamburguesa que se había comido en el aeropuerto antes de salir debía llevar caducada meses, pero el intenso sabor del ketchup y la mostaza lograron que no se diera cuenta hasta que ésta estuvo bien dentro de su estómago. Las 7 horas siguientes fueron un auténtico suplicio para ella. Nunca una persona hizo uso del baño del avión tantas veces en tan poco tiempo.
- Bueno, ahora a buscar la maldita empresa de alquiler de coches...
Su carácter era bastante agrio desde que tuvo aquel incidente, hecho que intentaba olvidar, pero que esas dos cicatrices en el costado se lo impedían.
Se acercó a la ventanilla de la empresa de alquiler de coches y se puso a mirar el catálogo. Sus fondos eran ilimitados, pero ella pensó que no debía llamar la atención más de lo normal, así que cuando estuvo decidida se dirigió a la señorita que había dentro tecleando en un ordenador.
- Hola, buenas tardes.
- Buenas tardes, dígame – respondió la señorita –
- Quería alquilar un Audi A3
- Muy buena elección, señora, ¿lo quería en algún color en especial?
- Negro estaría bien
- De acuerdo, ¿me dice su nombre?
- Juliette Haldane...
Terminó todo ese pesado papeleo y fue hacia donde estaba el coche. Metió las maletas dentro del maletero y se subió. Sacó de su bolso un pequeño aparato con una pantalla en la que un punto rojo parpadeaba.
- A ver dónde estás monada...
Arrancó el coche y salió disparada del aeropuerto. Al cabo de 20 minutos estaba aparcada en una céntrica calle de la ciudad. Se puso las gafas de sol, puesto que aquel día pegaba con fuerza, se recostó en el asiento del coche y esperó a que aquel puntito rojo se moviera.
“Hasta donde he llegado... Yo sólo quería encontrar una rápida solución para esa lacra llamada SIDA... Y ahora me encuentro en Viena rastreando los movimientos de una persona a la que yo creé... Debo contarle que...”
El aparato comenzó a emitir unos pitidos que la sacaron de sus pensamientos, ¡el punto se estaba moviendo! Rápidamente salió del coche y cuando estaba girando en la esquina lo vió, ¡él estaba allí! ¡había funcionado!
Aquel día, antes de recibir los dos balazos le colocó bajo la piel un dispositivo localizador, y había funcionado, lo tenía a 20 metros, pero no podía hacer nada, estaba rodeado por dos armarios que lo introdujeron en un coche. Rápidamente salió corriendo hacia el suyo, se montó, y los siguió a una distancia prudencial. Se desviaron de la carretera principal por un camino de arena. Ella permaneció un rato en el arcen de la carretera para no levantar sospechas. Al fín, cuando creyó que el tiempo ya era suficiente, se metió con su A3 en aquel camino. A lo lejos vió lo que le pareció una fábrica abandonada y el coche que estaba siguiendo se encontraba aparcado al lado de una pequeña puerta, que sin ese coche, hubiera pasado desapercibida para cualquiera. Escondió el coche detrás de unos arbustos altos y se dirigió con cuidado hacia aquella puerta. “¡Qué fácil!” pensó, pero justo en ese momento sintió un tubo metálico en su sién.
- ¡Alto! ¡Qué hace aquí!
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