A las 0 horas y 37 minutos de una tórrida noche de agosto, John Smith se despertó entre gritos en la desvencijada cama de su apartamento prefabricado. Las sábanas estaban empapadas de sudor, de su nariz corría un fino hilo de sangre y temblaba ligeramente. Aún le costó varios segundos recordar dónde estaba y cómo coño había llegado a esa situación.
La pesadilla que le había arrancado del sueño había sido la misma de siempre, la que le atormentaba noche tras noche desde aquel día en que tuvo que huir para siempre de todo lo que había conocido hasta entonces: ella y solo ella, en medio de la más absoluta oscuridad, apuntándole con un dedo acusador y con los ojos brillando de forma sobrenatural. Ya hacía más de tres meses de aquello, pero los fantasmas del pasado parecían perseguirle allá donde se encontrara.
Se incorporó y echó un vistazo a su alrededor. En apariencia, todo estaba en orden. La misma ropa tirada en cualquier parte; la misma pornografía acumulada en un rincón; la misma maleta a medio hacer por si hubiera que salir corriendo; la misma ventana imposible de cerrar; las mismas paredes mugrientas sin apenas adornos, excepto una mancha y un enchufe arrancado que indicaban que antaño allí hubo un terminal de conexión. De la calle llegaba el bullicio de sátiros y ninfas que comenzaban a festejar el fin de semana, y dos pisos más abajo se oían los gemidos de la pareja que copulaba mecánicamente el mismo día, a la misma hora, durante el mismo periodo de tiempo, desde que él estaba allí.
Ella fingía, no hacía falta ser un lince para saberlo, pero está claro que el marido no era muy listo, o se hacía el tonto. Al principio de forma tímida, con el tiempo se fue creciendo y sus orgasmos de película resonaban en las vigas por todo el edificio de hormigón sin pintar. La muy puta me ponía caliente, sobre todo cuando sus gemidos eran reales, cuando la sentías disfrutar, exactamente en las ocasiones en que el marido estaba de viaje y muy lejos de allí...
Cada vez que tenía la pesadilla le era imposible volver a dormirse, por muy cansado que estuviera. Así que encendió una luz, se vistió y salió al exterior a mezclarse con el gentío creciente. En esa parte de la ciudad todos los callejones olían a orines y pólvora, las putas eran fogosas y engreídas, nadie hacía preguntas en los hoteles y para cerrar un bar había que mandar todo un escuadrón de policía. Era un gran sitio para desaparecer, él lo sabía. Desgraciadamente, ellos también lo sabían.
Creo que me siguen...
Maldijo al darse cuenta de que se había olvidado el comunicador en su habitación. Necesitaba dinero, y por eso no se podía permitir el lujo de rechazar encargos. Sin embargo le preocupaba más ese vehículo que le había seguido los pasos toda la semana. Quizás se equivocara (era un modelo común, en un color común, de los pocos que estaban autorizados a circular por el centro de la ciudad), pero no quiso arriesgarse y se metió en el primer club nocturno que encontró. Tuvo mala suerte. Estaba lleno de adolescentes drogados que apenas servirían como testigos si algo le pasara. Un buen territorio de caza para el sexo fácil (a John siempre le había gustado la carne fresca), pero un mal lugar para esconderse.
En ese momento, alguien le agarró del brazo...
5 comentarios:
Me gusta el juego, si me lo permiten, me sumo!
vaya su estilo se parece al que yo solia tener antes...
Plagio!!!
huele a... plagiooo!
La cosa me suena...
Publicar un comentario