Juliette dormía en el camastro adosado a la pared. Respiraba en forma entrecortada y por momentos sollozaba en sueños. La sangre seca aún permanecía en parte de su cuello.
Martín la observaba y nuevamente reparó en su aspecto demacrado. Aparentaba llevar a cuestas un gran sufrimiento, y el dormir no era mejor que la vigilia.
Martín había pensado distintos planes de fuga, los que se desvanecían en la oscuridad de la celda. Nunca había deseado tanto un cigarrillo como entonces, pero tampoco aquello era posible. Lanzando una maldición se sentó de espaldas a la entrada de la celda, la cabeza entre las rodillas y las manos en la nuca. Los latidos de su sien llenaban el silencio, que oprimía como una mortaja.
Por el pequeño ventiluz donde la oscuridad de la noche se metía, asomó la luz del plenilunio cuando la cara lunar pasó a la distancia apropiada. Un cono luminoso se proyectó con vértice en la ventana y se extendió sobre la mujer dormida, quien se dio vuelta hacia la pared. Su ropa ahora desgreñada se corrió hacia arriba dejando ver el nacimiento de su cintura.
Martín levantó la cabeza y vió el cuerpo que dormía en posición fetal. Algo atrajo su atención y un latido anticipado golpeó su pecho. Se levantó en silencio y se arrodillo junto a la cama: por sobre la línea del pantalón de la doctora se observaba un tatuaje pequeño; incrédulo, Martín se restregó los ojos. El mismo tatuaje tantas veces entrevisto en otras mujeres: una doble hélice que representaba clásicamente la molécula de ADN, y debajo una inscripción en latín: “quo scripsi, scripsi”.
Hacía muchos días que Cliff no se bañaba ni afeitaba. Apenas comía y se encontraba con una constante sensación de inquietud, día y noche, cada día.
Si un psiquiatra lo observara no dudaría en diagnosticar un caso de paranoia. El muchacho se sentía observado, estaba convencido que cámaras de vigilancia lo controlaban en su casa, y había dado vuelta los muebles en muchas ocasiones para detectar grabadores o lentes ocultas.
Pero sobre todas las cosas, tenía la sensación que algo que le atañía estaba por ocurrir.
Casi siempre salía de su casa muy tarde en la noche, e iba a comprar escasa provisiones a un mercado chino que abría toda la noche. Ya casi no tenía contacto con su familia, y optaba por no hablar con nadie.
Sin embargo, en los últimos días, la impresión que algo lo llamaba con voluntad imperiosa lo fue ganando. Una y otra vez rebuscó señales (así lo pensaba) en los cómics y en lo libros de fantasía que llenaban su habitación. “Parezco Gollum tras el Anillo” – se dijo y rió ante la ocurrencia. Recordó el peregrinar del pobre Smeagol tras su tesoro birlado, su sufrimiento de heroinómano perdido que lo guiaba días tras día.
A Cliff no le había gustado la película, pero si los libros.
El Anillo.
Tomó la edición rústica que tenía desde niño y miró las runas que adornaban la portada. Y en ése instante, un golpe de pensamiento lateral casi lo derribó. Los dibujos de la tapa, las runas, se parecían y fundían con otra imagen, con un recuerdo que asomó a su mente sin permiso: la de una escalera de caracol que se entrelazaba consigo misma.
El recuerdo desreprimido fue mas allá, y se vió a sí mismo siendo niño leyendo aquellos tomos interminables mientras comía chocolates en una feria de la montaña, mientras esperaba a que su padre (que no era su padre) terminara sus asuntos con una contorsionista, quien tenía tatuada en la espalda aquella escalera que parecía una hélice.
Dana se despertó sobresaltada. La campana del teléfono sonaba sin cesar, atendió con la luz apagada, y apenas articuló un saludo. Desde el otro lado del Atlántico, la voz sonaba imperiosa.
- Ha habido noticias?
-Clara? – preguntó ahora despabilada.
- Si o no?
- Podría decirse. Aún no estamos seguros.
La voz de Clara se afinó y pareció un aullido.
- No llamo para recibir un puede ser por respuesta.
-Señor ... - dijo Dana conteniendo el impulso de colgar- Le informo que tengo un hacker permanente sobre la terminal del objetivo. Si en algún momento puede acceder al sitio, lo sabremos inmediatamente.
- Eso espero – dijo Clara y colgó.
Dana se tapó la cabeza con la almohada. Estaba harta de la gente de Washington, harta de aquella misión, y harta del estúpido nombre clave que le habían asignado.
- Y bien?
- Aún no han podido acceder, Señor – dijo Clara.
- No son buenas noticias. El tiempo ya no está de nuestro lado, y otros se nos están adelantando.
- Si señor, pero los europeos no tienen toda la información.
- Eso no lo sabemos. Pero no me refería a ellos, en todo caso.
-Usted preferiría que lancemos todo a la calle? CIA, FBI, Servicio Secreto? Podríamos ganar tiempo, pero el secreto se perdería, sin duda.
- No, muchacha, no. Todavía tenemos algo de valor en nuestras manos.
- ¿El agente?
- Su ignorancia.
El Presidente salió del despacho y un agente cerró la puerta.
Juliette despertó y encontró a Martín junto a su cama.
- Examinaba su tatuaje – dijo en silencio.
La mujer se sentó, descolgó las piernas de la cama y quedó frente a él.
- Muy bien. ¿Lo has reconocido?
- Lo he visto en ocasiones, en distintas personas. ¿Qué significa?
Juliette se levantó y caminó hasta quedar en la oscuridad.
- La doble hélice y el latín son una marca. Una marca que es mejor no tener a la vista pero así son las cosas.
Martín no hablaba, y la mujer continuó.
- Has entendido la frase en latín?
- Sí. Lo escrito, escrito está. Es bíblico.
-No, o sí: lo escrito en el código genético no debe cambiarse. En realidad no he sido completamente honesta contigo. Nosotros eliminamos a los clones.
Una sensación de vacío golpeó a Martín en el estómago
-Pero – continuó Juliette -, la verdad es que tu no eres un clon. El 673 fue muerto por mí misma. En realidad no era quien tenía poderes especiales. Tu eres el verdadero Martín Bishop, Agente Especial ... igual que yo.
- Pero...
- Pero dejamos que todos lo creyeran para que el verdadero clon escapara y nos llevara hacia el laboratorio genuino, no el que se montó para tapar la jugada. El asunto es que el clon se perdió, y ahora todos están tras él.
- Todos?
- Todos. El Mossad, los iraníes, los rusos...
- Y nosotros somos...? –preguntó Martín
Juliette le sonrió.
- Tu eres el agente Bishop. Ya Deberías recordar que trabajas para el Vaticano
Kouduglas tomaba su cuarto tazón de café de la noche. Su guardia no había tenido novedad, como desde hacía casi dos meses, y en pocos minutos llegaría su reemplazo. Pero en forma inesperada, la pantalla del ordenador dio paso a la pantalla del sistema.
Kouduglas leyó los datos, y corrió al teléfono codificado. Pocos instantes después logró la comunicación.
- Señor, han accedido al sistema. Si, Señor, están aquí en Londres. La dirección es la registrada, y el nombre del objetivo es Bishop, Cliff Bishop.
Martín la observaba y nuevamente reparó en su aspecto demacrado. Aparentaba llevar a cuestas un gran sufrimiento, y el dormir no era mejor que la vigilia.
Martín había pensado distintos planes de fuga, los que se desvanecían en la oscuridad de la celda. Nunca había deseado tanto un cigarrillo como entonces, pero tampoco aquello era posible. Lanzando una maldición se sentó de espaldas a la entrada de la celda, la cabeza entre las rodillas y las manos en la nuca. Los latidos de su sien llenaban el silencio, que oprimía como una mortaja.
Por el pequeño ventiluz donde la oscuridad de la noche se metía, asomó la luz del plenilunio cuando la cara lunar pasó a la distancia apropiada. Un cono luminoso se proyectó con vértice en la ventana y se extendió sobre la mujer dormida, quien se dio vuelta hacia la pared. Su ropa ahora desgreñada se corrió hacia arriba dejando ver el nacimiento de su cintura.
Martín levantó la cabeza y vió el cuerpo que dormía en posición fetal. Algo atrajo su atención y un latido anticipado golpeó su pecho. Se levantó en silencio y se arrodillo junto a la cama: por sobre la línea del pantalón de la doctora se observaba un tatuaje pequeño; incrédulo, Martín se restregó los ojos. El mismo tatuaje tantas veces entrevisto en otras mujeres: una doble hélice que representaba clásicamente la molécula de ADN, y debajo una inscripción en latín: “quo scripsi, scripsi”.
***
Hacía muchos días que Cliff no se bañaba ni afeitaba. Apenas comía y se encontraba con una constante sensación de inquietud, día y noche, cada día.
Si un psiquiatra lo observara no dudaría en diagnosticar un caso de paranoia. El muchacho se sentía observado, estaba convencido que cámaras de vigilancia lo controlaban en su casa, y había dado vuelta los muebles en muchas ocasiones para detectar grabadores o lentes ocultas.
Pero sobre todas las cosas, tenía la sensación que algo que le atañía estaba por ocurrir.
Casi siempre salía de su casa muy tarde en la noche, e iba a comprar escasa provisiones a un mercado chino que abría toda la noche. Ya casi no tenía contacto con su familia, y optaba por no hablar con nadie.
Sin embargo, en los últimos días, la impresión que algo lo llamaba con voluntad imperiosa lo fue ganando. Una y otra vez rebuscó señales (así lo pensaba) en los cómics y en lo libros de fantasía que llenaban su habitación. “Parezco Gollum tras el Anillo” – se dijo y rió ante la ocurrencia. Recordó el peregrinar del pobre Smeagol tras su tesoro birlado, su sufrimiento de heroinómano perdido que lo guiaba días tras día.
A Cliff no le había gustado la película, pero si los libros.
El Anillo.
Tomó la edición rústica que tenía desde niño y miró las runas que adornaban la portada. Y en ése instante, un golpe de pensamiento lateral casi lo derribó. Los dibujos de la tapa, las runas, se parecían y fundían con otra imagen, con un recuerdo que asomó a su mente sin permiso: la de una escalera de caracol que se entrelazaba consigo misma.
El recuerdo desreprimido fue mas allá, y se vió a sí mismo siendo niño leyendo aquellos tomos interminables mientras comía chocolates en una feria de la montaña, mientras esperaba a que su padre (que no era su padre) terminara sus asuntos con una contorsionista, quien tenía tatuada en la espalda aquella escalera que parecía una hélice.
***
Dana se despertó sobresaltada. La campana del teléfono sonaba sin cesar, atendió con la luz apagada, y apenas articuló un saludo. Desde el otro lado del Atlántico, la voz sonaba imperiosa.
- Ha habido noticias?
-Clara? – preguntó ahora despabilada.
- Si o no?
- Podría decirse. Aún no estamos seguros.
La voz de Clara se afinó y pareció un aullido.
- No llamo para recibir un puede ser por respuesta.
-Señor ... - dijo Dana conteniendo el impulso de colgar- Le informo que tengo un hacker permanente sobre la terminal del objetivo. Si en algún momento puede acceder al sitio, lo sabremos inmediatamente.
- Eso espero – dijo Clara y colgó.
Dana se tapó la cabeza con la almohada. Estaba harta de la gente de Washington, harta de aquella misión, y harta del estúpido nombre clave que le habían asignado.
- Y bien?
- Aún no han podido acceder, Señor – dijo Clara.
- No son buenas noticias. El tiempo ya no está de nuestro lado, y otros se nos están adelantando.
- Si señor, pero los europeos no tienen toda la información.
- Eso no lo sabemos. Pero no me refería a ellos, en todo caso.
-Usted preferiría que lancemos todo a la calle? CIA, FBI, Servicio Secreto? Podríamos ganar tiempo, pero el secreto se perdería, sin duda.
- No, muchacha, no. Todavía tenemos algo de valor en nuestras manos.
- ¿El agente?
- Su ignorancia.
El Presidente salió del despacho y un agente cerró la puerta.
***
Juliette despertó y encontró a Martín junto a su cama.
- Examinaba su tatuaje – dijo en silencio.
La mujer se sentó, descolgó las piernas de la cama y quedó frente a él.
- Muy bien. ¿Lo has reconocido?
- Lo he visto en ocasiones, en distintas personas. ¿Qué significa?
Juliette se levantó y caminó hasta quedar en la oscuridad.
- La doble hélice y el latín son una marca. Una marca que es mejor no tener a la vista pero así son las cosas.
Martín no hablaba, y la mujer continuó.
- Has entendido la frase en latín?
- Sí. Lo escrito, escrito está. Es bíblico.
-No, o sí: lo escrito en el código genético no debe cambiarse. En realidad no he sido completamente honesta contigo. Nosotros eliminamos a los clones.
Una sensación de vacío golpeó a Martín en el estómago
-Pero – continuó Juliette -, la verdad es que tu no eres un clon. El 673 fue muerto por mí misma. En realidad no era quien tenía poderes especiales. Tu eres el verdadero Martín Bishop, Agente Especial ... igual que yo.
- Pero...
- Pero dejamos que todos lo creyeran para que el verdadero clon escapara y nos llevara hacia el laboratorio genuino, no el que se montó para tapar la jugada. El asunto es que el clon se perdió, y ahora todos están tras él.
- Todos?
- Todos. El Mossad, los iraníes, los rusos...
- Y nosotros somos...? –preguntó Martín
Juliette le sonrió.
- Tu eres el agente Bishop. Ya Deberías recordar que trabajas para el Vaticano
***
Kouduglas tomaba su cuarto tazón de café de la noche. Su guardia no había tenido novedad, como desde hacía casi dos meses, y en pocos minutos llegaría su reemplazo. Pero en forma inesperada, la pantalla del ordenador dio paso a la pantalla del sistema.
Kouduglas leyó los datos, y corrió al teléfono codificado. Pocos instantes después logró la comunicación.
- Señor, han accedido al sistema. Si, Señor, están aquí en Londres. La dirección es la registrada, y el nombre del objetivo es Bishop, Cliff Bishop.
16 comentarios:
Dios, esto es el apocalipsis...
A la espera de ver qué hace Rakele... te has metido en un lio de tres pares de cojones. Que tengas suerte con el final.
Te va a hacer falta...
Una pregunta: si no se resuelve con los siguientes aportes, ¿se puede dar otra vuelta completa?
(Y gracias por dejarme participar!)
que ya tiene que ser el final ?...
Mi parte fue la mas simple, aunque la del giro menos inesperado.:p
Yo no inclui sexo, ni polis cabreados, ni clones ni nada... es un adolecente que se va creando una adicción por un comic... algo que a muchos pienso que les ha pasado.
Esto cada vez se complica más... llegará algún día a tener sentido en su totalidad?
Bueno, siempre podemos atar un par de cabos, dejar el final abierto y hacer una segunda temporada. Pero quizás sería mejor empezar un relato completamente nuevo y no esclavizarnos a esta trama.
No se, ya lo decidiremos entre todos.
Show must go on!
Todo dependerá del modo en que finalice mi capítulo. Iba teniendo ideas, pero como cada vez hay más cosas sueltas, más giros que se desgiran y nombres diferentes, se han ido chafando todas. Tendré que "improvisar", así que pido por favor que me déis de plazo tres días a partir de que Rakele publique su capítulo, pues además tengo exámenes en septiembre.
:-O
Me voy unos días y lo liais todo!!
yuujuuu!!
;)
Dios! Con la Iglesia hemos topado! ¡Un agente del Vaticano!
Yo voto por otra ronda, si los demás aceptan.
importante influencia de archivos X y demasiada ficción. Clones que no necesiten desarrollo? Parece novela de Brown (angeles y demonios). Muy buena idea de cambiar radicalmente la trama al convertirla en cómic pero es necesario variar la idea o no se logra nada. Aquello de la persecución en el cómic y real es demasiado
Daniel R
Anónimo (Alias Daniel R.): Esto es un juego, libre de toda libertad. Si no te gusta, no lo leas. Si participás, no te quejes. Nadie pretende el Nobel de literatura, y si a alguno de los participantes se le piantó la idea del clon, allá vamos. Te invito a participar de la proxima, que es mejor jugar que criticar desde la tribuna.
(De paso: cuándo llega el proximo post?)
Eso quiero yo saber, porque me toca el último capítulo y estoy esperando a que Rakele publique el suyo desde el martes de la semana pasada (y no ha vuelto a dar señales de vida) Estoy ya metido de lleno en época de exámenes y no puedo estar pendiente a todas horas de esto. Si finalmente Rakele no publica el suyo, que lo diga y me pongo manos a la obra entre ratos de estudio. Y si lo publica... ¡el tiempo apremia y la gente está impaciente por saber cómo continua la historia!
Sea como sea, yo garantizo que en tres días a partir del comienzo de mi plazo lo tengo terminado. ¡Ánimo, Rakele! ;)
Y...? Lo damos por finalizado?
Voy a tratar de contactar con Rakele. Si no da señales de vida, se lo pasaré inmediatamente a Gallipato.
¡Quiero leer el final ya!
de últimas, yo lo sigo y el que se prenda continúa...
Ya está. Fin de la historia. En mi blog se encuentra publicado, y aquí lo publicará el Inadaptado cuando pueda.
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